Soraya Rodríguez Ramos Eurodiputada en la delegación de Ciudadanos del Parlamento Europeo
OPINIÓN

Salud mental: estado de alarma

  • La pandemia causa sufrimientos en la sociedad que hay que atender.
Sede del Parlamento Europeo en Bruselas.
Sede del Parlamento Europeo en Bruselas.
EUROPA PRESS - Archivo
Sede del Parlamento Europeo en Bruselas.

Después de siete meses de pandemia, conocemos las consecuencias de la catástrofe sanitaria y económica y luchamos para superarla. Seguimos (lejos de la salida) estando en emergencia sanitaria y parece que continuaremos así meses. Y hasta recuperar una normalidad que no sabemos aún muy bien cómo será, faltan desgraciadamente años. Pero no hemos hablado lo suficiente del impacto psicológico que está causando esta tensión constante, este desequilibrio, en la salud, la economía y la vida de millones de personas. Hoy, Día Mundial de la Salud Mental, es un buen momento para reflexionar sobre ese otro peaje que estamos pagando por la ansiedad, la angustia y las depresiones que causan las dificultades y la incertidumbre.

La COVID-19 ha generado mucho sufrimiento en nuestra sociedad. Un sufrimiento colectivo, que es la suma de muchos sufrimientos individuales. En un momento en el que hay iniciativas, reformas, planes y fondos muy necesarios para intentar minimizar el impacto económico de la crisis, no podemos olvidar o menospreciar el gran impacto psicológico de la pandemia: el terremoto que causa en nuestro bienestar, en nuestros equilibrios, en nuestras relaciones personales y familiares.

Antes de la aparición de la COVID-19, la salud mental ya era una de las áreas más desatendidas en la salud pública de España y Europa, y del mundo en general. Las cifras globales son terribles: cerca de 1.000 millones de personas viven con un trastorno mental; 3 millones de personas mueren cada año por el consumo nocivo de alcohol, y una persona se suicida cada 40 segundos. A esto hay que sumarle los efectos de la pandemia: el miedo, la preocupación y el estrés, las reacciones normales cuando nos enfrentamos a lo incierto, lo desconocido, a los problemas de aislamiento, desempleo, enfermedad y muerte.

No hay ninguna duda de que la crisis de la COVID-19 está poniendo a prueba nuestra salud mental y la capacidad de respuesta ante las demandas imprevistas. Sólo en España, durante los primeros meses del confinamiento, 47 millones de personas estuvieron aisladas durante casi tres meses. Según un estudio del Consejo General de la Psicología de España, más de 10 millones de españoles pueden correr el riesgo de sufrir problemas psicológicos derivados de la pandemia. Y no hay duda tampoco de que, aunque muchos de los efectos de la cuarentena y del distanciamiento físico son imprecisos o desconocidos, las repercusiones psicológicas se harán más evidentes en los próximos meses y años.

Para muchos, al temor a contraer el virus se añaden las sacudidas cotidianas provocadas por los esfuerzos para contener y frenar la propagación de la pandemia. El trabajo desde el hogar en condiciones no siempre idóneas, el desempleo temporal, la educación de los niños y la falta de contacto físico con los seres queridos y amigos… Es imprescindible que veamos con claridad esta situación, y que se invierta decididamente en soluciones para mejorar nuestra salud mental.

No es un capricho, es un derecho. Nos olvidamos de que “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Lo dice la Organización Mundial de la Salud, y necesitamos recordarlo en este momento en el que estamos. El acceso limitado a una atención de salud mental de calidad y asequible en España ha disminuido aún más debido a la pandemia, que también ha perturbado los servicios de salud en todo el mundo. En España, con una media de seis psicólogos por cada 100.000 habitantes, se está acumulando una gran lista de espera y demora entre consultas que puede llegar a los tres meses, a pesar de todos los tratamientos que necesitan un seguimiento frecuente.

Recordemos, en este Día Mundial, que no podemos descuidar ni abandonar el reforzamiento de la salud mental en las próximas reformas. Es responsabilidad de nuestros gobernantes garantizar que, el Sistema Nacional de Salud cuente con los recursos adecuados para dar respuesta a los retos actuales y a los del futuro. Aprendamos de nuestros errores. La recuperación económica tiene que ir acompañada de la recuperación anímica y empática. Es el momento de informar y educar a la sociedad para combatir los estigmas alrededor de la salud mental. Es el momento de integrar y coordinar a asociaciones científicas, centros asistenciales, fundaciones, profesionales del ámbito privado y nuevas tecnologías para crear una red amplia y estable a la que los ciudadanos puedan recurrir.

En esta terrible crisis en la que estamos, cuidemos de nuestros pulmones, de nuestros empleos… pero también de nuestras cabezas y nuestras almas. 

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