La evolución social de la España democrática: del divorcio a la italiana a las familias sandwich

  • El divorcio, los anticonceptivos y el pasaporte cambiaron a la sociedad española.
  • La ruptura del tabú de la madre trabajadora y el matrimonio homosexual modifican la configuración de los hogares.
  • ¿Qué pensaban los jóvenes del 68 y cómo viven los del 15-M?
  • Un repaso a la sociedad de noviembre de 1975 y a la de junio de 2014.
Tres mujeres pasean con sus bebés en sus cochecitos, al atardecer.
Tres mujeres pasean con sus bebés en sus cochecitos, al atardecer.
Felix Kästle/ EFE
Tres mujeres pasean con sus bebés en sus cochecitos, al atardecer.

En 'Divorcio a la Italiana', Marcelo Mastroianni intenta inducir a su mujer a serle infiel para deshacerse de ella, ¡liquidándola!, tras descubrir que los crímenes de honor no tienen casi condena en una Sicilia sin divorcio legal. La película hizo desternillarse de risa a los españoles de los 70, que compartían con los italianos la obligatoriedad de los matrimonios hasta la muerte.

Cuando Juan Carlos I fue entronizado (22 de noviembre de 1975) en España no existía el divorcio. Las parejas que se separaban estaban muy mal vistas socialmente y la situación se vivía como un drama familiar. La cohabitación era posible motivo de persecución policial.

En esa época los pasaportes eran artículos de lujo. Se viajaba poquísimo fuera de España. Prácticamente solo salían los inmigrantes en busca de trabajo a Europa, que a todos los efectos comenzaba del otro lado de los Pirineos. Los viajes de luna de miel se aventuraban como lejos a las Canarias.

Las mujeres habían obtenido en el año 70 el derecho a la educación, pero seguían despojadas de otros derechos como poder abrir una cuenta bancaria. No obstante, las que se licenciaban en ese momento en la Universidad fueron de las primeras que siguieron trabajando tras el matrimonio y, sobre todo, pioneras en hacerlo después de la maternidad. La ruptura de semejante tabú fue posible gracias a la planificación familiar, que permitía decidir cuándo tener los hijos. Aunque los primeros anticonceptivos no llegaron a las farmacias hasta 1979 y el aborto era, por supuesto, clandestino (más de 30.000 mujeres viajaron en esa década a clínicas londinenses).

Los gays, sencillamente, no existían de cara a la sociedad. La homosexualidad se vivía de tapado, era considerada una inmoralidad. Quizás despuntaba algún famoso gay en la farándula, pero la mayoría eran perseguidos por la ley de vagos y maleantes. Miles fueron detenidos por "la social", la policía que torturaba abiertamente en las mazmorras de Sol.

La sanidad pública no era universal. Convivían tres tipos de asistencia: la privada, muy cara, la seguridad social de los que tenían un puesto de trabajo estable y la beneficencia, con hospitales de las diputaciones donde los médicos aplicaban curas a los que no tenían derechos de protección alguno.

'Spain is Different'

La escuela pertenecía a las órdenes religiosas. Eran colegios o de niños o de niñas. Y se estudiaba francés. La Iglesia Católica tenía un poder omnímodo, que ratificaron los acuerdos vaticanos. "El Estado Español reconoce a la Iglesia Católica el derecho de ejercer su misión apostólica y le garantiza el libre y público ejercicio de las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicción y magisterio", rezaba el artículo primero. El espacio central que ocupó la Iglesia en la proclamación de Juan Carlos dejaba claro la consideración de España como un Estado confesional y católico.

Los militares todavía mandaban, y mucho. Los jóvenes de entonces tenían como una fijación la obligatoriedad de la mili, que ya les parecía una pérdida de tiempo absoluta. Eran los mismos jóvenes que fueron los primeros en influenciarse por las modas que penetraban el país en la maleta de los turistas. Una industria, el turismo, que se publicitaba en el exterior con el eslogan de 'Spain is Different', del que se parodiaba la juventud porque remachaba la condescendencia de su ideólogo, Fraga, con una España alejada del resto de las democracias occidentales.

