¿Quién cuida de las personas cuidadoras? "La sociedad todavía no entiende que son una figura clave en el Estado de bienestar"

Una mujer mayor en silla de ruedas y su cuidadora pasean por el centro de Madrid.
Una mujer mayor en silla de ruedas y su cuidadora pasean por el centro de Madrid.
Jesús Hellín / Europa Press
Una mujer mayor en silla de ruedas y su cuidadora pasean por el centro de Madrid.

María Solans tiene 27 años, pero trabaja todos los días con personas que le triplican la edad. Su labor es la de las más de cinco millones de ciudadanos que se dedican al cuidado de dependientes en España; sean médicos, enfermeros, trabajadores sociales o familiares. Cuidadoras, más bien, porque más del 80% son mujeres. Son quienes sostienen una red de cuidados que, paralelamente, mantiene en pie a toda la estructura social y económica. Son quienes cuidan para que no cuiden otros, y lo hacen pese a la precariedad de un sector todavía poco valorado. Pero, ¿quién cuida a las cuidadoras?

"El máximo sueldo al que puedes optar estando en el servicio de ayuda de domicilio en Madrid es de 1.300 euros al mes", cuenta Solans, trabajadora social y ayudante de coordinación en el servicio de ayuda a domicilio del consistorio de la capital. El salario medio de una cuidadora ronda los 15.000 euros brutos al año. Ni ocho euros por hora trabajada.

Y luego están quienes no reciben nada a cambio. En España, el 76% de las mujeres de 18 a 74 años se dedica al cuidado de hijos, nietos o personas con discapacidad todos los días: un 20% menos que los hombres, según el Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE). De media, las españolas utilizan 263 minutos por día para realizar trabajo doméstico y de cuidados a miembros de su hogar y, según la OIT, ese trabajo representa un 10,3% del PIB nacional.

Su papel es crucial, y lo irá siendo en mayor medida con el tiempo. Las últimas estadísticas ya hablan de un "sobreenvejecimiento" de la población, impulsado por la bajada de la natalidad y una esperanza de vida cada vez más alta. La generación del baby boom se está haciendo mayor, pero también hay cada vez más octogenarios y centenarios que llegan a esa edad gracias a una tasa de supervivencia más elevada. Según cálculos del CSIC, en 2050, un tercio de la población tendrá más de 65 años, lo que pone el foco en un asunto clave: ¿Cómo sostener ese peso partiendo de un sistema saturado?

Cuidar de quienes cuidan

"Tenemos que dejar de ver a los cuidados desde el punto de vista del gasto. Es una inversión. Si no lo vemos así, si no tenemos en cuenta que se trata de un servicio esencial… recogeremos los frutos. Porque el coste emocional del cuidado se traduce en gasto sanitario. Si no lo atiendes sabes que se va a incrementar otra partida presupuestaria por sobrecarga, depresiones, etc.", cuenta a 20minutos Daniel Rueda, profesor de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

De hecho, según datos del INE, el 62% de los cuidadores dice que tiene problemas de salud derivados de los cuidados; y, a los ocho años de estar prestándolos, el 56% se siente deprimido y el 63% ha tenido que ponerse en tratamiento para poder llevar la situación. "Hay que dignificar y reconocer la figura del cuidador, que es también un agente de salud, puesto que su misión consiste en prestar apoyos, tanto emocionales como de cuidados. Y esto todavía no se valora lo suficiente. La sociedad no entiende que son una figura clave en el estado de bienestar", insiste Rueda.

¿Hacia un cambio de modelo?

Así lo advirtió también la ONU hace apenas una semana, cuando urgió a gobiernos, empleadores, sindicatos y ciudadanos a adoptar "medidas urgentes" sobre la organización del trabajo de los cuidados. En España, el camino que se está tomando es el de la desinstitucionalización. El de intentar que, si no todas, la mayoría de las personas dependientes sean atendidas en sus casas. 

