El estallido de Chile por la desigualdad social: "Vivimos como latinoamericanos con un coste de vida europeo"

Manifestantes en una protesta pacífica en Santiago (Chile).
Manifestantes en una protesta pacífica en Santiago (Chile).
Felipe Meneses
Manifestantes en una protesta pacífica en Santiago (Chile).

“El momento que se está viviendo ahora mismo en Chile hace que cada día sea una incógnita, no sabemos con qué nos vamos a encontrar”, confiesa Tamara Bolado, ciudadana de Santiago desde 2018, cuando decidió cruzar el charco desde Cantabria e irse a terminar la carrera a la capital chilena. “Chile es un país muy bonito y a mi parecer, seguro. Los chilenos merecen una vida más digna y me alegro de que se hayan levantado para luchar por ello”.

La joven profesora de 23 años relata la creciente dificultad de los últimos días para poder moverse por la ciudad, así como la inseguridad que se ha apoderado de la población. Según cuenta, los saqueos han ocasionado una sensación de desabastecimiento e inquietud en la población que ha saturado los pequeños comercios, almacenes, bancos y supermercados. Tamara se quedó sin gasolina el pasado lunes cuando llegó a la gasolinera, a pesar de que informaron que contaban con abastecimiento, y en su lugar, se encontró con largas colas de gente y un solo surtidor de diésel. 

"Inicialmente todo empezó como de costumbre, con las típicas protestas en contra de la desigualdad y los abusos por parte del Gobierno, pero de un momento a otro tomó un rumbo muy drástico. Comenzaron los incendios en la ciudad, los saqueos a mercados y tiendas, etc. Desgraciadamente, la prensa solo se hizo eco de estos hechos, y no de la otra cara de las protestas, de las manifestaciones pacíficas, en familia, de todas las clases sociales", lamenta Felipe Meneses, un ejecutivo de exportaciones de 29 años.

Quien también ha visto muy afectada su rutina diaria y su estado de ánimo por los sucesos que están ocurriendo, es Karla Díaz, una trabajadora del departamento de Recursos Humanos de la administración pública. "Santiago es bastante grande y los traslados son difíciles si el sistema no funciona. Me muevo a pie para ir a todos lados y no he ido a trabajar".

"Risa y libertad frente a su toque de queda"

Bolado califica de “indefendibles” los casos de manifestantes violentos que se dedican a saquear y destrozar, “aunque pueda entenderse su situación de vulnerabilidad”. La joven participó en una manifestación en la plaza Ñuñoa, y cuenta como “ahí había gente de todas las edades, el ambiente era amable y se mantuvieron en pie durante horas, incluso pasadas las 19:00h, que era cuando empezaba el toque de queda”. También explica indignada cómo se dijo en televisión que era una “manifestación carnavalesca”, porque algunas personas disfrutaron y rieron, “pero así es como algunos decidieron enfrentar las medidas excesivas del Gobierno: La risa y la libertad frente a su toque de queda”.

Miles de manifestantes han salido a protestar a la plaza de Italia en la capital chilena, en una marcha multitudinaria y pacífica.

Gente perteneciente a todas las clases sociales está saliendo a la calle a manifestarse y hay focos de protesta en diferentes partes de la capital y del país. "Nunca en mi vida había visto algo parecido a pesar de haber participado en otros movimientos un par de años atrás", cuenta Tamara sorprendida. Por otro lado, considera "desmedido y desproporcionado" el uso de la violencia por parte de los policías y militares. "Las protestas han terminado con personas heridas por perdigones, sofocadas con gases lacrimógenos, disparadas, atropelladas, torturadas, etc.", hechos que considera que no se han mostrado lo suficiente hasta que los ciudadanos no demandaron a los medios que transmitieran lo que realmente estaba sucediendo, y "no solo la pérdida de bienes materiales".

Felipe afirma que las manifestaciones comienzan de forma muy pacífica, asegurando que el 99 por ciento de los manifestantes tienen la intención de hacerse escuchar de manera tranquila, "hasta que aparecen los inadaptados que comienzan a prender fuego y generar destrozos", declara el chileno, quien también denuncia que en ocasiones, parte de los destrozos son montajes que realiza la policía "y lo han hecho durante años".

Aunque no ha presenciado directamente ningún acto de violencia por parte de los militares, Tamara confiesa que “es fácil empatizar con cualquier golpe” y cuenta el caso de un vídeo que ha circulado por las redes, en el que unos militares arrastran a un joven moribundo hacia un coche. “Este chico está vivo, tenemos un amigo en común y por lo que sabemos, se está recuperando en la UCI. Y solo es un caso, desconozco a cuánta gente han herido los militares, he visto vídeos en los que disparan a la cabeza, algo que suena tan a locura para alguien de fuera de Chile como para alguien de dentro”.

