OPINIÓN

El sanchismo sin complejos se instala en el PSOE

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso de los Diputados, en el Palacio del Senado, a 10 de enero de 2024, en Madrid (España). El Pleno del Congreso, en su primera reunión del año, debate y vota los objetivos de estabilidad presupuestaria y de deuda pública para el conjunto de las administraciones, un primer paso en la tramitación de los Presupuestos Generales de 2024. El Gobierno de coalición cuenta con apoyos..10 ENERO 2024;CONGRESO;PRESUPUESTOS GENERALES;DÉFICIT;POLÍTICA;SENADO;PLENO;DIPUTADOS;..Alejandro Martínez Vélez / Europa Press..10/01/2024 [[[EP]]]
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. 
Alejandro Martínez Vélez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el pleno del Congreso de los Diputados, en el Palacio del Senado, a 10 de enero de 2024, en Madrid (España). El Pleno del Congreso, en su primera reunión del año, debate y vota los objetivos de estabilidad presupuestaria y de deuda pública para el conjunto de las administraciones, un primer paso en la tramitación de los Presupuestos Generales de 2024. El Gobierno de coalición cuenta con apoyos..10 ENERO 2024;CONGRESO;PRESUPUESTOS GENERALES;DÉFICIT;POLÍTICA;SENADO;PLENO;DIPUTADOS;..Alejandro Martínez Vélez / Europa Press..10/01/2024 [[[EP]]]

Lo ha dicho este fin de semana la número dos del PSOE y del Gobierno, María Jesús Montero: "Estamos orgullosas de ser sanchistas". La dirigente mejor situada para coger el timón del partido cuando Pedro Sánchez lo suelte ha sintetizado como nadie el transformador viaje realizado por su actual líder en el PSOE.

La reciente Convención de los socialistas en A Coruña no sólo ha servido para cerrar filas ante la presión y el acoso que sufren sus militantes y cargos por la Ley de Amnistía o para empujar la campaña gallega. También ha escenificado que el sanchismo sin complejos está instalado en el partido y que el modelo del presidente ha llegado al PSOE para quedarse.

Alberto Núñez Feijóo apoyó, sin pretenderlo, la consolidación de la marca de su adversario cuando fio su estrategia de las últimas elecciones generales al lema "derogar el sanchismo". Todo se reducía a expulsar del poder al origen de todos los males del país. Seis meses después del adverso resultado electoral para el PP la vicepresidenta Montero lo explicaba así ante sus compañeros en Galicia: "El sanchismo es que Núñez Feijóo no haya podido gobernar este país". A slogan reduccionista, respuesta simple. Aunque quizá no lo sea tanto.

Montero desgranó su frase a continuación como "la posibilidad de seguir avanzando en derechos, libertades, justicia y convivencia". Y eso es lo que los socialistas parecen decididos a seguir ‘comprándole’ a Pedro Sánchez, por mucho que les duelan las cesiones a los independentistas catalanes: esa posibilidad que solo se tiene desde el Gobierno.

Quienes desde la derecha política y mediática mantienen la existencia de un soterrado y creciente descontento en las filas socialistas con la dirección de Sánchez y alientan, incluso, una supuesta realidad de dos PSOEs, apoyados en las manifestaciones de Felipe González o Emiliano García-Page, no deben tener bien graduada la vista ni afinado el olfato.

Hace unos días se cumplían diez años desde la exitosa irrupción en el mapa político español de Podemos. Tras sus sucesivas crecidas electorales, que llegaron a alumbrar sondeos con un posible sorpasso a los socialistas, la inquietud de sus dirigentes llegó a dar paso a una incertidumbre que Josep Borrell resumió muy acertadamente cuando dijo: "Nuestro problema es que nuestros hijos ya no nos votan a nosotros, sino a Podemos".

El PSOE de Felipe González y de Alfredo Pérez Rubalcaba no había evolucionado a la par que la sociedad española pero, sobre todo, ni siquiera se había percatado de ello. El de Sánchez, por el contrario, lo ha vuelto a llevar al poder, ha sido capaz de gobernar con los morados y hoy vislumbra su declive electoral desde La Moncloa.

Pedro Sánchez y su mito empezó a fraguarse cuando el PSOE más rancio, o más "de Estado" según la terminología actual de Génova, lo destituyó por negarse a entregar el Gobierno a Rajoy. Las bases de su insólito y triunfal regreso al liderazgo socialista meses después son las mismas que hoy sujetan la dificultosa marcha de su Gobierno. ¿Vender España por siete votos? Los socialistas ya no sienten vergüenza en encajar ciertas críticas. La agenda social lo vale, aseguran. Y ese posibilismo, tan en el origen de la ‘izquierda real’ que siempre ha reivindicado el PSOE, es también el mismo sanchismo sin complejos que se ha presentado este fin de semana en A Coruña.

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