Morir de miedo es perfectamente posible, así funciona esta necesaria y peligrosa emoción

Morir de miedo es perfectamente posible, así funciona esta necesaria y peligrosa emoció
Morir de miedo es perfectamente posible, así funciona esta necesaria y peligrosa emoció
Morir de miedo es perfectamente posible, así funciona esta necesaria y peligrosa emoció
Morir de miedo es perfectamente posible, así funciona esta necesaria y peligrosa emoció
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¿Qué falta más de un mes? ¡No importa! Las tiendas lo saben y ya podemos encontrar montones de productos listos para esta festividad: calabazas, esqueletos, fantasmitas… Lo mismo puedes vestir a tu gato de Belcebú que cocinar magdalenas rellenas de sangre, perdón, cupcakes monstruosos con sirope de fresa ;-)

¿Y en el cine? Tres cuartos de lo mismo; empiezan los estrenos terroríficos. Ha vuelto Saw, con su X entrega y promete traernos todo un repertorio renovado de torturas y desmembramientos (¡oh! cuánto la echábamos de menos). También repite La monja, con su segunda entrega, porque claro, ¿qué puede dar más miedo que una señora acosadora y putrefacta vestida de hábito, que ha renegado de Dios para aliarse con el Maligno? ¿Se os ocurren pocas cosas peores? A nosotros también: los precios. ¿Los precios de qué?, os estaréis preguntando. Pues prácticamente de todo. Del cine, sin ir más lejos, que sale casi más a cuenta irse a cenar a un restaurante con estrellas Michelín que una tarde de cine y menú de palomitas y refresco.

Pero, volvamos a Halloween, esa festividad cuya procedencia se sitúa en las celebraciones paganas de los festivales de la cosecha de origen celta, como el festival gaélico de Samhain. Se dice que es una noche en la que el velo entre los vivos y los muertos se vuelve tan fino que unos y otros pueden cruzar al otro lado. Se cuentan historias, se dan sustos… ¿Por qué? pues porque, al igual que con el picante, tenemos una relación complicada de amor-odio con el miedo: nos gusta, pero nos asusta y eso hace que nos guste más. Las pelis, los cuentos, las casas del terror, no son realmente buenas si no te aterran de verdad. Estaréis de acuerdo, ¿no?.

Pero, ¿qué es el miedo? Literalmente cuando lo buscamos, pone lo siguiente: "1. Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario. 2. Sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo deseado".

Que sí, que realmente todos sabemos lo que es el miedo por experiencia propia en nuestras carnes. ¿Quién no lo ha padecido? Lo interesante es justamente lo que esas definiciones anteriores llevan implícito: el miedo lo creamos nosotros. La razón puede incluso no existir. Es más, a veces generamos miedo por algo que predecimos que quizá ocurra, pero que ya veremos.

Se trata de una emoción primaria, visceral, que deriva de nuestro instinto natural por evitar los riesgos y amenazas y que se manifiesta en todos los animales, incluyendo al ser humano. Solo que nosotros vamos más allá, porque tenemos la maravillosa capacidad de, no solo anticipar posibles peligros, sino inventárnoslos completamente. De ahí que la imaginación sea a veces nuestra peor enemiga.

Biológicamente hablando, nuestro cerebro entiende el miedo como un esquema adaptativo de comportamiento, un mecanismo de supervivencia y defensa; permite responder ante un peligro de forma rápida y eficaz. En este sentido es una adaptación necesaria, sin la cual, probablemente las especies no saldrían adelante. Imaginaos cualquier presa que se pasease inconsciente delante de las narices de sus depredadores. Poco futuro.

Y esto del miedo, ¿cómo funciona? Vamos a ponernos científicos. Neurológicamente hablando, esta sensación se provoca por la activación de una parte del cerebro llamada reptiliana ( y no, no hablamos de conspiraciones), se trata de la parte del cerebro que da respuesta a las acciones más esenciales y primitivas (comer, respirar…), y también del sistema límbico, que es otra región cerebral encargada de las emociones de supervivencia (lucha, huida…). Estos sistemas revisan de manera constante la información que les va llegando desde nuestros sentidos, incluso durmiendo, gracias a la amígdala cerebral, situada en el lóbulo temporal, estructura encargada de las sensaciones como el miedo y el afecto (amor). Curiosamente parece existir un claro antagonismo entre estas sensaciones, miedo y afecto: la hormona vasopresina es la que activa la amígdala desencadenando miedo y ansiedad, mientras que la hormona oxitocina la activa también pero para generar sensación de bienestar y afecto.

