• Ofrecido por:

Superar una depresión por una discapacidad: "Ir a terapia me ayudó a aceptar la situación y a darme cuenta de mi fortaleza y valentía"

Silvia Plaza, mujer con esclerosis múltiple
Silvia Plaza, mujer con esclerosis múltiple
CEDIDA
Silvia Plaza, mujer con esclerosis múltiple

Las personas con discapacidad son más vulnerables que el resto a padecer depresión, un trastorno psicológico que puede surgir como consecuencia de esta discapacidad y también ser causa de ella, pero, en ambos casos, que limita mucho su calidad de vida. 

La sintomatología depresiva puede desarrollarse durante cualquier etapa de la vida de la persona con discapacidad, aunque uno de las etapas más sensibles es la llegada del diagnóstico: "Se produce una ruptura de las creencias básicas sobre uno mismo, el mundo y el futuro. 'Valgo menos que los demás' o 'No podré conseguir realizar mis proyectos', son ideas que también pueden configurarse desde la infancia, cuando uno nace con una discapacidad", aseguró David Lozano, psicólogo de la Fundación Madrid contra la Esclerosis Múltiple, en una entrevista con 20minutos.

En este proceso, es importante que la persona adopte una actitud de aceptación, tenga habilidades de afrontamiento y reciba el apoyo del entorno, además de ayuda profesional. Hablamos con Silvia, Raúl y Pedro, tres personas con distintos tipos de discapacidad que han sufrido una depresión y nos cuentan cómo lograron superarlo.

Silvia: "Hay que vivir en el momento presente"

Silvia, de 48 años, tiene esclerosis múltiple (EM), una enfermedad neurodegenerativa y crónica que, en muchos casos, altera de manera significativa el día a día de las personas que la padecen. Su diagnóstico, hace 15 años, supuso un auténtico shock para ella. "Desconocía la enfermedad y me imaginaba que iba a acabar en una silla de ruedas. Como es una enfermedad que no se sabe el futuro tampoco me podían dar respuestas de qué iba a suceder", cuenta.

Durante los primeros años, Silvia vivió un proceso de negación de su enfermedad, algo muy habitual en las primeras fases del duelo ante el diagnóstico: "No quise aceptarlo, quise continuar con mi vida sin pensar en la enfermedad porque si pensaba veía lo peor". Además, decidió no contárselo a nadie, salvo a su marido y a tres personas más de su familia: "Me puse una coraza y me costaba abrirme a mucha gente. No quise contarlo para que la gente no sufriera lo que yo estaba sufriendo".

La esclerosis múltiple afecta de diferente forma a las personas que la padecen. En el caso de Silvia, tiene EM remitente-recurrente por lo que los síntomas ocurren en forma de brotes que aparecen durante un período de tiempo y luego mejoran parcial o totalmente. Con el paso de los años, estos brotes han limitado la vida de esta mujer, quien, por las secuelas derivadas de la enfermedad, redujo mucho su vida social. "La fatiga y la incontinencia urinaria y fecal hacía que no quisiera ni salir a disfrutar de dar un paseo por el miedo a que me pasara algo", señala. 

Escribirme una carta me ha servido para conocerme mejor y darme cuenta de la fortaleza que tengo y la valentía con la que he afrontado todo

Silvia está a día de hoy diagnosticada con un trastorno adaptativo con estado de ánimo deprimido. La depresión le llevó, en 2015, a recurrir a antidepresivos y a un coach emocional, quien le ayudó a verbalizar a su entorno la enfermedad que padecía, incluido a su hijo de ocho años entonces: "Me di cuenta de que me sentía mejor al hablarlo". Sin embargo, el avance de la enfermedad y dos cirugías en una pierna le obligaron a dejar su trabajo en una asesoría fiscal y acogerse a una incapacidad absoluta, un hecho que derivó de nuevo en un empeoramiento de su estado emocional: "El trabajo era mi vida, donde desconectaba de mi enfermedad y me relacionaba con mis compañeros. El perderlo me ha hecho pasar ahora por el duelo de no poder trabajar".

