A FONDO | SpFN, la ambiciosa vacuna del ejército de EE UU que busca inmunizar contra cualquier variante de coronavirus

Archivo - Arxiu - Una infermera amb una vacuna contra la Covid-19
Una enfermera con una vacuna contra la Covid-19. Archivo
GVA
Archivo - Arxiu - Una infermera amb una vacuna contra la Covid-19
Los contagios son el carbón del Día de Reyes y vuelven a subir en las dos comunidades, Andalucía y La Rioja, que ayer se dieron un pequeño respiro. La sexta ola emprende la cuesta de enero y no se espera que descienda durante los próximos 15 días. En ese cambio de tendencia influirán las franjas de entre 20 y 39 años, donde más gente hay sin vacunar y en la que se acumula el mayor número de contagios por cada 100.000 habitantes. Una incidencia que empieza a estabilizarse en algunas comunidades pero que sigue siendo desproporcionada en Navarra o el País Vasco. La presión hospitalaria aumenta con 2.000 pacientes COVID en la UCI, 500 de los cuales se encuentran en Cataluña. Los expertos, como Salvador Macid, investigador de la Universidad de Leicester, siguen recordando que con la variante ómicron hay que vacunarse cuanto antes para intentar reducir el contagio.

El SARS-CoV-2 lleva unos dos años circulando entre humanos y mutando. De forma fortuita, va adquiriendo características nuevas y, algunas de ellas, le sirven para seguir estando presente en los organismos de seres humanos. La mutación más reciente y que más preocupación genera actualmente es ómicron por la cantidad de incógnitas que aún presenta. Una de esas incógnitas es la capacidad de las vacunas actuales para hacerle frente.

Cada año se crean campañas de vacunación contra la gripe debido a la necesidad de adaptar las vacunas a un virus que cambia muy rápidamente sus características. De esta necesidad eran conscientes los investigadores del Instituto de investigación del Ejército Walter Reed (WRAIR) en EE UU y están intentando paliarla. El doctor Kayvon Modjarrad, director de la Subdivisión de Enfermedades Infecciosas Emergentes de WRAIR, explica que su estrategia "ha sido desarrollar una tecnología de vacuna 'pan-coronavirus' que podría ofrecer una protección segura, eficaz y duradera contra múltiples cepas y especies de coronavirus".

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Esta vacuna de segunda generación, conocida en inglés como Spike Ferritin Nanoparticle (SpFN) -en español, nanopartículas de ferritina de la espícula-, utiliza algunos componentes del virus para estimular una respuesta de las células inmunitarias. Al igual que la reciente vacuna aprobada por la EMA, Novavax, se busca que el sistema inmunitario reconozca esos componentes y comience a crear linfocitos T que ataquen a las células que puedan infectarse en el futuro.

Ese componente del virus utilizado para estimular una respuesta es la proteína S o proteína de la espícula, encargada, en los coronavirus, de hacer entrar al virus en la célula huésped que será infectada. Lo novedoso de la propuesta es que usa como vehículo para la vacuna nanopartículas de otra proteína, la ferritina. Según los propios investigadores, seleccionaron esta proteína almacenadora de hierro porque su estructura era "propicia" para adherir las proteínas S y por haberse comprobado en otros ensayos que es una buena plataforma para vacunas contra virus como el de la gripe.

Los creadores de la vacuna, que también va mezclada con un adyuvante -una sustancia que ayuda a modular la respuesta inmunitaria-, afirman que, gracias a la presencia de proteínas S de diferentes cepas, se conseguirá que la respuesta inmunitaria sea amplia. A mediados de diciembre publicaron los resultados preclínicos de estudios en animales y este mismo mes habrían terminado con la fase 1 de los ensayos en humanos. 

Por el momento, adelantan que la vacuna, administrada dos veces con 28 días de diferencia, provocó "potentes respuestas inmunes" que eliminaron de forma rápida el virus en primates no humanos haciendo que se dejase de replicar tanto en las vías respiratorias superiores como inferiores. Afirman que indujo una respuesta auxiliar de linfocitos T y produjo anticuerpos neutralizantes, no solo contra el SARS-CoV-2 y sus diferentes variantes, sino también contra el SARS-CoV-1, el causante del síndrome respiratorio agudo grave que afectó al sudeste asiático en 2003.

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Vicente Larraga, parasitólogo e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) -que también se encuentra trabajando en el desarrollo de una vacuna-, explica a 20minutos que el uso de nanopartículas es "muy buena idea porque esa tecnología va a ser muy útil en los próximos años". Además, señala que "parece que tiene unos resultados que son razonables".

Larraga aclara también que, pese a compartir principio, SpFN y Novavax no usan la misma tecnología. Mientras que en la primera se unen las proteínas S a una nanopartícula "para que 'viaje mejor' dentro del organismo y se reconozca mejor por el sistema inmune", en el caso de Novavax "es un fragmento de varias proteínas S que son solubles, no van unidas a la partícula".

Pese a valorar positivamente la tecnología de la vacuna y los primeros resultados conocidos, Larraga señala un punto que no ve tan claro en las afirmaciones que se han hecho sobre esta vacuna. El mismo día en que se mostraron los primeros resultados preclínicos, el Ejército de los Estados Unidos publicaba una nota de prensa donde, entre otras cosas, se afirmaba que SpFN "tiene como objetivo abordar la pandemia actual y actúa como una primera línea de defensa contra variantes de interés y virus similares que podrían surgir en el futuro".

Para el investigador del CSIC, "todas las cepas anteriores están cubiertas por los segmentos [proteínas S] que ellos [los creadores de SpFN] han tomado de cada una", pero lo que no está "tan claro es que sirva para las futuras cepas". Aunque reconoce que es en estas proteínas donde se concentran las mutaciones, le parece "muy optimista" esta confianza en el futuro. Esto se debe a que sigue existiendo el riesgo de que "pueda haber otra cepa que se escape del control".

En cuanto a la idea de abarcar diferentes variaciones de un virus en una vacuna, indica que es "habitual". "Uno intenta cubrir el espacio más amplio posible y así la respuesta será más amplia frente a nuevas variaciones". "Eso da resultado, pero insisto, da resultado de forma temporal. Si hay una mutación, en algún momento se escapará", concluye.

El caso más sencillo para entender está necesidad de actualización es el ya mencionado de la vacunación contra la gripe. "Las epidemias [de gripe] empiezan, normalmente, en noviembre. En enero siempre es el máximo y luego tienen una bajada por abril o marzo", explica. "El virus, como es lógico, muta mucho. Entonces el virus que hay en marzo o abril es ligeramente distinto al de noviembre". En ese caso, se tiene en cuenta el estado del virus en marzo para la vacuna del año siguiente. "Pero ese fenómeno, que en la gripe está muy claro, no es único. Se usa para todo. Si un virus está mutando, se coge siempre el último porque se sabe que va a ser más parecido a lo que venga", destaca.

Larraga cree que es posible que este optimismo se haya gestado en la comunicación de la noticia y no tanto por parte de los propios investigadores. Aun con sus objeciones sobre la vigencia futura de la vacuna, dice que "es una vacuna que seguro que va a funcionar".

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