Cada 8 de agosto se celebra el Día Internacional del Gato. Esta fecha fue elegida por el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW) en 2002. Con esta efeméride, se pretende crear conciencia y promover el conocimiento, la ayuda y la protección de esta especie doméstica.
En España, tal como recoge el último estudio con datos sectoriales elaborado por ANFAAC, La Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía, tenemos casi 6 millones de gatos en nuestros hogares, o lo que es lo mismo, una de cada cinco casas tiene un felino como miembro familiar.
Sin embargo, a pesar de su popularidad como mascotas, el número de gatos abandonados no ha dejado de crecer desde 2007. En el año 2022, se recogieron 118.000 gatos en las protectoras españolas que colaboran con el estudio ‘Él nunca lo haría’ de la Fundación Affinity.
Gracias a esta infografía y sus datos recabados, a esos casi seis millones de gatos en los hogares españoles podemos sumar más de 44.000 felinos callejeros en colonias controladas, pero resulta imposible cuantificar cuántos gatos viven, o malviven, en las calles.
El largo viaje del gato montés africano
El Felis silvestris lybica o gato montés africano es un felino nativo del norte de África y todo Oriente Medio. Su aspecto externo es muy similar al de cualquier gato doméstico común con patrón tabby que podamos encontrar hoy en día, con un peso que oscila entre los 3 y 7 kilos.
Basándonos en la información recogida hasta la fecha, podemos afirmar que los gatos domésticos llevan con nosotros desde hace unos 10.000 años (probablemente más), y que su domesticación desde el Felis lybica tuvo dos lugares de origen: el Creciente Fértil y la zona de Anatolia, en Turquía.
Sin embargo, cómo comenzó esta relación sigue envuelta en el misterio. Probablemente, tal como sucede con los perros, hubo una mezcla de autodomesticación y domesticación dirigida, la conocida como vía mutualista desarrollada por Melinda Zeder, una de las mayores especialistas del mundo en el estudio de la domesticación de los animales.
El biólogo investigador Pedro Morell, experto en genética de poblaciones y evolución en la Universidad de Uppsala, en Suecia, profundiza en lo que pudo ser el inicio de aquella relación: “Es probable que los gatos monteses africanos aprovechasen los nuevos asentamientos que aparecieron durante el Neolítico para acceder a recursos, como los roedores y aves que eran atraídos por los depósitos de vegetales y granos”. Añade, también, que los gatos más atrevidos y sociales tenían más oportunidades de sobrevivir en dicho contexto, dado que su presencia era bien recibida para el control de plagas.
“Esta dinámica duró miles de años hasta la aparición de las grandes rutas comerciales de la Edad de Bronce, especialmente las marítimas, y la Ruta de la Seda”, desarrolla el investigador, “ahí es cuando parece marcarse un cambio destacable en nuestra relación con los gatos y estos pasan a expandirse hasta los confines de Europa y Asia”.
La relación entre el antiguo Egipto y los gatos domésticos merece una mención aparte, ya que llegó al extremo de otorgarles una condición divina. Aunque había varias divinidades egipcias representadas como animales, solo el gato disfrutaba de una protección especial.
En distintas etapas del antiguo Egipto, la posesión de un gato estaba prohibida y hacerles daño podía llevar a una condena de muerte por linchamiento popular, según algunos textos históricos.
La dispersión por Europa
A lo largo del proceso de domesticación, los gatos se convirtieron en valiosos compañeros no solo para los granjeros, sino también para los comerciantes, que comenzaron a llevarlos en sus viajes por tierra y por mar.
Uno de los descubrimientos arqueológicos más significativos que respalda la domesticación de los gatos es la tumba de hace 9.500 años encontrada en Chipre en 2004, donde se enterró a un humano de la era neolítica junto a su mascota felina. Sin embargo, la evidencia científica y material que nos indique cuán ampliamente distribuidos estaban los gatos en Europa antes de la Alta Edad Media es escasa.
Fue solo en el siglo XIII cuando comenzaron a aparecer con mayor frecuencia restos de gatos en el registro paleogenético y arqueozoológico europeo, lo que sugiere que su popularidad y presencia habían aumentado significativamente para entonces.
En uno de los últimos estudios realizados sobre su dispersión, “La historia del gato doméstico en Europa Central”, con Magdalena Krajcarz como autora principal, se han encontrado evidencias que desbaratan todo cuanto pensábamos de cómo se produjo el patrón de migración del gato domesticado desde sus regiones de origen.
La datación por radiocarbono ha revelado que en el norte de Polonia ya existían gatos domésticos durante la época romana. Este hallazgo sugiere que, muy probablemente, fueron los agricultores y no los comerciantes quienes contribuyeron a la expansión de los gatos en la región.
La expansión del ratón doméstico desde el pre-Neolítico hasta su asociación con los marineros vikingos y las legiones romanas es un factor clave en esta historia. Los investigadores del estudio especulan que "datos recientes indican una significativa superposición en la aparición de ratones en las casas (Mus musculus) y gatos en el este de Europa durante el Neolítico tardío, lo que sugiere que el ratón doméstico fue un factor importante para la dispersión de los gatos dentro de Europa".
Tras 10.000 años, de alguna manera, ese ‘pequeño’ tigre en miniatura, todo garras y colmillos, ronroneos, acrobacias y un implacable instinto depredador, ha terminado en más de 600 millones de hogares a lo largo y ancho de todo el mundo y se ha convertido en el “rey de Internet”.
En ese ‘de alguna manera’, el doctor Carlos Cabido, experto en ecología del comportamiento, reflexiona sobre lo inevitable que, quizá, era que se estableciera una relación entre gatos y humanos en cuanto ambos linajes entraron en contacto: “Antes incluso de que la vía mutualista entrara en juego como motor de ese proceso coevolutivo que llamamos domesticación, parece que los gatos ya estaban prediseñados para explotar nuestras percepciones sociales. Poseían grandes ojos frontales, un tamaño mediano, voz melodiosa y variada, y unas manifestaciones comunicativas intuitivas para nosotros, entre otros rasgos, que hacían que nos resultasen especialmente humanizables. El caso es que esa aparente debilidad innata hacia ellos hizo posible que nos 'explotasen' sensorial y socialmente, probablemente, desde el principio”.
Buena suerte a las generaciones que vendrán en los próximos siglos (si la crisis climática lo permite), cuando traten de escribir los libros de historia y explicar nuestra ailurofilia, el amor por los gatos. Quizás simplemente tendrán que aceptar que los gatos han conquistado nuestros corazones y el mundo digital, y que no hay vuelta atrás.
Comentarios
Hemos bloqueado los comentarios de este contenido. Sólo se mostrarán los mensajes moderados hasta ahora, pero no se podrán redactar nuevos comentarios.
Consulta los casos en los que 20minutos.es restringirá la posibilidad de dejar comentarios