Joaquim Coll Historiador y articulista
OPINIÓN

Sánchez y Groucho

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante el acto de partido en La Rinconada.
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante el acto de partido en La Rinconada.
Julio Muñoz / EFE
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, durante el acto de partido en La Rinconada.

Tras la investidura fracasada de Núñez Feijóo, que por lo menos sirvió para despejar las dudas sobre su liderazgo dentro del PP y para poner en marcha el cronómetro de la repetición electoral, llega la hora de la verdad. El rey encargará a Sánchez que intente la suya, aunque de nuevo no habrá podido escuchar a los portavoces de ERC, Junts, Bildu y BNG, que chulean al jefe del Estado, negándose a reunirse con él, dejando en papel mojado lo que dice la Constitución. Es una actitud inaceptable, pues para ser republicano o independentista no hace falta ser maleducado. 

El rey podría alegar que no conoce la opinión de esos partidos, cuyo sentido del voto no puede suponer, y no designar al líder socialista, que de entrada cosecha más votos negativos (170) que favorables (153). Obviamente no lo hará, y atenderá a la palabra de Sánchez de que está en condiciones de lograr los apoyos suficientes. Felipe VI no va a crear una crisis constitucional añadida, claro está, pero esa reiterada desconsideración institucional no deja de ser menos grave.

Seguramente, aunque hubieran acudido, el rey tampoco habría salido de dudas, porque no hay ningún acuerdo cerrado todavía. De aquí hasta que se vote la investidura de Sánchez vamos a asistir a una guerra de declaraciones. Se harán mil conjeturas. Lo que sí sabemos es que los socialistas están dispuestos a aceptar una amnistía que hasta hace dos días consideraban inconstitucional e inaceptable políticamente. También que los separatistas presionan, y lo harán hasta el final, para avanzar en la consecución de un referéndum de autodeterminación, que tanto desde el PSOE como el PSC rechazan, aunque bien es verdad que empieza a fallarles la credibilidad.

La solución puede venir de la mano de Groucho Marx, justo cuando este año celebramos el 90 aniversario de una película tan hilarante como Sopa de ganso. Hace unos días, el diputado Óscar Puente, que actuó de mamporrero contra Feijóo y que dada su proximidad a Sánchez se le puede considerar como un oráculo de sus intenciones, afirmó que, si bien veía "inviable" un referéndum, "una consulta para valorar el marco de una consulta" sí cabe dentro de la Constitución.

La frase es digna de Groucho, cuyo humor surrealista y fatalista describe bien la situación que vivimos en España. Es decir, la autodeterminación directa, a bocajarro, no, pero sí a una consulta para decidir qué tipo de votación. ¿Una consulta para decidir si se pone a votación la secesión? Delirante. El acuerdo que acaben firmando será propio de una comedia de los hermanos Marx, lleno de eufemismos y equívocos, y tal vez debiera incluir una coda final parodiando la famosa frase de Groucho: "Estas son mis promesas, pero si no le gustan, tengo otras".

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