Carmelo Encinas Asesor editorial de '20minutos'
OPINIÓN

Votar a ciegas

El presidente del Gobierno y candidato del PSOE a la reelección, Pedro Sánchez, y el candidato del PP a la presidencia, Alberto Núñez Feijóo, se saludan antes del programa 'Cara a Cara. El Debate', en Atresmedia.
Sánchez y Núñez Feijóo se saludan antes del 'Cara a Cara. El Debate', en Atresmedia.
Eduardo Parra / Europa Press
El presidente del Gobierno y candidato del PSOE a la reelección, Pedro Sánchez, y el candidato del PP a la presidencia, Alberto Núñez Feijóo, se saludan antes del programa 'Cara a Cara. El Debate', en Atresmedia.

Esta noche, a las 12, se hará el silencio. A esa hora acabará una campaña electoral que parecía no acabar nunca. Solapada con la anterior de municipales y autonómicas, la del 23-J está resultando tan cansina que ha terminado por hacerse bola en el digestivo social. Y es que a pesar de ser elecciones para instituciones distintas los mensajes emitidos a uno y otro lado del espectro político apenas difieren de los de la campaña del 28-M, de manera que venimos escuchando casi lo mismo desde hace tres meses. Hoy a medianoche acabará la letanía y, como diría un crupier francés, rien ne va plus, "no va más". 

Esa frase, que comenzaron a usar los crupieres en el siglo XVI, resulta oportuna porque su pretensión era la de acabar con las dudas de los apostadores y apurarles para que tomarán una decisión. Es justo lo que habrán de hacer los muchos indecisos que aún hoy dudan si acudir el domingo a su colegio electoral y, de hacerlo, a quién votar. En su última apuesta puede estar la clave de la gobernabilidad de este país.

Aunque nos juguemos mucho en las urnas, los comicios generales no son un juego de azar como algunos estrategas políticos parecen creer. Lo que hemos oído en esta campaña dista mucho de ser edificante para el sistema democrático, que, con todos sus defectos, sigue siendo el menos malo de todos los métodos para organizar la convivencia. Plantear la confrontación de ideas, ya sea en debates o intervenciones públicas, como un combate de boxeo donde se trata de golpear al contrario y ocasionarle el mayor daño posible puede resultar útil para ganar unas elecciones, pero no para los ciudadanos a los que se deben. 

En este sentido, el cara a cara entre los dos principales candidatos fue la prueba palmaria de esa deriva indeseable. Ambos se intercambiaron golpes, con mayor fortuna para el aspirante opositor, pero se olvidaron de intentar siquiera ilusionar a la gente con su proyecto de gobierno. Demostrar quién es el más duro, ya sea en los mítines o en un plató de televisión, y quién insulta más al contrario o miente mejor no resuelve ni afronta los problemas y retos que se le plantean a España. Lo útil habría sido contrastar los programas electorales con los pros y los contras de cada uno para que la gente tuviera el mejor de los criterios a la hora de votar.

Baste decir que un reciente informe del Foro Económico Mundial predice que en el próximo quinquenio la inteligencia artificial pondrá en jaque el 25% de los puestos de trabajo de todo el mundo. Que el mercado laboral experimentará cambios extraordinarios en la Administración y en sectores clave para nuestro país como son la agricultura y el comercio. Pues bien, de nada de eso se habló siquiera de soslayo en el cara a cara de marras. En las dos horas que duró su mutuo despelleje, oímos hasta la saciedad lo de sus relaciones peligrosas con Vox o con Bildu, pero nadie mencionó ni una sola vez lo de la digitalización, en la que España se juega su futuro. 

Nada de lo que es realmente importante para la estabilidad, el progreso y la calidad de vida de los ciudadanos nos ha quedado claro en esta larga, tediosa y anodina campaña electoral. Los estrategas han preferido buscar el voto por la vía del rechazo al contrario más que por generar entusiasmo a los proyectos propios. Han buscado el voto fácil de la inquina y del miedo en lugar de enamorarnos con proyectos que nos pinten un futuro mejor. Mucha polarización y pocas ideas. Con ese enconamiento estéril iremos el domingo a las urnas sin apenas saber lo que harán de bueno con nuestros votos Es lo más parecido a votar a ciegas.

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