Alemania, el nuevo destino de los docentes de Infantil ante la gran demanda de empleo: "El máximo aquí son seis niños por educador"

Arancha, en su escuela de Alemania.
Arancha, educadora infantil de Cádiz que ha emigrado a la ciudad alemana de Frankfurt.
Cedida
Arancha, en su escuela de Alemania.

Cuando Arancha Pecci, gaditana de 30 años, terminó de estudiar Educación Infantil en la Universidad de Cádiz, sus opciones de trabajo quedaron restringidas a opositar o dejar atrás su ciudad natal ante la falta de oportunidades laborales. La primera de ellas, como cuenta a este diario, no entraba en sus planes en ese momento. La segunda, motivada por la falta de vacantes en su región, la llevó a inscribirse en una oferta en la que se buscaban educadores infantiles en Frankfurt. Allí llegó en pleno inicio de la pandemia, marzo de 2020. Y a punto ya de cumplir cuatro años sigue convencida de que fue la mejor decisión que pudo haber tomado: "Lo pones todo en una balanza y aquí se está muy bien".

Para llegar allí, además, la convocatoria a la que se apuntó no exigía tener conocimiento alguno de alemán, de hecho, solo pedía haberse graduado y tener disponibilidad para hacer un curso de idioma desde cero. "Yo decía, 'me voy a morir", asegura esta gaditana. A pesar de esas primeras dudas, realizó el proceso de entrevistas, fue seleccionada, estudio alemán y acabó instalándose finalmente a más de 2.000 kilómetros de su casa. 

Su caso es el mismo que el de tantos otros que han tenido que emigrar a otro país europeo para encontrar trabajo. Pero su destino, en concreto, estuvo motivado porque Alemania se ha convertido en uno de los grandes demandantes de educadores infantiles para sus escuelas. Quienes emigran cobran, de media, unos 3.600 euros al mes. Según explica a 20minutos Eduardo Villanueva, responsable de Relaciones Instituciones de Helmeca, una de las empresas que se dedican a conectar españoles con escuelas germanas, en este país se tienen que cubrir unas 430.000 plazas para niños en los centros infantiles de cara a los próximos años, lo que equivale a la contratación de más de 300.000 profesionales. Unos números que explican por qué necesita a tanto educador ahora mismo. 

Como asegura Villanueva, la situación se debe asimismo a un conjunto de factores. Por un lado, expone, el país creó hace pocos años una ley por la que todos los niños tenían derecho a una plaza en una escuela infantil, lo que motivó que empezaran a construirse una gran cantidad de centros. Además, en Alemania no existe la carrera universitaria de Educación Infantil: "Lo que hay es una Formación Profesional de tres años que se hace junto a las escuelas, por lo que estas tienen que formar a su propio personal y eso conlleva tiempo. No hay una bolsa de titulados a la que las escuelas puedan acudir cuando se queda vacante el puesto de educador". 

A ello se une el propio concepto pedagógico de los centros alemanes, bajo el que las ratios niño-profesor son realmente pequeñas. "El máximo son seis niños por educador en la etapa 0-3 años, o hasta 12 niños como mucho si hablamos de la etapa 0-6", cuenta Villanueva. "Las escuelas alemanas siguen, por un lado, formando a sus educadores, pero a la vez buscan mucha gente que esté ya titulada . Hace falta personal ya, de ahí que se vean obligados a contratar gente de fuera", añade. 

Arancha, de Cádiz a Frankfurt

Arancha relata que su experiencia empezó primero tras encontrar la oferta en internet: "Pensé que no era para mí porque no se me dan bien los idiomas y nunca había salido de mi casa". Un pensamiento que le llevó a dejarlo pasar hasta que, un año después, volvió a ver la misma oferta de trabajo. Tras consultar con un excompañero que había realizado el mismo curso, todas sus dudas se despejaron. La joven envío la solicitud y tras el proceso de varias entrevistas, se movió hasta Madrid para hacer el curso de alemán: seis meses de forma intensiva, de lunes a viernes, cinco horas cada día. Todo ello para acabar obteniendo un B2 en el idioma. 

"Yo no controlaba ni inglés ni nada e iba muy asustada, pero todo el mundo empieza de cero. El primer día ya me dijeron 'venga a leer", declara. Tras obtener el certificado, viajó hasta Frankfurt para instalarse, donde asegura que la acogieron con los brazos abiertos: "Se tiene la impresión de que los alemanes son muy serios y muy distantes. A mí me aceptaron muy bien, incluidos todos mis compañeros de la escuela. Aunque tuviera un B2, no te enteras del todo de algunas cosas, pero siempre preguntaba y me ayudaban". 

