Lo que hemos aprendido y lo que sigue siendo una incógnita tras un año de pandemia del coronavirus

Entrada del mercado de mariscos Huanan en Wuhan.
Entrada del mercado de mariscos Huanan en Wuhan, donde se registraron los primeros casos de Covid-19 en el planeta hace un año.
XINHUA / XIONG QI
Entrada del mercado de mariscos Huanan en Wuhan.

Hace un año, una enfermedad con síntomas de gripe particularmente agresivos empezaba a extenderse por la ciudad china de Wuhan. Como un goteo, los pacientes iban llegando a los hospitales con fiebre alta, tos y dificultades para respirar. En algunos casos, la enfermedad se complicaba y derivaba en una neumonía.

Aunque el rumor de que un virus que recordaba al SARS, que acabó con la vida de 600 persona en China en 2002 y 2003, ya era imparable en la ciudad, las autoridades no admitieron la existencia de una nueva enfermedad hasta el 31 de diciembre.

En ese primer reconocimiento de la existencia de lo que más tarde se bautizaría como Covid-19, las autoridades chinas aseguraban que no había "evidencia obvia de transmisión entre humanos".

El 1 de enero, cerraba el mercado de Wuhan, el lugar donde, probablemente, se produjo el primer contagio, pero ya era tarde. Pacientes que nunca habían estado allí empezaban a llegar también a los hospitales. Se hacía evidente que se estaba produciendo un contagio comunitario. La enfermedad se transmitía entre personas. El 13 de enero, se confirma el primer caso de Covid-19 fuera de China, concretamente en Tailandia. En pocas semanas, se habría extendido por todo el planeta.

Un año después, el brote de Wuhan es ya la peor pandemia desde la gripe española de 1918 y ha causado la muerte directa de más de 1,5 millones de personas.

Desde que se hizo evidente la dimensión del reto al que se enfrentaba la humanidad con la expansión fulgurante del virus, el mundo científico se centró en estudiar y aprender a combatir al SARS-CoV-2. Un año después, esto es lo que hemos aprendido y lo que aún desconocemos sobre el virus que cambió de forma abrupta nuestras vidas.

Expansión

Gracias a los estudios genéticos realizados este verano, hoy sabemos que el virus llegó a España a comienzos de febrero, aunque el primer contagio local no se identificó hasta el 27 de ese mes. Hasta pocos días antes, el riesgo de transmisión seguía siendo considerado como "bajo" por las autoridades sanitarias en España.

Entonces se sabía poco de cómo se expandía la enfermedad. El contacto directo a través de las gotas de saliva que expulsamos al hablar, toser o estornudar se estableció como la forma más probable de contagio. Hoy sabemos, que la transmisión aérea podría jugar un papel mucho más relevante de lo que se sospechaba al principio debido a las gotículas que se mantienen en suspensión durante horas –aerosoles–.

"Parece ser que los aerosoles juegan un papel más importante de lo que se pensaba en un principio, cuando estábamos hablando solamente por transmisión por gotas", declara Óscar Zurriaga, profesor de la Universidad de Valencia y vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología.

Además de la transmisión por aerosoles, cada vez se da un mayor peso a los conocidos como eventos supercontagiadores en los que una sola persona es la responsable de un número muy alto de infecciones secundarias.

Para Zurriaga, el foco no debe estar en el paciente supercontagiador, sino de las "situaciones propicias para que ocurra esto". Hoy sabemos que los espacios cerrados son el espacio idóneo para ello.

Prevención

Las primeras recomendaciones preventivas se centraron en la higiene de manos y la distancia interpersonal. El uso de mascarillas se aconsejaba solo en trabajadores sanitarios y en todas las personas que tuvieran síntomas compatibles con la enfermedad. Los conocimientos mucho más desarrollados ahora que en marzo sobre las formas de transmisión y la capacidad infectiva de los asintomáticos han supuesto un cambio radical en cuanto a las medidas preventivas.

"El que utilizáramos, a partir de julio, mascarilla en todos los ambientes, aunque puede ser excesivo, en ese intento de convencer a la gente ha supuesto un cambio importante y, de alguna manera, se ha reflejado", declara Rafael Ortí, presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (Sempsph).

