La odisea de buscar campamento de verano para un hijo con discapacidad: "Me dijeron que los niños con autismo no juegan"

Niño con discapacidad jugando.
Niños con discapacidad jugando.
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Niño con discapacidad jugando.

Llega el verano y, si para las familias con niños poder conciliar es difícil, para los que tienen niños con discapacidad la misión se convierte casi en imposible. 

En prácticamente todos los ayuntamientos existen campamentos urbanos que utilizan las instalaciones de los colegios públicos para organizar actividades lúdicas por un módico precio. Sin embargo, estas actividades rara vez están preparadas para atender a niños con necesidades especiales. Aunque, en teoría, reserven plazas específicas, "la realidad es que el personal de este tipo de campamentos no está preparado para atender a niños con discapacidad, yo no me siento segura", asegura Raquel, madre de Sergio, un niño con discapacidad física.

Beatriz Vega, responsable de Ocio inclusivo de Plena Inclusión, reconoce que son muchas las familias que se encuentran con problemas a la hora de buscar un lugar adecuado para que sus hijos disfruten del tiempo de ocio en verano en igualdad de condiciones que el resto de niños, "a veces, cuando una familia apunta a su hijo con discapacidad a un campamento, ya de entrada, le dicen que no puede participar porque no va a poder hacer algunas actividades o porque no hay suficiente personal o no está formado", asegura.

Laura, madre de un chico con autismo, cuenta que es eso exactamente lo que les ocurrió "en un recurso del ayuntamiento que se llama ‘Abierto para jugar’, me llegaron a decir que no podía llevar a mi hijo porque ‘los niños con autismo no juegan. Nos tocó ‘enfadarnos’ hasta el punto que nos llamó el concejal para pedirnos perdón y ofrecernos plaza, pero el daño estaba hecho y habíamos buscado otro recurso". 

Y es que, aunque en la teoría las pocas plazas que se ofrecen en estos campamentos para niños con necesidades tienen que estar preparadas para atenderlos, los padres, en muchas ocasiones, se dan de bruces con la realidad, "ofrecen plazas con apoyo y luego resulta que no tienen esos apoyos", añade Laura.

Otros, aunque sí les dejan inscribirlos en campamentos ordinarios, "al poco de iniciar el campamento (en ocasiones no llegan ni a estar un día) les llaman para que se lo lleven porque creen que no van a poder atenderlo bien. Y esta situación se agrava cuando el niño o la niña tiene muchas necesidades de apoyo. Además, en algunas actividades inclusivas organizadas por ayuntamientos, la normativa no permite participar a niños y niñas que están en educación especial", cuenta Beatriz Vega.

En un recurso del ayuntamiento que se llama 'Abierto para jugar', dijeron que no podía llevar a mi hijo porque 'los niños con autismo no juegan'

Jezzy y Susana relatan la mala experiencia que tuvieron al llevar a sus hijos a estos campamentos en colegios ordinarios, "quisieron expulsarlo porque se fue al baño sin avisar y, según ellos, había puesto al grupo en peligro, pero fueron ellos los que los pusieron en peligro al no tener nada más que un monitor para todos", asegura indignada Jezzy. Susana, por su parte, narra cómo su hijo se convirtió en un ‘blanco fácil’ para otros niños del campamento sin que ‘una monitora inexperta’ hiciera nada por impedirlo.

También, por supuesto, Beatriz reconoce que hay ‘historias’ de éxito, "de niños, niñas y familias que están muy contentas que han podido participar plenamente en campamentos, pero el número de familias que tienen dificultades es demasiado grande".

Visto que, en demasiadas ocasiones, los campamentos ordinarios no suelen ser una buena opción para muchos niños con discapacidad por falta de recursos, al menos los que necesitan más apoyo, ¿qué opción les queda a las familias las semanas que sus hijos tienen vacaciones y ellos no?

El temor a que sus hijos no sean bien atendidos es la principal razón por la que estas familias no tienen más remedio a recurrir a otros recursos más específicos, normalmente mucho más caros. Este temor, como vemos en ejemplos como el de Jezzy y Susana, no es ni mucho menos infundado, "hay familias que nos cuentan que en algunos campamentos aceptan a su hijos e hijas, pero que tienen que pagar más para que haya un monitor o monitora especializado, lo que supone un sobrecoste elevado", alerta Beatriz.