La crisis en la que está inmerso el país desde que se iniciaron las protestas el 17 de octubre, ha dejado ya 20 muertos (entre ellos un niño de cuatro años), unos 1.092 heridos y 3.193 detenidos. Piñera pidió perdón y anunció una subida de las pensiones y del salario mínimo para paliar con las deficiencias que denuncian los manifestantes. No obstante, sus promesas no frenaron el descontento de un Chile que ha perdido la confianza en los políticos, más bien lo contrario. Aproximadamente 1,2 millones de personas se movilizaron este viernes en una marcha histórica, la más grande desde la dictadura de Pinochet, reclamando reformas y la dimisión del dirigente chileno, que aseguró haber "escuchado el mensaje". Piñera anunció el levantamiento del toque de queda y pidió la renuncia de todos sus ministros, aunque sin mencionar sustitutos. También anunció medidas, que según Karla son "ambiguas, sin cifras ni fechas", por lo que pronostica que continuarán las manifestaciones.

La minoría privilegiada

“A pesar de los datos macroeconómicos, son los mejores de la región en cuanto a términos de PIB per cápita”, dice Augusto Delkader, profesor de Relaciones Internacionales en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) en referencia al país chileno, al que considera "uno de los ‘alumnos aventajados’ de las políticas neoliberales en Latinoamérica".  Sin embargo, asegura que en el país se lleva a cabo un reparto desigual de la riqueza, que "empobrece a la población y genera una peor calidad de vida para las mayorías sociales".

Karla sostiene que vivir en Chile es bastante cómodo. "Debo decir que es un país muy moderno y muy amable con quien tiene los suficientes medios para vivir". Es su caso -una mujer de clase media que vive cómodamente-, pero aún así se le hace cuesta arriba pagar precios tan altos por la gasolina, el transporte y la comida. "Entonces piensas, bueno, pago lo que me cobran aunque sea extremadamente caro. ¿Pero cómo lo hace esa gente que tiene sueldos de 500.000 pesos (615 euros) para comer?

Protestas en Santiago (Chile)
Protestas en Santiago (Chile)
Karla Díaz

Además, la joven funcionaria, con 30 años todavía está pagando su deuda universitaria de casi 14 millones de pesos (unos 17.000 euros)de la que tan solo ha podido pagar un cuarto. "No contar con ese dinero año a año me impide, por ejemplo, que me concedan un crédito hipotecario para comprarme una casa o un apartamento. Es complicado empezar tu vida adulta debiendo dinero solo por haber querido recibir una educación universitaria y ser útil en tu país".

Si tuviera que definir las dificultades a las que se enfrentan los chilenos día a día, Felipe lo resumiría en una sola frase: "Vivimos como latinoamericanos con un costo de vida europeo". Sostiene que su país es un paraíso para quienes pertenecen a la minoría de la clase social alta, "pero el resto vivimos en una lucha constante por poder solventar gastos, tener que endeudarse para poder tener una buena educación, etc. Incluso se ha llegado al límite en el que la gente tiene que comprar sus alimentos pidiendo crédito, porque el dinero no alcanza".

Desigualdad social

El problema reside en la desequilibrada distribución de la riqueza que se hace en el país latinoamericano. Según el último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la relación entre los ingresos más elevados y los más bajos se sitúa entre las más pronunciadas de la OCDE, a pesar de ser más baja que en otros países de América Latina.

“Está claro que Chile no aguanta más el sistema. Para mí, la diferencia entre vivir en España y Chile reside principalmente en la desigualdad y los precios. Un pequeño porcentaje de la población (1%) en Chile alberga entre el 30 por ciento y el 40 por ciento de la riqueza total. Los parlamentarios tienen sueldos de más de 9 millones de pesos al mes (unos 11 mil euros), mientras que el salario mínimo es de 300 mil pesos (367,98 euros) -el precio medio de un piso en alquiler es de 400 mil pesos-, y muchos ganan por debajo de esa cifra”, explica Tamara.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su última publicación sobre el panorama social de América Latina, muestra que en 2017 el 50 por ciento de los hogares más pobres tenían una riqueza neta media de cinco mil dólares (4.499 euros), mientras que el 10 por ciento más rico poseía un promedio de 760 mil dólares (683.984,80 euros) y el uno por ciento, tres millones de dólares (2.699.662,50 euros). 