Más datos interesantes: el etanol (alcohol de toda la vida) inhibe la vasopresina, por eso perdemos ese miedo escénico cuando bebemos de más, y hay estudios que indican que los psicópatas sociales sufren atrofia de las amígdalas cerebrales, por lo que no tienen una percepción “normal” ni del miedo social ni del afecto; esa clara deshumanización que los caracteriza.

Pero el miedo también nos prepara. Produce cambios en nuestro cuerpo: incremento en el metabolismo celular, presión arterial y glucosa en sangre; nos acelera por si tenemos que reaccionar rápido. Y la sangre fluye a nuestros músculos mayores, especialmente en extremidades, por si la respuesta es luchar o huir. También aumenta la coagulación en sangre, por si llegamos a sufrir daños. Y la adrenalina, para no ser tan sensibles al dolor y mantener esa sensación de euforia. Y aunque no lo creáis también se producen modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos y las pupilas (típicos ojos de susto) para facilitar la admisión de luz, la expresión de la cara cambia… Son mecanismos maravillosos.

Bien, ya nos ha quedado claro que el miedo es necesario, pero llevado al extremo resulta perjudicial. Como todo. El terror también se retroalimenta, por ejemplo durante un ataque de pánico, al fijar la atención en el objeto que nos da miedo obviamos la perspectiva de todo lo demás, es decir, sólo sabemos concentrarnos en la fuente del peligro por lo que perdemos la capacidad de relativizarlo y ponderarlo respecto de su valor real. Esto ocurre especialmente con las fobias, donde se magnifica tanto el peligro que no se es capaz de razonar.

Y aquí va la gran pregunta: ¿te puedes morir literalmente de miedo? ¿Médicamente? sí. Aunque la causa del fallecimiento siempre sea un fallo fatal del organismo, como el corazón que deja de latir o el cerebro que colapsa, realmente la causa de estas lesiones sí puede ser el propio miedo.

Tal y como ya hemos visto, cuando estamos realmente asustados se produce más adrenalina de la normal en nuestro cuerpo, ésta acelera los latidos cardíacos mediante la apertura de canales de calcio en las células, las cuales al cambiar su potencial eléctrico por el Ca recibido provocan fuertes contracciones musculares. Lo que pasa es que si esta sensación no se modera y “se nos va de las manos” las cantidades de calcio liberado tampoco disminuyen por lo que al músculo no le da tiempo a relajarse; tendríamos un corazón constantemente contraído, lo que impediría un latido normal (contracción-relajación), lo que derivaría en una arritmia fibrilar ventricular por el ritmo cardiaco caótico y desacompasado. Al no haber un latido coordinado, la presión sanguínea en el cuerpo bajaría, por lo que el riego no llegaría al cerebro, con posible desmayo. Si esta situación no se revirtiera, bien por motu propio o por asistencia médica externa, estas condiciones podrían causar la muerte.

¿Y esto es común? ¿Pasa mucho? Pues más de lo que creíamos. Se tiene constancia de que, por ejemplo, ante situaciones peligrosas y estresantes tales como un terremoto o desastre similar, el número de muertes súbitas por fallo cardiaco aumenta significativamente.

Fijaos si puede llegar a ser real, que existe un estudio, del fisiólogo Walter Bradford, de la Universidad de Harvard, llamado Voodoo death (Muerte por vudú), publicado a finales del siglo XX, donde evidenció la muerte de una persona por mera sugestión de un chamán. Semejante poder, y semejante locura.

Así que disfrutad con mesura de los maravillosos terrores de Halloween, que cualquier excusa es buena para pasarlo bien, o deliciosamente mal, que para sustos reales ya tenemos las facturas, hipotecas… durante todo el año.

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