Además de las barbas, las casacas verdes y los bikinis, el tabaco estaba de moda. Nada hacía ver que se trataba de un peligro para la salud. Los diputados, en el Congreso, fumaban puros grandes como de aquí a la Habana sin que se pararan a pensar que era dañino. A través del tabaco o de la gasolina se recaudaban los impuestos, ante la ausencia de un IRPF.

Era la España en blanco y negro, de un solo canal de televisión, que hacía que al día siguiente todos comentaran la película emitida, que bien podía ser 'Divorcio a la Italiana'.

Y 39 años después...

Han pasado 39 años, tiempo en el que los fenómenos culturales de influencia global han calado a gran velocidad en España. Junto a cambios normativos transgresores -leyes de despenalización del adulterio, ley del divorcio (1981), del aborto (1985) o ley de matrimonios homosexuales (2005)- han revolucionado el modelo tradicional de familia.

Los 17.400.000 hogares que componen España hoy se caracterizan por una pluralidad desbordante, donde destaca un auge de las familias monomarentales, las parejas que han tenido hijos fuera del matrimonio, las reagrupaciones de divorciados, las uniones homosexuales (más de 3.000 nuevas al año) y, últimamente, las familias 'sandwich': parejas con hijos que ante la pérdida del trabajo o la vivienda se ven abocados a regresar a casa de los padres.

La propia familia de Felipe VI no es ajena a los tiempos. La reina Letizia, además de plebeya, es ella misma una mujer divorciada. Se casó en primeras nupcias en 1999 y se divorció un año después.

La emancipación de la mujer, con su equiparación al hombre en la Constitución de 1978, ha marcado especialmente el ritmo de la sociedad española. Ya son más las tituladas universitarias que los titulados. Su inmersión en el mercado de trabajo ha hecho caer la tasa de fecundidad hasta 1, 4 hijos por mujer, muy por debajo de la tasa de reposición poblacional (2 hijos por mujer) y entre las más bajas de Europa. Los estudios y el deseo de realización profesional retrasa varios años los planes de formar familia. Las parejas cada vez se casan más tarde y tienen los hijos más tarde. Vamos hacia la España del hijo único, el 27% de las madres actuales se plantan en el primero, a diferencia del 7% de sus madres. Eso, si no se opta directamente por quedarse sin descendencia.

En la España de 2014, las mujeres son las que sufren más precarización laboral (contratos parciales y temporales), la falta de conciliación familiar y de corresponsabilidad en las tareas del hogar. Siguen topándose con el techo de cristal o sucumbiendo al suelo pegajoso. Casi no hay mujeres al frente de los consejos de administración en las empresas del Ibex, nunca ha habido una presidenta del país, y en cuarenta años se han renovado 80 miembros de la Real Academia de la Lengua, pero solo cinco son mujeres. A pesar del impulso de la ley de 2007 y del breve Ministerio de Bibiana Aído, la paridad continúa siendo una quimera.

La violencia machista, con más de 700 mujeres asesinadas en los últimos diez años, se ha convertido en el principal terrorismo en el Estado. Aunque España ha sido un referente en Europa con las leyes de  la Igualdad y contra la Violencia de Género, la sociedad no logra poner coto a este maltrato. Solo en lo que va de año son ya 28 las mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas. Mientras, las víctimas reconocen que denuncian menos por la crisis, un 10% menos. Las mujeres alargan las situaciones de maltrato por temor a no encontrar empleo y a verse sin recursos.