Arancha, educadora infantil de Cádiz que ha emigrado a la ciudad alemana de Frankfurt.
Arancha, en su escuela de Frankfurt.
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Arancha destaca además dos grandes ventajas del sistema educativo alemán: las bajas ratios y la escasa burocracia. "En España tienes que estar siempre programando en tu casa qué vas a hacer en clase, desarrollarlo, escribirlo, explicárselo a los niños.. En Alemania es totalmente diferente. Mientras haya una reglas fijas, se fomenta que los niños vayan aprendiendo según lo que les apetece". Por ello, esta educadora destaca la autonomía como la gran base de lo que se ha encontrado en el aula: "Se desarrolla muchísimo este aspecto, que se vayan poniendo los zapatos solos, la chaqueta, que vayan pidiendo permiso...". 

Bajo este objetivo, el aprendizaje infantil, indica, se fundamenta en el interés del niño: "En España como mucho hay un rincón dentro del aula que es el rincón de la cocina o algo así, pero en Alemania cada aula es diferente: hay una para disfraces, otra para construir cosas, otra para saltar, bailar y cantar... El niño elige dónde quiere estar, no se le obliga hacer nada". Como comenta Arancha, no todas las escuelas infantiles son iguales, pero sí la gran mayoría, y todas eligen un tipo de pedagogía u otra con las mismas características basadas en la independencia y libertad de los más pequeños. 

"Aquí no se trabaja con fichas. Cuando un niño te dice que le apetece colorear o aprender las letras, sí que se prepara algo, pero no de forma general. En España se obliga sí o sí a seguir unas determinadas fichas", relata la gaditana. Lo que en su caso comenzó con muchas dudas y sin siquiera conocer el idioma, se ha convertido finalmente en un viaje laboral en el que lleva ya casi cuatro años: "Estar en el extranjero es como una montaña rusa, se echa mucho de menos a tu familia y tu ciudad, pero vale la pena".

La experiencia de Alberto

Otro de los que emigró a Alemania es Alberto. Con 22 años, saltó de Madrid a la ciudad de Weisbaden, de unos 300.000 habitantes. "Es un lugar bastante tranquilo y más familiar", describe al otro lado del teléfono. Su puesta en marcha se produjo justo cuando estaba opositando. Mientras estudiaba, Alberto se apuntó al SEPE "por si salía algún trabajo". Y justo de allí le acabaron llamando para comunicarle que reunía todos los requisitos de una oferta en Alemania: "Me gustó y evidentemente acepté". 

Tras varias entrevistas individuales, le concedieron el puesto. Comenzó entonces el curso intensivo de cuatro meses de alemán en el que todo estaba subvencionado, incluido el viaje de una semana al país que hizo junto a sus compañeros para conocer qué escuelas podrían convertirse en su futuro lugar trabajo. Y por fin, tras el aprobado de los exámenes, pudo instalarse finalmente en su nuevo destino.

"Yo estuve en un colegio de concepto abierto. Aquí los educadores tenemos como norma y como fin ser ayudantes, es decir, proporcionar los materiales necesarios para el aprendizaje de los niños", describe sobre su día a día en la escuela germana. Alberto coincide con Arancha y explica que, mientras en España la labor del docente de Infantil se centra en el trabajo en el aula y en el desarrollo de unas rutinas, en Alemania los niños "pueden ir eligiendo qué hacer en su día a día". "Igual les apetece ir al aula de creatividad, donde hay materiales artísticos, al aula de descanso, con sofás para tumbarse, o salir al patio y explorar el bosque. No todas las escuelas son así, cada una puede elegir su modelo, pero sí la gran mayoría", asevera Alberto.

"En España hay un profesor por cada 25 o 30 alumnos. En Alemania hay cuatro educadores por cada 30"

Este docente destaca además esa otra característica fundamental que beneficia a Alemania frente a España: poder atender a pocos niños, lo que facilita centrarse en cada uno de ellos verdaderamente. "En España hay un profesor por cada 25 o 30 alumnos, en Alemania hay cuatro educadores por cada 30", sentencia. En cuanto a su estancia allí, Alberto no tiene tampoco ninguna queja: "Alemania es cara pero los sueldos son mucho más altos. La gente, además, te va ayudando mucho". 

Este madrileño estuvo finalmente dos años trabajando en esa escuela, el tiempo que figuraba en su contrato inicial. El centro educativo le ofreció seguir, pero él optó por volver a su casa. Ahora, recién llegado a Madrid, dedica su tiempo a prepararse de nuevo las oposiciones ya con la experiencia adquirida. Aunque esté centrado otra vez en conseguir una plaza de funcionario, afirma que sigue manteniendo el contacto por si la ocasión vuelve a repetirse: "Yo tuve una gran experiencia y siempre hay una oportunidad de volver". 

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