Sònia Guerra Diputada, portavoz de Derechos Sociales del Grupo Parlamentario Socialista y Secretaria de Políticas Feministas del PSC
OPINIÓN

Mirar de frente a la salud mental

Mujer con mascarilla mira con miedo por la ventana.
Mujer con mascarilla mira con miedo por la ventana.
MARIOGUTI / EP
Mujer con mascarilla mira con miedo por la ventana.

Hoy les quiero explicar la historia de un hombre bueno. Un maestro de filosofía o un filósofo de la vida, como prefieran imaginarlo. Un hombre apasionado y con pasión, de los que creen en un mundo mejor. Y lo que es realmente transformador, hace que sus alumnos y alumnas sueñen con ese lugar en el mundo. Un hombre inteligente y sensible, demasiado sensible, como le recuerda la vida a veces, cuando le golpea en las entrañas, que son las que alientan el ser.

Podría nombrarlo, pero en realidad este hombre representa a todos los hombres, también a todas las mujeres que, en algún momento de nuestra vida, hemos pasado por períodos sombríos y tristes, momentos de desarraigo personal y comunitario. Desgraciadamente, parece que cada día son más los y las que nos decimos para nuestros adentros: "¿Por qué este mundo no lo entiendo?", como canta Amaral.

Hace unos días conocíamos que la Asociación Española de Pediatría alertaba de las consecuencias de la pandemia, sobre todo en adolescentes, e informaba que el número de ingresos en las unidades de psiquiatría infantil se ha multiplicado por cuatro. Asimismo, se han duplicado los casos de anorexia, y ha habido un repunte de las conductas suicidas, y junto a ellas, las autolesiones. Las personas que sufren trastornos alimentarios y/o tienen conductas suicidas también suelen autolesionarse. Como si necesitasen que el dolor físico superase al sufrimiento infinito de la tristeza, el dolor y la desesperación.

El confinamiento ha acentuado, pero sobre todo ha evidenciado aquellos aspectos de nuestra sociedad que no queríamos ver

El barómetro del CIS de marzo de 2021 anunciaba que seis de cada diez españoles tenían síntomas de depresión. Y es cierto, la realidad ha empeorado a raíz del confinamiento, puesto que la pandemia ha sacudido las expectativas de vida de mucha gente. Pero no es solo eso. Antes de marzo de 2020, las tasas de suicidio eran más elevadas entre las personas mayores de 70 años, lo que está plenamente relacionado con la soledad no deseada, y era la segunda causa principal de muerte en el grupo de 15 a 29 años de edad. El confinamiento ha acentuado, pero sobre todo ha evidenciado aquellos aspectos de nuestra sociedad que no queríamos ver.

Y no, no podemos seguir mirando hacia otro lado. Debemos dejar de estigmatizar a las personas que sufren enfermedad mental, porque, precisamente, ese estigma es el que les disuade de buscar ayuda. Y si no se atreven a gritar auxilio, difícilmente recibirán la ayuda que precisan.

Debemos mirar a la enfermedad mental de frente, a la cara, sin tapujos y con recursos

Es hora de madurar como sociedad. Debemos mirar a la enfermedad mental de frente, a la cara, sin tapujos y con recursos. Priorizando la inversión en la prevención y la atención. Priorizando el bienestar y la salud integral individual y colectiva de la comunidad. Luchando contra los estigmas que todavía hacen que diputados de la rancia derecha del Partido Popular, como Romero Hernández, se mofen de esta enfermedad que hace que cada día diez personas en nuestro país pierdan la vida. Sin duda y con toda nuestra fuerza y nuestra piel socialista tenemos que luchar para no dejar a nadie atrás. Para no dejar a nadie solo frente a la soledad. Todas y todos tenemos que ser el apoyo constante y especialmente la compañía necesaria de ese profesor de filosofía o filósofo de la vida, como prefiráis imaginarlo.

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