El retroceso en los derechos reproductivos

El retroceso en los derechos reproductivos y sexuales también afecta a las mujeres, según las sociedades científicas españolas. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ha propuesto una norma que deroga la actual ley de plazos (2010) que situó a España en consonancia con las leyes mayoritarias en Europa a cambio del regreso a una ley de supuestos más restrictiva incluso que la primera que reguló las interrupciones voluntarias del embarazo allá por 1985. No permite abortar un feto con malformaciones e impone un doble certificado médico. Las asociaciones feministas hablan de un retroceso de décadas, y alertan de que la ley volverá a situar a las mujeres que abortan en la clandestinidad. Consieran que el Gobierno escucha a la Iglesia, pero hace oídos sordos a las estadísticas que arrojan un descenso en el número de abortos el año pasado con la ley actual de plazos.

En la proclamación de Felipe VI no ha habido crucifijos, biblias ni misa para recalcar la aconfesionalidad del Estado, presignada por la Constitución de 1978 y más asimilada por la sociedad que por las instituciones. No hubo tampoco presencia de representantes religiosos de ninguna confesión, ni misa como la que tuvo su padre, el rey Juan Carlos. Este rasgo constituye la mayor ruptura generacional. Entre una y otra proclamación, la religión ha dejado de ser obligatoria en las escuelas, las apostasías van a más, al contrario que los bautismos y las comuniones. Y, desde 2009, los matrimonios civiles han desbancado a los matrimonios católicos. Sin embargo, la Iglesia continúa disfrutando de incontables privilegios, como las inmatriculaciones o la casilla del IRPF, el monopolio del rito mortuorio o su influencia en el Gobierno, palpable en cambios legislativos como la reforma del aborto o la Lomce.

En pleno boom del automóvil, a finales de los 70 los muertos por accidente en carretera superaban los 5.000 al año. La llegada de las autovías, el carné por puntos y la conciencia de la seguridad vial han hecho descender la cifra a 1.130 el año pasado. Este 2014, sin embargo, preocupa un ligero repunte que algunos achacan a la vejez de un parque automovilístico que no se recicla por la crisis y a la falta de mantenimiento de la red viaria. La sanidad universal vive ahora una ola de privatizaciones y las primeras exclusiones de asistencia universal. El dato para el orgullo lo atesora los más de 4.000 trasplantes anuales, que hacen de España un ejemplo a seguir.

El éxodo de la fuga de cerebros

La juventud española, que disfrutó de una infancia en la expansión económica, pasará a la historia como la primera que no puede aspirar a vivir mejor que sus predecesores. A pesar de que están sobradamente preparados, todavía uno de cada cuatro salen rebotados del sistema educativo, la tasa de fracaso escolar más alta de Europa. Esta generación smartphone puso cara y bandera el 15-M a su desafección con la política tradicional, envuelta en continuos escándalos de corrupción. Los estudios hablan de unos jóvenes españoles más politizados, pero menos de partido, lo que explica el auge del fenómeno Podemos.

La crisis económica se ha cebado con las posibilidades laborales de esta generación. El paro es la principal preocupación de todos los españoles, y les afecta especialmente de los jóvenes, a uno de cada dos, lo que les conduce a la emigración. La fuga de cerebros se produce hacia Centroeuropa y a una Latinoamérica en expansión. Un flujo migratorio que imprime un viraje de 180 grados a un país que hace solo una década era receptor de inmigrantes y que convirtió a las ciudades en un crisol de culturas, con un 10% de población inmigrante, atraídas por el euro y el boom inmobiliario. No son pocos los que han hecho las maletas para regresar a sus países de origen, pero los más se han integrado gracias a segundas generaciones nacidas ya en España. Las inmigración más reciente, y sin papeles, sigue intentando entrar en Europa por el sur. Aumentan los saltos a la valla, pese a las concertinas de la alambrada. El hambre duele más que los cortes.

El paro, los desahucios y la caída de los subsidios hacen que también dentro de las fronteras haya una infancia que pasa hambre. Estos días, la polémica social es el debate de si Estado debe mantener abiertos en verano los comedores escolares para que los niños de las familias más desfavorecidas —en un país con un 27% de riesgo de exclusión social— tengan un plato caliente de comida al menos una vez al día.

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