Distribución de la riqueza neta ajustada de los hogares, 2007 y 2017. (Promedios en dólares, dólares en PPA y porcentajes)
Distribución de la riqueza neta ajustada de los hogares, 2007 y 2017. (Promedios en dólares, dólares en PPA y porcentajes)
CEPAL

Otro de los reclamos de la gente es la eliminación de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), las instituciones privadas que coordinan los fondos de jubilación de los trabajadores chilenos. Los ciudadanos llevan años quejándose de las cantidades indignas que los jubilados reciben como pensión -por debajo del salario mínimo- y piden suprimir esa medida, o bien que se permita retirar todo el dinero para que cada uno pueda gestionarse como lo necesite, algo que no está permitido.

“Esa desigualdad siempre me chocó”, reconoce Tamara, quien decidió quedarse en Chile tras conocer a su actual pareja. Una desigualdad que se refleja en el precio de la luz, la gasolina y los alimentos (un 30% más caros que en España), en la privatización del aguaen una sanidad y educación deficientes, y se alimenta de la evasión fiscal y de la corrupción generalizada. "Es como si se hubieran mal acostumbrado a cobrar demasiado por todo y el Estado se prestara de ello", reclama Karla.

"Chile tiene memoria e historia reciente de tiempos de dictadura"

Con el objetivo de restaurar el orden tras una serie de manifestaciones, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, decretó el Estado de Excepción Consitucional de Emergencia en siete regiones del país e instauró el toque de queda. El general a cargo del Estado de Emergencia, Javier Iturriaga, dispuso de unos 9.500 militares para "resguardar la paz y controlar los desmanes". En las protestas, los manifestantes claman unáninmente  "que se vayan los milicos", demandando la retirada de los militares al son del repiqueteo de las cacerolas.

Se trata de la primera vez -desde del fin de la dictadura-, que se cede el control político a los militares, algo que avivó todavía más las protestas y que según Tamara, es “surrealista” y alejado de un estado democrático. “Chile tiene memoria e historia reciente de tiempos de dictadura. Hay gente asustada por ver a los militares en la calle y por la facilidad con la que el Estado está empleando métodos de represión".

Manifestantes gritando "que se vayan los milicos", ante los incidentes ocurridos tras la salida de las fuerzas militares y policiales a la calle. / Diego Benavides.

El politólogo Delkader califica de “preocupante” y “autoritario” el establecimiento de estas medidas por parte del Gobierno, y asegura que las políticas de excepcionalidad que se instauran con el toque de queda “son bastante desproporcionadas”, ya que pasan a considerar de la misma manera “a los que ejercen un derecho fundamental y constitucional como el de manifestación, con aquellos que aprovechan para cometer actos delictivos".

Por otro lado, opina que lo importante es centrarse en las posibles respuestas que se pueden dar "garantizando el orden público con proporcionalidad y evitando políticas de excepcionalidad" para lo que considera necesario un diálogo social y una mirada más a medio y largo plazo si se quiere conseguir un diagnóstico de cómo afrontar la situación. 

La gota que colmó el vaso

La decisión del presidente de subir el precio de los billetes de metro a 830 pesos chilenos (1,02 euros) desató una oleada de protestas que se han ido intensificando en todo el país. Esta nueva medida fue el detonante de un descontento que se viene gestando desde hace décadas. Según  Delkader, ha sido “la gota que ha colmado el vaso”, en una sociedad que iba viendo como encarecían los precios de los consumos básicos como el transporte, la comida, el agua, la vivienda o la electricidad. "Han sido 30 años, desde la vuelta a la democracia, en los que la clase dirigente de este país se ha ido alejando cada vez más de la ciudadanía", declara Alex Vega, un chileno de 28 años licenciado en Ciencias Sociales.

Pese al anuncio de Piñera el 19 de octubre de suspender el alza de la tarifa del metro, declarando que había escuchado "con humanidad la voz de la gente", la indignación no se ha atenuado. “El alza del pasaje de metro solo fue el estallido de la rabia de los chilenos que no seguirán permitiendo que abusen de ellos. Piñera no ha escuchado con humanidad la voz de la gente, lo ha hecho asustado por los destrozos que se han dado en la ciudad”, protesta Tamara.

Tampoco contribuyeron a atenuar la tensión las palabras del dirigente chileno en referencia a  los disturbios registrados en varios puntos del país, afirmando que estaban en guerra "contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta nada ni a nadie". Palabras que Bolado considera desacertadas. “Se ha equivocado, tanto en las las decisiones y actos de los militares, como en su indiferencia al principio de las protestas. Hasta que no vea que van más allá del alza del metro no van a actuar correctamente, y cuando se den cuenta, dudo que cambien nada porque no les interesa”.