El otro gran cambio en el foco de las medidas preventivas se ha situado en los espacios cerrados, donde se ha limitado el aforo o se ha llegado a prohibir la actividad, como en el caso de la hostelería y el ocio nocturno. 

"Antes se consideraba lugares de riesgo solo los hospitales donde podía haber aerosoles en determinadas prácticas diagnósticas y ahora se reconoce que esto puede darse también en pubs y discotecas donde la gente pueda cantar o incluso un restaurante donde la gente se quita la mascarilla", añade el doctor Ortí.

Desarrollo

El respiro que dio la pandemia en el Hemisferio Norte durante el verano permitió estudiar más a fondo sus fases y la forma en la que penetraba en el organismo.

Al principio de la pandemia, la Covid se consideraba esencialmente una neumonía, hoy sabemos que la infección afecta a múltiples órganos y que la mortalidad se produce por respuesta inmune del organismo.

"Identificamos ya bastante bien las distintas fases de la enfermedad, una fase inicial en la que predomina la replicación viral seguida de una segunda fase, que podríamos llamar inflamatoria, en la que predomina el daño producido por la propia reacción inmune del paciente", explica la doctora Patricia Muñoz, jefa del Servicio de Microbiología y Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

Diagnóstico

Más allá del conocimiento sobre la expansión de la pandemia, las medidas para prevenirla y el propio desarrollo de la enfermedad, los mayores avances se han dado en cuanto a capacidad diagnóstica, gracias a la importante mejora en los tests PCR, de antígenos y serológicos.

"Ha habido un salto cualitativo y cuantitativo evidente", declara Julián Olalla, portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología, Inmunología y Microbiología Clínica (Seimc). "Al principio de la pandemia contábamos con una capacidad muy limitada para realizar PCR y nuestros microbiólogos han estado a pie de cañón hasta ahora, que tenemos una capacidad mucho mayor y eso ha facilitado, en parte, el control de la infección".

La última gran revolución ha llegado de mano de la nueva generación de test de antígenos, cada vez más fiables y, cuyo uso extensivo puede suponer un punto de inflexión en el control de la pandemia.

Tratamientos

Menos se ha avanzado en cuanto a tratamientos. Según Olalla, "hemos aprendido más lo que no funciona que lo que funciona" y señala que, tras descartar numerosos fármacos que se usaron al comienzo de la pandemia, "han quedado la dexametasona y, algo más en tela de juicio, el Remdesivir".

Al inicio de la pandemia, la falta de un conocimiento científico desarrollado sobre la enfermedad, obligó a los médicos a improvisar e ir adoptando sobre la marcha los tratamientos que parecían funcionar mejor en otros países con mayor recorrido en la lucha contra la enfermedad, fundamentalmente, China.

"Nos manejábamos con muy poquita evidencia. Nosotros somos una generación de médicos que hemos crecido en la medicina a base de la medicina y esto ha supuesto un trastoque total", declara Olalla.

Los ensayos clínicos posteriores mostraron que muchos de los tratamientos experimentales empleados en esos primeros meses no tenían ningún efecto claro sobre la enfermedad.

Incógnitas

Más de 12 meses después de que el SARS-CoV-2 saltara por primera vez del organismo de un animal al de un ser humano, aún existen muchos aspectos que son una incógnita.

Muchos pacientes siguen arrastrando síntomas meses después de haber superado la infección, en la conocida como Covid larga, etapa sobre la que está todo por descubrir.

Las reinfecciones, aún anecdóticas, tendrán una importancia capital en el futuro, dado que marcarán la duración de la inmunidad y serán clave en la estrategia de vacunación.

Finalmente, sigue sin conocerse con exactitud el origen de la pandemia, si fue realmente en el mercado de Wuhan y qué especie animal –probablemente un murciélago– fue la transmisora.

Concienciación

Más allá del conocimiento científico, que ha avanzado a pasos inverosímiles en estos meses, la pandemia de la Covid-19 ha supuesto un tremendo e inesperado golpe para la forma de vida en el planeta que, probablemente, dejará una profunda huella en todos los que la estamos viviendo.

Para la doctora Muñoz, "todos hemos aprendido que debemos ser humildes, que la naturaleza nos demuestra que aunque vivimos en una sociedad avanzada, somos susceptibles a que las enfermedades contagiosas emergentes cambien, en muy poco tiempo, nuestra forma de vida".

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