Una triste noche de 2004, horas después de que estallaran varias bombas en los trenes de Cercanías de Madrid, Alfredo Pérez Rubalcaba dijo que "los españoles merecen un gobierno que no les mienta". El PSOE ganó horas después unas elecciones que previsiblemente iba a perder.
Ha habido momentos en la historia en los que una mentira costaba el poder. Pero ahora es común escuchar el argumento de que una mentira no ha sido tal, sino un simple cambio de criterio forzado por una modificación de las circunstancias.
Así justificó Rajoy la subida de impuestos que acordó en su primer Consejo de Ministros tras las elecciones de 2011, apenas tres semanas después de prometer en la campaña electoral que los bajaría. Y así justifica ahora Pedro Sánchez su largo catálogo de virajes. Por ejemplo, comprometerse a no gobernar con Pablo Iglesias en el debate electoral del 4 de noviembre y firmar un pacto de coalición con Pablo Iglesias ocho días después. Las circunstancias.
Pero lo más interesante es comprobar cómo reaccionan los votantes ante esa holgura de ánimo en los cambios de criterio. Véase el caso de Ciudadanos. Antes de su primera comparecencia electoral de diciembre de 2015, Albert Rivera había prometido no hacer presidente ni a Rajoy ni a Sánchez. Pero después de esas elecciones pactó un gobierno con Sánchez, aunque no prosperó. Y después de las elecciones de junio de 2016, Rivera votó a favor de la investidura de Rajoy. Sus rivales empezaron a llamarle "veleta naranja", ante tanta flexibilidad de comportamiento. Aquella acusación hizo mella en Ciudadanos, de manera que en la campaña para las elecciones de abril de 2019 se comprometió a no hacer presidente a Sánchez, y esta vez sí cumplió su promesa. Pero, después de mantener el compromiso, en las elecciones de noviembre perdió 47 de los 57 escaños que había conseguido siete meses antes. Y Rivera se fue a casa.
Pedro Sánchez es un líder con gran capacidad intuitiva y aprende de la experiencia. Ha comprobado que ni decir la verdad ni mantener los compromisos aporta rentabilidades electorales. La nueva realidad de las sociedades democráticas es que saltarse las promesas y esconder la verdad genera beneficios inmediatos, siempre que se sea capaz de arrinconar a la oposición. Más aún, si la oposición, como ahora ocurre, muestra la suficiente torpeza como para arrinconarse sola.
El gobierno de coalición con Podemos, o el acuerdo de investidura con ERC, o colocar como fiscal a la ministra de Justicia, o adaptar el Código Penal a Junqueras, o la disposición a negociar con Joaquim Torra a pesar de estar inhabilitado, o la media docena de versiones sobre el encuentro del ministro Ábalos con la número dos de Nicolás Maduro… E la nave va…
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