Los motivos psicológicos que explican el rechazo a la protección contra la Covid: falta de empatía... y la "presión social"

Varias personas caminan con mascarilla por una calle del centro de Madrid.
Varias personas caminan con mascarilla por una calle del centro de Madrid.
OSCAR DEL POZO
Varias personas caminan con mascarilla por una calle del centro de Madrid.

El número de contagiados está aumentando de forma alarmante en todo el país, que tras haber vuelto a la llamada 'nueva normalidad', se enfrenta ahora a un segundo pico de contagios. Para contener los rebrotes que preocupan a las autoridades sanitarias, los gobiernos autonómicos están tomando medidas concretas en sus respectivos territorios, pero está siendo especialmente complicado contener el virus, en parte por la relajación de muchos ciudadanos que ignoran las recomendaciones o prohibiciones.

Más allá de la mascarilla obligatoria en todo momento, varias regiones han tenido que reimponer el confinamiento para frenar los focos o restringir el ocio nocturno, que está siendo uno de los principales motivos de transmisión del virus. En el País Vasco, por ejemplo -que ha registrado en esta última semana cifras muy parecidas a las del mes de abril-, el lehendakari, Íñigo Urkullu, ya se plantea medidas más extremas, como el toque de queda, si los contagios siguen subiendo. En Cataluña, varios municipios están llevando a cabo test masivos para detectar a los asintomáticos, igual que en la localidad pacense de Villarta de los Montes, donde sus poco más de 400 habitantes se están sometiendo a tests PCR para controlar la incidencia.

Las medidas demostraron ser efectivas durante el confinamiento, pues permitieron que los datos descontrolados de contagiados y fallecidos en los días más duros de la pandemia, se estabilizaran. No obstante, con el levantamiento de las normas más estrictas, el ascenso de casos positivos mantiene a los hospitales en una sensación de calma tensa. Los epidemiólogos ya han advertido de que se tardará, por lo menos, dos años hasta volver a la normalidad anterior a la epidemia, e incluso algunos creen que el coronavirus ha venido para quedarse, y que, a partir de ahora, formará parte de nuestras vidas.

Independientemente de las previsiones de los expertos, en lo que todos coinciden es en que la Covid-19 seguirá siendo una amenaza hasta que no exista un tratamiento eficaz o una vacuna que lo combata. Por ello, insisten en la necesidad de mantener las precauciones y la responsabilidad individual en un contexto de incertidumbre que se ha vuelto usual en todo el mundo. No obstante, no todos son conscientes de las consecuencias que pueden llegar a tener ciertos actos, y muchos parecen haberse olvidado de la situación sufrida en los meses de marzo y abril.

No hay una sola explicación psicológica que explique ese tipo de conductas, según señala a 20minutos la psicóloga María Paz García-Vera. "El mismo comportamiento puede responder a diferentes explicaciones psicológicas. Pensar que todo se debe a que los jóvenes en general tienen una menor percepción del riesgo y les cuesta ponerse en el lugar de personas muy diferentes a ellos, no es suficiente para explicar lo que está pasando", asegura.

"La gente se fía más de su propia experiencia que de los datos o los mensajes que les den"

Así, la catedrática de Psicología Clínica de la UCM, asevera que hay más explicaciones y factores que inciden en esos comportamientos, como puede ser la experiencia personal vivida durante la crisis sanitaria. "La gente se fía más de su propia experiencia que de los datos o los mensajes que les den. Esto hace que personas que en su entorno inmediato no han tenido enfermos graves o fallecidos, consideran que se está exagerando", explica la también coordinadora del servicio de atención telefónico durante la crisis de la pandemia de coronavirus.

Además, García-Vera cuenta que existe cierto desequilibrio entre las consecuencias "positivas inmediatas y tangibles" -como puede ser acudir a una fiesta multitudinaria sin mascarilla- y las consecuencias "negativas más difusas y lejanas" de esas mismas conductas, que pueden llevar a una persona a pensar que las probabilidades de que se contagie son bajas, y que de hacerlo, se tratará de un caso leve.

Incoherencias, contradicciones y presión social

Otro factor que influye y que podría explicar estos comportamientos, según la especialista, es la presión social del grupo de iguales. "Por ejemplo, que en el grupo de iguales se considere que guardar distancias o llevar mascarillas es un signo de debilidad, de desconfianza hacia el otro, de ser un alarmista o un exagerado, etc.", es mucho más poderoso que los mensajes de las campañas y alertas de Sanidad, "salvo que esos mensajes los protagonizaran jóvenes que fueran claramente referentes y abordaran también esa presión grupal".

"Una vez realizadas las conductas irresponsables, la gente busca justificaciones para mantenerlas"

De esta forma, una vez realizadas las conductas irresponsables, la gente busca justificaciones para seguir manteniéndolas, como puede ser decir: "fui a la fiesta y no me pasó nada, por lo tanto el riesgo no es tan grande"; "conozco muchos amigos que han ido a fiestas, han bailado sin guardar distancias, sin llevar mascarillas… y no les ha pasado nada", explica la psicóloga, añadiendo que, "a la hora de buscar justificaciones que inician o mantienen conductas irresponsables, un mecanismo psicológico muy habitual es buscar contradicciones o incoherencias en las normas para desacreditar la necesidad o la lógica de esas normas o para justificar que uno ‘adapte’ las normas a sus intereses o deseos". Por ello, considera que "es muy difícil" que las normas "que tratan de abarcar tantas conductas y estén dirigidas a toda la población", no tengan sus pequeñas incoherencias o contradicciones.

¿Se ha perdido el miedo a la pandemia?

"El hecho de que haya tantas personas contagiadas con el virus, pero son asintomáticas", o que han tenido síntomas muy leves, también ha disparado el número de personas que creen haber pasado la Covid-19, porque han tenido algún contacto con una persona que sí la pasó o porque han malinterpretado unos síntomas de resfriado, catarro o gripe como síntomas de la epidemia", asevera María Paz, asegurando que, por lo tanto, esas personas "creen erróneamente que son inmunes a la enfermedad", y que no es posible que la puedan transmitir a terceros.

Pero, ¿cómo puede ser que, tras haber superado meses terriblemente duros y con el confinamiento todavía reciente, sigan produciéndose imprudencias?, ¿Se ha perdido cierto miedo a la pandemia?

Según María Paz García-Vera, no tiene que ser "necesariamente" haber perdido el miedo, sino que durante el confinamiento y el estado de alarma, "las condiciones de vida y las consecuencias negativas de saltarse esas condiciones eran muy claras, muy duras y mucho más fáciles de supervisar por parte de las autoridades". Ahora, con el levantamiento de muchas normas, “no es así” y además, "la gente ha salido, ha tenido la propia experiencia de no contagiarse realizando algunas actividades de ocio y, por lo tanto, se ha perdido el miedo a la pandemia".

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