Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

El pescado gallego

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo y el candidato a la Xunta, Alfonso Rueda, durante el acto electoral que los populares han celebrado este viernes en Lalín.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo y el candidato a la Xunta, Alfonso Rueda, durante un acto electoral que los populares celebraron en Lalín.
EFE
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo y el candidato a la Xunta, Alfonso Rueda, durante el acto electoral que los populares han celebrado este viernes en Lalín.

En Galicia, no todo el pescado está vendido. No me refiero al que sus barcos llevan a los puertos gallegos en cuyas lonjas subastan el mejor pescado del mundo. Me refiero al pescado electoral. Esta noche se cierra la campaña y el domingo más de dos millones de gallegos están llamados a las urnas para decidir quién les gobierna los próximos cuatro años.

Cuando el 21 de diciembre el presidente de la Xunta quiso adelantar seis meses las elecciones autonómicas lo hizo desde la convicción de que el clima adverso a la ley de amnistía sería determinante para revalidar la mayoría absoluta del PP en su comunidad. Dos meses después, y a las puertas de los comicios, todas las encuestas, salvo la del CIS que se la da más justa, le auguran una victoria clara, aunque no tan holgada como para dar por segura esa mayoría absoluta y dormir tranquilo el fin de semana. El propio Feijóo ya le advirtió a su patrocinado Alfonso Rueda de que no se confiara.

Los últimos sondeos que la ley electoral permite se realizaron antes del estrépito desatado cuando «fuentes autorizadas» del PP informaron de que durante 24 horas se valoró la amnistía a Puigdemont, su disposición a indultarle si se diesen una serie de condiciones. El ruido ha sido mayúsculo y las urnas determinarán si ese arrebato de sinceridad repercute en el resultado y en qué sentido.

No hay que olvidar la naturaleza moderada y pragmática que caracterizó al hoy presidente del PP mientras gobernó en Galicia, con cuatro mayorías absolutas consecutivas, y que contrasta con los discursos duros e hiperbólicos desde su irrupción en política nacional para mantener los equilibrios con el ala dura del partido. Ninguna formación ha sabido imbricarse en la sociedad gallega como el PP compatibilizando la identidad galaica con la española. Ese galleguismo moderado e inteligente es el que le condujo a esconder las siglas del partido en las campañas electorales y que ahora han vuelto a exhibir en los mítines de Alfonso Rueda.

El adelanto de las elecciones ha favorecido las expectativas de la candidata del BNG. La de Ana Pontón era la única candidatura clara a la izquierda y la que llevaba tiempo trabajándose un liderazgo que, según los sondeos, premiará de una forma u otra el electorado. A los demás les pilló sin calentar y todo parece indicar que lo pagarán caro en las urnas empezando por el socialista José Ramón Gómez Besteiro y terminando por la candidata de Sumar, Marta Lois, cuyo escaño está en el aire desde que Pablo Iglesias decidió vengarse de Yolanda Díaz en sus carnes. Desde Galapagar, quien mueve los hilos de Podemos tumbó el acuerdo al que llegaron para que los morados y Sumar fueran juntos. Esa dispersión del voto a la izquierda del PSOE, además de comprometer sobremanera la elección de Lois, dificulta aún más la posibilidad de sacar al PP de la Xunta.

De haber una aritmética ajustada podría ser decisivo el escaño al que aspira Democracia Ourensana, el minipartido del alcalde de Ourense, y otro tanto ocurriría si Vox lograra otro, una posibilidad que solo contempla el CIS y sin determinación.

Para los estudiosos del electorado galaico, el factor del que puede depender quién gobierna Galicia es la participación. Por experiencias pasadas, los expertos consideran que cuanto mayor sea la abstención más posibilidades tiene el PP de alcanzar la mayoría absoluta a la que aspira. Solo una fuerte participación le daría a la izquierda alguna posibilidad de gobernar. Y ese pescado es el que falta por vender.

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