"El presidente habla de guerra, cuando nosotros tenemos ollas y cucharas y ellos armas para reprimir, matar y detener", cuenta Diego Benavides, un joven comprometido con las protestas. "Llego a casa agotado con una mezcla de emociones bárbara. Por un lado, siento el miedo que siembran los militares en la calle, de que te agarren y tal vez no sepan nada más de ti, de lo incierto del mañana, de la violencia del gobierno contra el pueblo. Pero por otro, siento también un amor muy grande por la hermandad de los manifestantes, del cariño desplegado en las calles entre unos y otros", confiesa Benavides, y cuenta conmovido el caso de manifestantes que socorren a los heridos, y de gente que lleva rociadores de agua con bicarbonato para mitigar los efectos de los gases lacrimógenos y cuelga botellas de agua en sus balcones. "Esto también es muy emocionante y hace que la lucha se fortalezca, pero no quita el desgaste psíquico de todo lo que pasa", confiesa.

Según Felipe, "Su peor error -de Piñera- fue decretar el toque de queda, hemos vuelto a 1973 de Pinochet. Ahora será conocido como el nuevo dictador". Opina que el presidente debería escuchar las demandas de la gente y "parar y castigar la represión y los abusos". Meneses también cree que entre otras medidas, debería reducir considerablemente las dietas excesivas de los parlamentarios y eliminar los sueldos vitalicios de algunos políticos y presidentes chilenos, que reciben las pensiones vitalicias más altas de todo América Latina.

Una generación nacida en la democracia

"Hoy en día no existe el miedo que fue implantado en años de dictadura y que marcaron a nuestros padres y abuelos. Hoy, la nueva generación ganó poder, perdió miedo y sabemos que tenemos la capacidad de detener el país con tal de que nos escuchen", cuenta Felipe, quien asegura que todos los jóvenes se sienten "empoderados" por presionar al Gobierno y al Estado en pro de la mejora de las condiciones de gran parte del país.

Las protestas se están caracterizando por la participación activa de los jóvenes al frente de las movilizaciones, un hecho que según el politólogo, se debe a que tienen mayores expectativas de vida y más proyecciones de futuro. Karla asegura también que es "en respuesta a lo que ven en sus casas y cómo está afectando a sus familias: padres con largas jornadas de trabajo, salud pública precaria, bajas pensiones para sus abuelos, excesivo coste de la educación superior, entre otros".

Cuatro respuestas de un experto:

Augusto Delkader, politólogo y profesor de Relaciones Internacionales en la Universitat Oberta de Cataluña (UOC) analiza la situación que se está viviendo en Chile.

- ¿Qué ha llevado al país a esta situación de crisis política y social?

“El modelo del estado social chileno está muy influido desde la dictadura, por las políticas neoliberales y la influencia de Estados Unidos en este tipo de programas, con los denominados 'Chicago Boys', que han formado muchos de los cuadros de los dirigentes económicos de chile, creándose el principal problema de redistribución de la riqueza. La desigualdad, por lo tanto, ha ido aumentando desde entonces. Ese es realmente el núcleo central y principal de todo lo que está sucediendo”.

- ¿A qué se debe la mala calidad de vida que tienen la mayoría de chilenos?

Delkader segura que la ausencia de un reparto equitativo de ese crecimiento económico durante las últimas décadas ha provocado el empobrecimiento de amplios sectores de la población. "Ese reparto desigual, acompañado del desmantelamiento progresivo del estado de bienestar chileno, ha generado una peor calidad de vida para las mayorías sociales”.

- ¿Servirán la represión y el toque de queda del Gobierno para calmar el ambiente?

"La militarización de la esfera pública, evidentemente aumenta la tensión y no contribuye a la mejora”, declara el profesor, destacando el proceso creciente de militarización del orden público que se está dando en América Latina.

- ¿Tendrá esta situación repercusiones a nivel internacional?

"Yo creo que sí, por varias razones", afirma asegurando que ahora mismo Chile ha dejado de ser un lugar seguro y tranquilo "como muchos decían", para mucha gente. Tampoco considera que estén ayudando las declaraciones que están haciendo de que esto estaba orquestado por países vecinos, "ni a nivel de relaciones diplomáticas ni a nivel de imagen", y cree que ha llegado tarde respecto a la decisión de no subir el precio de los billetes.

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