Las cardiopatías más frecuentes en perros, en qué razas aparecen más y cómo detectarlas

Los perros de razas grandes, como los San Bernardo, son más propensos a sufrir torsión gástrica.
Los perros de razas grandes, como los San Bernardo, son más propensos a sufrir torsión gástrica.
Sven Lachmann / Pixabay
Los perros de razas grandes, como los San Bernardo, son más propensos a sufrir torsión gástrica.

Los humanos no somos los únicos animales que padecen cardiopatías, pues hasta un 10% de los perros también sufren enfermedades cardiovasculares. Manuel Lázaro, clínico de animales de compañía y vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid, nos habla de las patologías cardiacas más comunes entre los canes y cómo detectarlas.

Alrededor de uno de cada diez perros padece una cardiopatía, una cifra elevada que, según nos contó Manuel Lázaro, se debe al aumento de la esperanza de vida, “al igual que sucede con las personas, el importante incremento de la esperanza de vida conlleva la aparición de determinadas enfermedades, como las cardiacas, mucho más frecuentes en individuos de edades avanzadas. Es parte del proceso natural de envejecimiento y del progresivo deterioro del organismo”, de ahí que hasta el 60% de los perros ancianos padezca alguna enfermedad en el corazón.

Otros factores que influyen a la hora de tener o no una patología cardiaca, además de la edad, encontramos “la genética, pues a diferencia de las personas, la dieta, el sedentarismo o el estrés no tienen la misma repercusión, aunque, por ejemplo, la obesidad sí puede empeorar el pronóstico de un individuo que ya la presente”, aclara Lázaro.

Entre las patologías cardiacas que puede sufrir un perro hay dos que destacan por encima de las demás, pues “engloban más de un 90% de los casos, y son la Enfermedad de la Válvula Mitral (EVM) y la Cardiomiopatía Dilatada (CMD). Otros trastornos, como las enfermedades congénitas o neoplasias cardiacas son mucho menos frecuentes”.

Enfermedad de la Válvula Mitral (EVM)

En esta patología, las válvulas del corazón que separan aurículas y ventrículos se engrosan alterando su morfología normal y dificultando su buen funcionamiento. “Esta válvula, que impide el retroceso de la sangre desde la aurícula hacia el ventrículo, se deteriora y engruesa dificultando su buen funcionamiento; y al no cerrar completamente, la sangre puede retroceder hacia la aurícula, que se dilata y provoca que el corazón tenga que hacer un mayor esfuerzo, con su consiguiente deterioro”. La sintomatología que aparecerá, una vez la enfermedad esté ya muy instaurada, será de “fatiga, intolerancia al ejercicio, tos, acúmulo de líquido en tórax (edema pulmonar) o en abdomen (ascitis), arritmias cardiacas o incluso muerte súbita”. En las fases iniciales se trata de síntomas muy sutiles. 

Hay razas especialmente susceptibles de padecer esta enfermedad, que son “en general, las razas más pequeñas (menos de 20 kilos), como “el Cavalier King Charles, Caniche, Yorkshire terrier, Teckel, Bichón, Shi-Tzu, Schnauzer mini, Pomerania o Jack Russell, entre otras”. Suele aparecer entre los 5 y los 8 años.

Cardiomiopatía Dilatada (CMD)

En esta enfermedad, según cuenta Manuel Lázaro, “la pared muscular del ventrículo se debilita, adelgaza y se dilata el corazón de forma progresiva, por lo que no es capaz de cumplir correctamente su función”. Al estar el músculo dañado, la sangre no se bombea con normalidad por todo el cuerpo lo que puede provocar incluso una muerte súbita por taquicardia o fibrilación si no se diagnostica a tiempo. 

Se trata de una enfermedad que avanza muy rápido y los síntomas pueden presentarse de forma súbita cuando la enfermedad está muy avanzada. Esta enfermedad suele presentarse en perros de entre 4 y 6 años y las razas más propensas son “las grandes, como el Gran danés, Doberman, Bóxer, Lobero irlandés, Labrador, Golden Retriever, Pastor Alemán, Mastín o San Bernando”, entre otros.

En ambos casos, “el mal funcionamiento cardiaco, tenga el origen que tenga, representa un grave problema con repercusiones para la salud, la calidad de vida y el riesgo de muerte para el perro”.

¿Cómo se detectan tratan y previenen?

Como avanzaba Manuel Lázaro al principio, no son patologías que se puedan prevenir fácilmente, “no es posible realizar una prevención eficaz de estas patologías, más allá de intentar detectar ciertas líneas genéticas en las que se presente más, o buscar determinados marcadores genéticos para intentar evitar su herencia. Pero ante un perro que ya la tenga o la vaya a presentar, no podemos hacer mucho para que no aparezca”.

Sin embargo, que no podamos impedir que se produzca, no significa que no se pueda tratar si se detecta a tiempo, lo que permitirá tanto prolongar como mejorar la calidad de vida del perro, “la detección precoz y tomar las medidas oportunas pueden hacer que nuestro perro viva con una de estas patologías con gran calidad de vida y durante muchos años”, nos cuenta. Dato que estas enfermedades suelen presentar una sintomatología evidente solo cuando la enfermedad avanzada, para detectarlas a tiempo, la única manera son los chequeos regulares que incluyan una revisión cardiaca a partir de cierta edad, de los cinco años en perros pequeños y medianos y a partir de los cuatro en caso de perros de raza grande.

Actualmente, existen avances que permiten, por un lado, detectar muy precozmente la enfermedad, previas incluso a la aparición de síntomas, y, por otro, tratarla, “la auscultación de un soplo puede ser el primer indicio que nos conduzca a realizar pruebas adicionales como radiografía de tórax, electrocardiograma o ecografía del corazón que determinen el diagnóstico y poder empezar un tratamiento que ralentice su evolución y permita mantener más tiempo al perro sin síntomas, y prolongar la esperanza de vida”, asegura.

También podemos ayudarnos de la alimentación, que, aunque no permite prevenir estas patologías, “puede ser de ayuda una vez que la enfermedad esté ya instaurada. En general se trata de dietas reducidas en sodio e hipocalóricas, para evitar la obesidad o el sobrepeso”. Además, aunque creamos que nuestro perro está sano, ante cualquier signo de “fatiga, tos, disnea o síncopes”, deberemos acudir al veterinario lo más pronto posible.

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