"Es un cambio de modelo, que obviamente no va a llegar de un día para otro, pero sí a medio plazo. El diagnóstico está hecho, se sabe que el sistema tiene muchas limitaciones y de lo que se trata es de hacer un cambio. Hay que incorporar herramientas de innovación social que den una respuesta a esta necesidad que ya está encima de la mesa. Dar cuidados de calidad en la comunidad, en los hogares, y a mucha más gente que a la de ahora. Porque  si no vamos a ser muchísimos más, y con insuficiente número de profesionales", asevera Sara Ulla, Coordinadora de Estudios y Apoyo Técnico del Imserso. 

Converge en esta coyuntura también un factor económico. Según cuenta Solans, la mayoría de usuarias con las que trabajan ella y sus compañeras son mujeres mayores con alzhéimer que viven solas en casa. Suelen ser viudas que fueron amas de casa durante toda su vida y que ahora cobran una pensión no contributiva de en torno a los 400 euros que no les permite ingresar en una residencia privada. "A lo único que pueden tener acceso es al servicio de ayuda a domicilio, que son auxiliares que van a ayudarlas con lo que necesiten, pero una o dos horas al día como máximo, tres o cuatro días a la semana. Pero si necesitan más horas, tienen que pedir un aumento en la Seguridad Social, y en la mayoría de ocasiones no pueden porque no saben ni siquiera dónde ir. Al final son personas que están completamente atrapadas en sus casas", detalla.

Familiares y mujeres: la otra cara de la moneda

En la teoría, el servicio de atención a domicilio está bien. Pero, como todo, sin recursos suficientes, es una prestación que se queda coja. Al final, quienes también cargan con el peso de los cuidados, más allá de los profesionales acreditados, son las madres, hijas o sobrinas de las familias. Las llamadas cuidadoras no profesionales. Según el INE, casi el 70% de las personas cuidadoras de dependientes son familiares. Mujeres, en la mayoría de casos, de entre 45 y 64 años que dedican más de 20 horas a la semana a esa labor. 

"En una investigación que hicimos con COCEMFE, vimos que cuando el hombre es dependiente, el 40% de las mujeres, de las esposas, son las que prestan el apoyo. Pero si es la mujer dependiente, el marido solamente representa en el cuidado un 13%. ¿Quién lo hace entonces? La hija. Ahí hay una desigualdad desde el punto de vista de género que también nos dice cómo se reparten estas tareas dentro de la unidad familiar", explica Rueda. 

La balanza está, por tanto, desequilibrada. El peso de los cuidados recae en ellas, con los perjuicios económicos, profesionales y de salud que ello implica. Es, según el EIGE, una de las causas de raíz de la desigualdad de género en la sociedad. Para Ulla, del Imserso, uno de los caminos a seguir en este sentido pasa por reconocer el trabajo de esos cuidados informales. 

"Si hay una persona que ha estado cuidando a un familiar durante años, quizás pueden articularse vías de acreditación. Igual que hay muchas mujeres que son trabajadoras domésticas, pero en verdad están prestando cuidados. No es algo que esté diseñado todavía, es solo una posibilidad, pero serviría para que puedan tener una carrera profesional, y que, si quieren progresar, tengan oportunidades, mejores condiciones... El sector de los cuidados estaría más reconocido, y puede ser un nicho laboral importante para miles de personas", incide. 

Varios países ya están empezando a ser conscientes de la importancia de un sector hasta hace nada relegado al olvido —la pandemia ha jugado un papel crucial en ese cambio de percepción—. Quizás no con la rapidez y dedicación que se requeriría, según han denunciado ya varias organizaciones; pero, en España, por ejemplo, el presupuesto para la atención a la dependencia alcanzó en 2023 la cifra récord de 3.522 millones de euros, un 21,4% más que en 2022, y más del doble que el que se destinó a esta misma partida hace cuatro años.

"Somos responsables del modelo de sociedad que queremos y hablamos de igualdad o no hablamos de nada", reivindica Daniel Rueda. Y el camino para ello es cuidar de los que cuidan. Dignificar sus condiciones, su profesión, para con ello fortalecer una red de cuidados sin la cual el sistema colapsaría. 

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