Aunque vayan al mismo colegio, tengan a los mismos profesores, la misma edad y vivan en el mismo barrio, la evolución académica y las expectativas de futuro de un alumno gitano respecto a uno perteneciente al resto de la población no tienen nada que ver. Un alumno de familia gitana probablemente pase menos años formándose en la educación reglada, con la altísima probabilidad de haber repetido antes incluso de alcanzar la Secundaria, y en un proceso de frustración y desmotivación que le empujará a abandonar los estudios antes de tiempo. La situación, además, apenas ha mejorado con respecto a hace una década, según denuncia este miércoles la Fundación Secretariado Gitano en un informe sobre la situación educativa del alumnado gitano. 

Partiendo de la base de que la tasa de pobreza infantil entre la población gitana triplica a la de la población general -86,2% frente al 28,7%—, es evidente la desventaja. Aunque el desequilibrio va en doble sentido. Como apunta la fundación, una educación adecuada es el "principal trampolín" para salir de la situación de exclusión en la que están la mayoría de sus miembros. 

Y es que la desigualdad es evidente: si a los 16 años, prácticamente todos los alumnos (el 95,6%) siguen escolarizados, en el caso del estudiantado gitano esa proporción se reduce hasta el 53,7%, y sigue disminuyendo a medida que aumenta la edad. A los 20 años, apenas el 8,5% sigue estudiando —frente al 64% del resto de la población. A los 24, no llega ni al 2%, esto es, 26 puntos menos que el resto. 

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Para explicar este 'descolgamiento', la Fundación Secretariado Gitano ha identificado las diferentes circunstancias que, a lo largo de la infancia de esta población, van propiciando su salida del sistema educativo. Una matriculación tardía, la falta de herramientas para poder atender mejor a los alumnos más vulnerables, la incapacidad del sistema para retener a este alumnado, el abuso de la medida de repetición de curso, la discriminación sufrida o la poca vinculación de las familias en la comunidad educativa son solo algunas de ellas. Conclusiones a las que llegan tras encuestar a un total de 7.285 personas —4.120 menores de 25 años—; y a un total de 166 centros educativos de Infantil, Primaria y Secundaria. 

Menor esperanza de vida escolar

Una de las problemáticas detectadas es que el alumnado gitano tiene una menor permanencia en la educación: hay muy poca matriculación en Infantil y el abandono temprano es mucho más precoz, lo que hace que la llamada "esperanza de vida escolar" sea, cuando tienen cinco años, de apenas 12,2 años. Es decir, que de media, se espera que pasen seis años y medio menos estudiando que el resto de la población.

¿El resultado? El 40% del alumnado gitano deja los estudios al cumplir los 16 años, por cansancio, desinterés y el deseo de buscar empleo. Y, para las mujeres gitanas, las obligaciones familiares también juegan un papel muy importante a la hora de abandonar los estudios. Además, el informe aporta otro dato revelador que pone en duda la eficacia de la medida de repetir curso para ciertos supuestos: solo el 17,8% de los alumnos gitanos que abandonaron la escuela al cumplir los 16 años nunca había repetido. 

Porque ya hay señales de desmotivación mucho antes de esa edad. A los nueve años, más de uno de cada cuatro (el 27,5%) ha repetido curso por lo menos una vez. A los 15 años, un 68%; y a los 13, la mitad. De hecho, en 4º de la ESO apenas el 32% del alumnado gitano tiene la edad que correspondería para ese curso. Esta situación se refleja también en la tasa de abandono escolar temprano, que, aparte de estar disparada —el 86,3% de los jóvenes de 18 a 24 años han alcanzado como máximo la ESO—, ha crecido casi 15 puntos en la última década, en contra de la tasa general (que ha bajado del 25% en 2012 al 13,3% en 2022). 

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Lo mismo sucede con la tasa de fracaso escolar, que hace referencia a los jóvenes de 16 a 24 años que no se graduaron en Secundaria: si entre la población general el porcentaje es de apenas el 4%; en el caso del alumnado gitano, esa tasa se multiplica por 15, hasta el 62,8%. 

La situación es preocupante, sobre todo teniendo en cuenta que, según alerta el informe, la reincorporación a los estudios ha caído en picado en la última década: si en 2012, el 21,3% de los jóvenes de entre 12 y 17 años se reincorporaba a los estudios; en 2022 apenas lo hacía el 10,9%. Además, casi tres de cada cinco jóvenes gitanos de entre 16 y 24 años ni estudian ni trabajan y, de estos, un 60% está en desempleo, pero buscando trabajo; y un 23,5% se dedica a tareas de la casa o cuidado de niños o mayores, en este último caso las mujeres. 

Según advierte la Fundación, los datos del informe nos sitúan "muy lejos" de lograr los objetivos marcados en la Estrategia Nacional de Inclusión de la población gitana, y del nuevo Marco estratégico de la UE para la igualdad, la inclusión y la participación de los gitanos. Este último recomienda a los Estados miembros garantizar la igualdad efectiva en el acceso de todas las personas gitanas a todas las etapas de la educación y combatir toda desigualdad y desventaja en el ámbito educativo.

El documento urge a impulsar "las políticas educativas necesarias para compensar las desventajas y conseguir que la población gitana cuente con una educación adecuada a sus necesidades". "Si el alumnado gitano asiste por lo general a la escuela y a lo largo del tiempo va perdiendo sus expectativas hacia la educación hasta abandonar esta, de modo muy generalizado a los 15-16 años, y además a medida que pasan los años tienen mayor retraso educativo, es evidente que una parte importante de la responsabilidad está en el propio sistema educativo y en su insuficiente capacidad para ofertar una enseñanza que sea adaptada, inclusiva, y compense las desventajas de la población gitana", sentencia el informe.