Noelia, de 23 años: "La soledad es un vacío enorme, no sientes estar viva, no sientes nada"

Una chica joven.
Una chica joven.
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Una chica joven.

Soledad y acoso escolar fueron de la mano en el caso de Noelia, una joven de 23 años. El maltrato psicológico que sufrió en las aulas del instituto le hundió en un pozo del que consiguió salir después de seis años. "Sentía un vacío enorme, es indescriptible; no sentía estar viva en la tierra, ni el frío, por eso recurría a la autolesión para llegar a sentir algo, para sentirme viva", explica en una entrevista.

Noelia es uno de los rostros de la soledad no deseada que han sentido el 70% de los jóvenes en algún momento de su vida y que actualmente sufre uno de cada cuatro jóvenes en España. Una soledad que afecta más a las chicas y que mantiene una fuerte relación con el acoso escolar.

Según un estudio del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada SoledadES, el porcentaje de jóvenes que han sufrido acoso en las aulas es casi el doble si sufrían soledad no deseada (el 58,1% mientras que es del 32,1% si no la sufren). También muestra la vinculación con los problemas de salud mental: las personas que sufren soledad padecen en su gran mayoría algún problema de ansiedad o depresión (el 77,8% de los casos, frente al 34,8% de las que no sufren soledad).

Todo empezó en el instituto

"En segundo de la ESO me empecé a encontrar mal, no encontraba pasión por nada y no aceptaba que yo estaba mal. Sentía una apatía intensa y no sabía por qué, hasta que fue todo un bucle muy fuerte y me diagnosticaron depresión grave", cuenta Noelia.

"Me sentí muy sola en esas últimas etapas de la ESO cuando se metían conmigo. Tenía un grupo muy reducido de amigos, pero aún así, era ir a clase y sentirme muy sola y eso lo arrastraba en casa", recuerda.

Noelia cree que abordar el acoso escolar es complicado porque habitualmente víctimas y acosadores son conocidos, y más aún cuando no hay agresiones físicas, aunque haya amenazas. "Es muy duro, continuamente riéndose de mi, haciéndome el vacío y si intentaba ir a un grupo yo era la peste".

Aunque ese acoso duró dos años, las secuelas y las cicatrices permanecen durante años, como "los problemas de falta de autoestima, el tener miedo a decir algo que no le pueda caer bien a la gente, estar dosificando la información de mi vida o intentar imitar a las otras personas para que todo que sea más normativo".

La salida: una meta y sentirse acompañada

Tras varias etapas en la que parece que todo está superado, vinieron también recaídas. Para Noelia, que ya se ve fuera del pozo, lo más importante es marcarse una meta e ir a por ella. "Lo que más me ha ayudado a salir y a vencer esa apatía he sido yo misma, porque me propuse cambiar, superar todo lo que estaba viviendo y ponerme la meta de estudiar Físicas", en lo que está ahora.

Cree que hay dos tipos de soledad, "la de sentirse solo y otra es estar solo; cuando te sientes sola porque no te sientes querida, necesitas que la gente te demuestre su apoyo".

Valora gestos como los de sus amigos cuando la sacan a dar una vuelta si ven que sobrevuela de nuevo esa soledad. Hace dos años participó en un campamento de un proyecto europeo sobre el cambio climático junto a Ayuda en Acción y comprobó que ya podía ser ella misma.

"Me vino muy bien porque fue como la prueba de fuego, ver si me desenvolvía bien entre personas totalmente desconocidas y me integré muy bien, la verdad, fui muy feliz".

"Me quedan cicatrices, no se borran; pero también pienso que todo esto me ha hecho una persona más resiliente de lo que podía haber sido antes. Yo sé ahora con 23 años lo que quiero y lo que no quiero en mi vida", concluye.

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