Por este motivo, Silvia pidió de nuevo ayuda. En esta ocasión, a la Fundación Madrid contra la Esclerosis Múltiple, donde recibe ahora sesiones de fisioterapia y psicoterapia, de la mano de profesionales especializados en su enfermedad. "Me ha ayudado a aceptar la situación. Últimamente me han venido muy bien escribir una carta de ‘despedida’ a mis compañeros de trabajo y otra a mí misma. Esto me ha dado vamos un subidón total porque me ha servido para conocerme mejor y darme cuenta de la fortaleza que tengo y la valentía con la que he afrontado todo", cuenta. Sin embargo, subraya, "el psicólogo no te va a quitar el problema, te ayudará y ofrecerá herramientas, pero debes tener tú las ganas de salir de ahí".

Poco a poco, y con el apoyo de su familia, Silvia se ha animado a realizar actividades que le gustan y son además beneficiosas para ella: "Voy a yoga y a clases de crochet, que me han venido fenomenal para la sensibilidad de las manos. Estar activa y mantenerme ocupada me ha hecho salir un poquito del pozo donde estaba. Además, me compré una scooter y adapté mi coche y eso me ha dado independencia y mejor calidad de vida".

Silvia reconoce estar ahora "emocionalmente bastante bien". "Me siento más fuerte, estoy más a gusto conmigo misma y me siento con ganas de hacer cosas que antes no tenía", señala. Además, aconseja a otras personas que estén pasando por una situación similar a la suya: "Hay que vivir en el momento presente, es normal tener miedo del futuro porque no lo conocemos, pero no podemos dejar que este sentimiento controle nuestra vida. Hay que buscar apoyo en la familia, y recursos y herramientas para poder tener calidad de vida y disfrutar al máximo lo que podamos mientras podamos".

Raúl Gay: "Falta información y profesionales de la psicología con un perfil de discapacidad"

Raúl Gay, de 41 años, escritor y periodista, también sufrió una depresión a consecuencia de su discapacidad. Residente en Zaragoza, tiene focomelia o síndrome de Roberts, una enfermedad rara caracterizada por la ausencia de huesos y músculos en las extremidades superiores o inferiores. Raúl no tiene brazos -sus manos se sitúan a la altura de los hombros- y nació con las piernas dobladas, algo que han ido corrigiendo en un total de 14 operaciones. 

Raúl Gay
Raúl Gay
JAIME ORIZ

Precisamente de una de sus últimas intervenciones guarda uno de sus peores recuerdos. "En 2010, caminaba con órtesis por interiores y con silla a motor por la calle, pero las piernas se iban doblando y cada vez tenía más dolores. Me operaron con el objetivo de poder caminar sin ayuda, pero lo que iba a ser una recuperación de 3 meses, se convirtió en año y medio", explica.

Durante todo ese periodo de recuperación, Raúl no podía caminar ni trabajar, lo que derivó en una depresión. "Pasé de tener una discapacidad importante que me permitía cierta autonomía a ser dependiente 100% y no poder hacer absolutamente nada. Pasar de tener una rutina diaria y socializar a estar prácticamente todo el día en casa poco a poco hizo que mi ánimo se desplomara, no sólo por el tiempo, sino por ver que el objetivo no se cumplía, que cada intento de caminar sin nada se truncaba y que a mi alrededor la gente cambiaba de curro, se casaba, tenía hijos...", cuenta.

Falta información y faltan profesionales de la psicología con un perfil de discapacidad 

Raúl admite que, en esos momentos, el sentimiento principal es el de desesperación y apatía: "Sientes que poco de lo que haces merece la pena". Sin embargo, no llegó nunca a pedir ayuda de un profesional. "El tema de la salud mental entonces no se hablaba. Mi médica me recomendó leer la Biblia o algún libro sobre filosofía, pero no me recetó ningún ansiolítico ni me derivó a psiquiatría y yo tampoco me lo planteé por mi cuenta. Sin duda, me habría venido muy bien a la hora de darme herramientas para sobrellevar mejor esa etapa", afirma.

