Manuel Mostaza Barrios Politólogo y Director de Asuntos Públicos de ATREVIA
OPINIÓN

La lectura como resistencia

Una mujer leyendo.
Una mujer leyendo.
GTRES
Una mujer leyendo.

La semana pasada se presentó en Madrid el “Informe sobre hábito de lectura y compra de libros en España”, correspondiente al año 2019 y elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España.

Gracias a este estudio, realizado mediante una encuesta con más de 5.000 entrevistas a mayores de 14 años, somos capaces de conocer qué relación tenemos los españoles con la lectura en general y el libro en particular.

Los datos, desde luego, invitan al optimismo: algo más de dos de cada tres ciudadanos se declara lector, con una media de unos once libros leídos al año. Y la evolución es buena -los datos sin contexto no sirven de nada- porque en menos de diez años se ha incrementado en más de ocho puntos el número de lectores en nuestro país, de apenas un 60% en 2010 hasta un 68,5% de este último Barómetro.

En este sentido sigue disminuyendo, de manera lenta pero constante, ese extraño porcentaje de españoles que no lee o no lo hace casi nunca, como si hubiera algo mejor que hacer. Mario Vargas Llosa recordaba en su discurso de recepción del Premio Nobel en 2010 que aprender a leer “es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”

El estudio también nos muestra que quienes leen son sobre todo los jóvenes, el porcentaje baja cuando se incorporan a la vida adulta para volver a crecer y caer de manera importante ya en la tercera edad. Y aquí hay por cierto una brecha de género clara, así que algo habrá que hacer: el número de mujeres que lee es muy superior al de los varones, con una diferencia de más de quince puntos de media entre ambos, distancia que llega a ser escandalosa (casi treinta puntos) entre los adultos que aún no han llegado a la tercera edad.

Aunque la correlación no implica causalidad, parece bastante lógico que lean más las personas que más formación tienen. Y algo similar ocurre con la riqueza: las cuatro regiones más pobres de España -Extremadura Andalucía, Castilla La Mancha y Canarias- son las cuatro en las que la gente menos lee. No es un tema de analfabetismo: la excusa preferida es la “falta de tiempo”, aunque todavía hay un bizarro tercio de no lectores a los que no les avergüenza reconocer que “no les interesa” la lectura.

Leemos literatura por encima de todo, qué le vamos a hacer, y seguimos leyendo mucho en papel, aunque la lectura en soporte digital no deja de crecer. Buenos datos ya que, al fin y al cabo, como nos recuerda Robert D. Kaplan “los libros constituyen un acto de resistencia”, un ancla a la realidad en este mundo tan moderno en el que la verdad parece no importarle nada a nadie

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