Campamentos específicos, privados y mucho más caros

A falta de estos recursos, la situación de estas familias se complica en verano. Por un lado, no suele bastar con el teletrabajo -en las profesiones y empresas que se permita-, pues son niños que, en la mayoría de las ocasiones, necesitan cuidados y una atención más intensa, no simplemente ‘estar’.

Además, los niños con necesidades especiales, especialmente si tienen autismo, discapacidad intelectual u otro tipo de neurodivergencia, necesitan rutinas y actividades, y frenar en seco y durante tanto tiempo actividades que les estimulen puede suponer un retroceso en su desarrollo o incluso problemas de conducta. 

Los campamentos organizados desde los ayuntamientos tienen la obligación de no discriminar a nadie

A las familias no les queda otra que ‘buscarse’ la vida en campamentos de entidades privadas que sí cuenten con los apoyos que necesitan sus hijos, campamentos que muchas veces pertenecen a asociaciones y que, a pesar de ajustar mucho el precio, son mucho más caros que los campamentos públicos de los ayuntamientos, pues necesitan mucho más personal y más especializado.

Esta fue una de las opciones que barajó Raquel, un campamento inclusivo de una semana donde podía llevar a sus dos hijos, uno con y otro sin discapacidad, "es mucho más caro, pero la ratio que tienen es 2:1 y yo me quedo más tranquila", nos contaba. Sin embargo, tres semanas después de hacer la reserva le dijeron que, finalmente, no contaba con plaza, pues priorizaron a chicos de más de 15 años.

Y es que, incluso en campamentos especializados, las familias se encuentran con criterios excluyentes, como este de la edad o, por ejemplo, problemas conductuales, cuando, como asegura Laura, "los problemas de conducta son una sintomatología más de muchos trastornos". Y esto ocurre a pesar de que, como recuerda Beatriz Vega, "los campamentos organizados desde los ayuntamientos tienen la obligación de no discriminar a nadie".

Si esto ocurre, si las familias tienen problemas de acceso a campamentos organizados con fondos públicos, "deben reclamar y buscar el apoyo de organizaciones, como Plena inclusión, para presionar y que estas situaciones se resuelvan y no se repitan, pues cada familia debe elegir el campamento que más le guste y qué más se adapte a las necesidades de toda la familia". 

Si no lo encuentran a nivel local, la mejor forma de acceder, aunque suene obvio, es preguntar, "el boca a boca es una de las mejores herramientas, porque no existe ningún registro o espacio online en el que se recoja qué actividades y campamentos existen y cuáles son inclusivos", reconoce Vega.

En la actualidad, es frecuente que existan asociaciones de tiempo libre, "grupos scout que hacen actividades a lo largo de todo el curso escolar y tienen como uno de sus objetivos la inclusión. En este tipo de organizaciones los niños/as no participan de forma puntual sólo en verano, sino que lo hacen a lo largo de todo el curso y los monitores tienen valores y estrategias para potenciar que se sientan incluidos y participen como uno más". 

Aun así, es una realidad que, como afirma Beatriz, "no es que las familias no conozcan los recursos, sino que los que realmente son inclusivos no son suficientes".

Los campamentos de dependan de fondos públicos se deben diseñar desde el inicio para que cualquier niño o niña pueda participar

Para paliar estar falta de acceso, desde Plena Inclusión reclaman a las administraciones más recursos que garanticen el derecho al ocio de TODOS los niños y niñas, "en la organización de las actividades o en la contratación de las empresas que los van a llevar a cabo, deben tener presente que todos los campamentos deben ser inclusivos, deben tener personal suficiente y formado que pueda apoyar a cualquier participante, debe ser accesible, debe ser flexible y garantizar distintos niveles de participación en las actividades… En definitiva, los campamentos de dependan de fondos públicos se deben diseñar desde el inicio para que cualquier niño o niña pueda participar".

También tienen que garantizar, añade, "que la normativa y la información para acceder a estas actividades sea clara y no tolere la discriminación; que haya suficiente oferta para que todas las familias que quieran puedan llevar a sus hijas/os de campamento y se premien las buenas prácticas de ocio inclusivo que hacen algunas organizaciones, visibilizando que la inclusión es posible".  

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