Tras la recuperación, Raúl pudo retomar su vida poco a poco. Años después, en 2017, volvió a sufrir un nuevo bache emocional. En esta ocasión, derivado de una mala situación profesional y, en consecuencia, económica, algo en lo que reconoce, influye tener una discapacidad porque "estás más limitado laboralmente". "Hubo una época que apenas facturaba como autónomo y mi mujer estaba embarazada. Imagínate la situación de una pareja apunto de tener un niño y el padre con discapacidad y muy pocos recursos económicos…", cuenta.

No obstante, en esta ocasión acudió a un profesional, tanto para recibir psicoterapia como tratamiento farmacológico. Ahora, cuenta, sigue con la medicación, pero se encuentra mejor. Compatibiliza sus estudios de psicología con la crianza de su hija de 5 años y destaca que es esencial en situaciones así salir de casa, mantener vínculos sociales y acudir a profesionales porque "durante mucho tiempo nos hemos pensado que los problemas del ánimo los podemos solucionar nosotros mismos y hay gente que sabe cómo ayudar". No obstante, reclama: "Falta información y profesionales de la psicología con un perfil de discapacidad igual que los hay de otros perfiles, que sepan hablar a las familias de la gente con discapacidad y a las propias personas con discapacidad".

Pedro de Castro: "Vi que tenía limitaciones, pero que podía disfrutar de otras cosas"

Pedro de Castro llevaba, con 25 años, una vida normal, como cualquier joven de su edad: terminaba sus estudios universitarios, trabajaba en una discoteca y formaba parte de un equipo de rugby, su gran pasión. En 2018, un accidente deportivo le provocó una fractura de las cervicales. "Estuve a medio milímetro de quedarme tetrapléjico. Tuve una operación complicada y los médicos no sabían cómo iba a ser la evolución", relata. 

En ese momento, comenzó a "venirse abajo": "Tenía unas limitaciones ya de por vida, pero no era consciente. Al principio quería empezar la rehabilitación cuanto antes e intentar mejorar, pero el momento crítico es cuando te das cuenta de que lo vas a tener que hacer el resto de tu vida por un accidente fortuito. Ahí empecé a encerrarme en mí mismo", cuenta.

El psicólogo me hizo ser consciente de lo que realmente tenía y, sobre todo, a aceptar mis limitaciones

Sin perspectiva de saber si podría volver a trabajar, su rutina se basaba en acudir a rehabilitación. "Pasaba mucho tiempo solo en casa, veía que me quedaba atrás de los planes con amigos y familiares, no podía hacer ningún tipo de actividad física y me veía muy limitado", afirma. Durante ese tiempo, Pedro intentó refugiarse en su pareja y su familia, pero reconoce que acabó gestionando él mismo la situación y no haciéndoles partícipes: "Se lo pintaba de una forma más suave aunque se me hiciera muy difícil".

En este tiempo, Pedro probó sin éxito a prepararse unas oposiciones, lo que no hizo más que acentuar su aislamiento y aumentar su sentimiento de frustración. "Identifiqué que era una depresión y pedí ayuda profesional", comenta. Al principio, cuenta, "fue duro porque era rememorar todo lo que había ido tapando para poder continuar con mi día a día, pero me hizo ser consciente de lo que realmente tenía y, sobre todo, a aceptar mis limitaciones y ver si algunas de ellas se podían sustituir, subsanar o ver otras formas de continuar con mi vida sin que me afectase".

Sin embargo, en su recuperación emocional fue decisivo un viaje a Roma hace un año para visitar a su hermana y su sobrina pequeña, "cuando pude hacer el viaje yo solo, estar una semana fuera de mi casa y vi que tenía limitaciones, pero que podía disfrutar de otras cosas que hasta ese momento no había dado importancia", señala. Pedro trabaja ahora en un banco privado y ha retomado su pasión por el rugby como entrenador. Continúa yendo a psicoterapia, pero considera que ha "logrado salir del paso y ha podido reconducir mi vida y mi lesión y ahora disfruto de una vida plena".

Mostrar comentarios

Códigos Descuento