Así fue 'el día después' para los perdedores en las otras elecciones: dimisiones... y enroques

Algunos de los presidentes de la democracia que han dimitido tras un batacazo electoral.
Algunos de los presidentes de la democracia que han dimitido tras un batacazo electoral.
Henar de Pedro Minguela
Algunos de los presidentes de la democracia que han dimitido tras un batacazo electoral.

El día después es el día 'd' y nunca mejor dicho. Tras 16 elecciones generales en España las tradiciones se mantienen. Lo mismo que saber quién las gana es la comidilla del país durante la noche electoral, conocer quién dejará la silla tras un fracaso estrepitoso es lo que marca la tendencia del día siguiente (además de los famosos pactos). El que se marcha o el que se queda, porque han sido varios los que se han aferrado a su escaño desde la oposición pese a no haber conseguido el mejor resultado de su vida política. 

Si nos retrotraemos a 1982, Adolfo Suárez fue el primer presidente de la democracia y el primero en formalizar su dimisión tras perder unos comicios. El gran derrotado de la cita con las urnas de 1982 fue UCD (Unión de Centro Democrático), el partido de Suárez, que pasó de ganar  con 157 escaños en 1978 a quedarse con apenas 11 cuatro años después. Un batacazo por la desbancada de Felipe González, con 202 actas, que sería el primero, pero no el más histórico. Pocos meses antes de los comicios (un año antes del intento de golpe de estado del 23-F), Suárez ya había formalizado su dimisión y había dejado el testigo a Landelino Lavilla.

El recorrido del primer jefe del Ejecutivo continuó, pero por otros derroteros. Fundó su propio partido, Centro Democrático y Social (CDS), que logró entrar en el Congreso de los Diputados, aunque con tan solo dos diputados y 604.309 votos. Finalmente, en 1991, volvió a dimitir tras otra desbancada. 

Si seguimos con las dimisiones, un millón y medio de votos llevaron a Joaquín Almunia, del PSOE, a dejar su carrera en el año 2000. El PP logró mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados tras hacerse con 183 escaños. Los socialistas aglutinaron 125 escaños ese año, 16 menos que en los comicios de 1996, cuando Felipe González quedó segundo con 141. 

Las dimisiones no se han producido solo en los dos grandes del bipartidismo español. Un Gaspar Llamazares con muy pocos votos dejaba Izquierda Unida tras los resultados de 2008. En tan solo 8 años (desde las generales del año 2000), el partido de izquierdas pasó de 13 diputados en el Congreso a dos, momento en el que Llamazares decidió colgar el batín. 

Cuatro años después el candidato del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba hacia lo propio tras obtener el peor resultado electoral de la historia del partido. Los socialistas post Zapatero no pudieron hacer frente a Mariano Rajoy, que consiguió una considerable mayoría absoluta con 186 escaños (32 más que en 2008, mientras que el PSOE obtuvo 110 escaños (59 menos que 2008), 4,3 millones de votos menos, sin llegar al 30% y sin vencer en ninguna comunidad autónoma. La crisis económica y los cinco millones de parados que dejó Zapatero jugaban en su contra y el pronóstico se cumplió. 

Tuvieron que pasar dos legislaturas para que se produjera la dimisión más hablada de la historia de la democracia, la del presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. En tan solo seis meses perdió un total de 47 escaños. En los primeros comicios de ese año, en abril, se hizo con 57 actas, medio año después, en la repetición electoral, se quedó con 10. Ahora, en 2023, la formación naranja prácticamente ha desaparecido. El propio Rivera, en 2019, calificó los malos resultados como "históricos". 

Los enrocados

Dimisiones aparte, algunos candidatos se han aferrado al sillón político pese a haberse llevado tremendos batacazos en unos comicios generales. Han sido tres las figuras principales que han decidido no tirar la toalla al perder millones de votos.  Uno de ellos: el actual presidente del Ejecutivo Pedro Sánchez; los otros dos, del PP: Mariano Rajoy y Pablo Casado

El presidente Rajoy botaba en Génova para sus simpatizantes después de los comicios de 2015. Había ganado, pero también había perdido 63 actas entre 2011-2015, parte de esos escaños fueron para un recién estrenado Albert Rivera, de Ciudadanos. Un caída estrepitosa que el líder popular no vio como tal, y eso que tuvo que gobernar con mayoría simple, ya que no llegó a ningún pacto con otros partidos, lo que le llevaría a otras elecciones en 2016.

También fue en ese año cuando Pedro Sánchez vio como los pocos escaños obtenidos por su predecesor, Rubalcaba (había sacado 96 en 2011), se reducían en 20, dejando al PSOE con tan solo 78 actas. Tampoco decidió dejarlo. Entonces, con una pérdida de un millón y medio de votos, tuvo claro lo que decir ante unas 200 personas en Ferraz: "Hemos hecho historia, hemos hecho presente y el futuro es nuestro. España quiere izquierda y quiere cambiar". 

Después vendría Pablo Casado, la cara visible de la mayor caída en picado que ha sufrido el PP en la historia democrática de este país. En 2019, con dos elecciones generales (cinco votaciones en total ese año), el popular sacó 89 escaños en las primeras y 66 en las segundas. Todo hacía esperar que dejara su cargo. Para nada. Tres años antes Mariano Rajoy había conseguido 137 actas.  

"A la vista está de que el bipartidismo ha acabado, ahora hay muchas opciones políticas. El resultado ha sido muy malo", decía el segundo de a bordo, Teodoro García Egea, durante la resaca electoral. Pero no se movieron y apuntaron a que Casado era el único de esos comicios que se presentaba por primera vez. Nada hacía prever lo que pasaría en 2022, cuando el propio partido le hizo rubricar su renuncia, también a García Egea, tras una guerra abierta con Isabel Díaz Ayuso en la que acabó perdiendo la confianza del partido. "No me merezco este trato", dijo al irse. Pero obligado.

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