Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

La última prórroga

Pedro Sánchez interviene desde su escaño en la última sesión de control al Gobierno en el Congreso.
Pedro Sánchez interviene desde su escaño en la última sesión de control al Gobierno en el Congreso.
EFE
Pedro Sánchez interviene desde su escaño en la última sesión de control al Gobierno en el Congreso.

Los presidentes del País Vasco, Cataluña, Galicia y Madrid rechazan prorrogar el estado de alarma. Que los dos dirigentes soberanistas abominen de que el Gobierno español siga ostentando el mando único es inherente a su condición política. Es el razonamiento de quienes afirman ser diferentes porque se creen mejores aunque su discurso esté repleto de contradicciones.

Quim Torra tacha de imprudente la desescalada, pero se opone al único instrumento legal que ampara las medidas excepcionales para limitar la movilidad. Critica que las mascarillas sean solo obligatorias en el transporte público, pero es incapaz de abastecer a las farmacias catalanas. Exige "test, test y test", pero los Mossos se quejan de que hace tres semanas que no se les realiza ni uno.

Más difícil de entender es que algunos barones del PP, partido que a menudo reclama un Estado central más fuerte, se apunten a una estrategia que de prosperar nos llevaría al caos. Si el estado de alarma no se prorroga tendríamos que lidiar con 17 planes diferentes de desconfinamiento, y muchas de las medidas en materia sociolaboral como los ERTE o las ayudas a los autónomos decaerían.

Este miércoles Pedro Sánchez afronta la votación más difícil, donde se va a evidenciar la enorme fragilidad de sus apoyos parlamentarios. ERC anunció este lunes su voto en contra y tanto el PNV como Bildu están a un paso de dejarle en la estacada. Si no fuera porque es pronto para que el PP se atreva a votar junto a Vox y los separatistas, el retroceso en la lucha contra la pandemia podría ser gravísimo.

Todo apunta a que esta puede acabar siendo la última prórroga que apruebe el Congreso. Por eso resulta incomprensible el nulo esfuerzo del presidente del Gobierno por acordar el desconfinamiento con el líder de la oposición, pero también el miedo de Pablo Casado a que cualquier pacto con Sánchez se convierta en una trampa. 

Si hace dos semanas cabía la esperanza de que la mesa para la recuperación económica pudiera alumbrar un gran acuerdo, hoy ya parece destinada a convertirse en una nueva trinchera.

El panorama se completa con la polémica sobre qué unidad territorial hay que utilizar en la desescalada. Nada es perfecto, pero la provincia reúne evidentes ventajas funcionales para limitar durante seis semanas más los movimientos de la población. Ni demasiado grande ni pequeña. Y permite en las fases más avanzadas del plan un dinamismo económico mayor que una reducida área sanitaria.

Esta horrorosa pandemia no solo está mostrando la debilidad política de Sánchez sino las flaquezas del Estado. Entre las ganas de derribar al Gobierno de unos, el afán secesionista de otros y los celos autonómicos de todos nos arriesgamos a que esta sea la última prórroga. 

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