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Qué es el juego simbólico y cómo fomentarlo: "Hay que buscar un nivel óptimo de motivación para el niño"

Juego simbólico
El juego simbólico consiste en simular o recrear situaciones, objetos y personajes
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Juego simbólico

El juego tiene un papel fundamental en el desarrollo y aprendizaje de un niño, ya que le permite potenciar su imaginación y creatividad, explorar el mundo que le rodea, regular sus emociones y ejercitar habilidades como la observación, la atención, la concentración o la memoria. También ayuda a desarrollar habilidades psicomotoras y socioemocionales, incluso fomenta el lenguaje.

La forma en la que juega un niño cambia a medida que éste crece. El juego evoluciona y adquiere diferentes niveles de complejidad. Según el reconocido psicólogo Jean Piaget, existen diferentes estadios evolutivos y en cada uno destaca un tipo de juego:

  • Fase sensoriomotora (0-2 años): predomina el juego funcional.
  • Fase preoperacional (2-6 años): predomina el juego simbólico.
  • Fase de las operaciones concretas (6 -12 años): predomina el juego de las reglas.
  • Fase operaciones formales (de 12 en adelante): predomina el juego de grupo con reglas complejas, que requieran aplicar la lógica, análisis metódico y estrategia.

Los tipos de juego que prevalecen en cada fase no desaparecen en los estadios posteriores, sino que se perfeccionan. Sin embargo, cada niño es diferente y, en aquellos con discapacidad intelectual, esta actividad puede verse comprometida. Para algunos, el juego a un mayor nivel de complejidad se desarrollará más tarde de lo previsto, mientras que para otros puede incluso no llegar a desarrollarse nunca.

¿Qué es el juego simbólico?

El juego simbólico es aquel caracterizado por simular o recrear situaciones, objetos y personajes. "El niño utiliza un objeto para representar algo más de lo que es su función en realidad", explica Naiara Minto, psicóloga especializada en Atención Temprana y autismo del Centro de Desarrollo Cognitivo Red Cenit. Por ejemplo, recrear un oficio con juguetes que simulan las herramientas que se necesitan, cuidar de un bebé de juguete como si fuera real, representar un barco con una caja de cartón, disfrazarse de princesa o de superhéroe…etc.

Tal y como explica Minto, el juego simbólico "involucra muchas habilidades, tanto cognitivas, como comunicativas (verbales y no verbales) y socioemocionales": "Tienes que tener una capacidad cognitiva para representar, también un uso flexible, creatividad e imaginación y, sobre todo, para participar o crear tienes que entender el entorno y leer el pensamiento del otro, predecir conductas y adecuar tu conducta a ello".

¿Cuándo se adquiere?

El juego simbólico se adquiere a partir de los dos años, aunque con 12-15 meses un niño ya comienza a desarrollarlo a través del juego funcional. En esta fase previa, el niño aprende el uso funcional de objetos comunes y de juguetes sencillos. "Utilizar un peine para peinar, un lápiz para escribir, tocar un tambor... Ahí el niño ya se está regulando e imitando situaciones que alguna vez ha visto, comienza a ajustar su conducta a la del adulto y a la del entorno. Es la base del juego simbólico y ya aquí pueda haber alteraciones, por lo que puede ser una señal que nos alerta de algún problema", afirma la psicóloga.

De los 18 a los 24 meses, el niño comienza a adquirir el juego presimbólico, esto es, "empieza a relacionar dos cosas que van juntas, como un bebé y un biberón, la cuchara con el plato, el muñeco y su cuna, una llave y una cerradura...". A partir de ahí, desarrolla el juego simbólico y comienza a recrear situaciones de la vida cotidiana con muñecos u otras personas: "El niño comienza a mover los muñecos como si caminaran, a hacer que beben agua, que se dan un beso, a poner voces…".

El juego simbólico involucra muchas habilidades, tanto cognitivas, como comunicativas y socioemocionales

El juego simbólico evoluciona durante toda la niñez, ya que el niño irá adquiriendo, poco a poco, diferentes niveles de complejidad: aprenderá la habilidad de asumir un rol y actuar como si fuese otra persona, comenzará a jugar sustituyendo unos objetos por otros menos similares a los reales e irá introduciendo más acciones y personajes.

Un signo de alerta

Las limitaciones a la hora de desarrollar el juego simbólico son distintas dependiendo de la discapacidad del niño, ya sea motora, cognitiva o intelectual. No obstante, los niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) y discapacidad intelectual suelen manifestar alteraciones en este tipo de juego: "Involucra la comunicación no verbal, entender gestos, los turnos e implica mucha reciprocidad socioemocional, que está alterada en en ellos". La dificultad para desarrollar el juego -en sus distintos niveles- es un síntoma muy común en estos niños, por lo que es importante que las familias estén pendientes del desarrollo de estas habilidades en la etapa que corresponde: "Un niño que con dos años ve una muñeca y no le da un abrazo o un beso o no le da de comer puede alertarnos".

No obstante, en niños con autismo, explica la psicóloga, "solemos ver alteraciones sensoriales que pueden ser intensas, por lo que habrá que observar si juega de manera adecuada con otros tipos de juguetes no tan simbólicos".  Las familias deben primero observar si existen alteraciones sensoriales que pueden incluso dificultar el juego funcional: "Si hace un uso repetitivo de los juguetes o si los usa de una manera no convencional (fijarse en un detalle, como las ruedas o girar los objetos). Es el primero cribado, que no aprenda cómo se usan las cosas de la vida cotidiana, por lo que puede haber limitaciones en la imitación, implica estar pendiente del entorno social, algo que luego elaborará en el juego simbólico".

Después, ya en la fase de desarrollo del juego simbólico, a partir de 1-2 años, será importante "observar otras conductas de interacción social, ver si este niño está pendiente de su entorno, busca la aprobación con la mirada, sigue tus gestos, entiende cuando le hablas, imita, se comunica bien.... Y buscar también si hay esas alteraciones sensoriales".

¿Qué beneficios tiene?

El juego simbólico requiere haber desarrollado previamente muchas habilidades como la reciprocidad socioemocional, la capacidad cognitiva de representación o la comunicación (verbal y no verbal). Por tanto, en niños con discapacidad intelectual que tengan dificultades para desarrollar estas destrezas, ya sea autismo, síndrome de Down u otras patologías, será probable que encuentren restricciones para adquirir este tipo de juego. "Tener el juego simbólico afectado suele ir unido a dificultades para comunicarse, para regular su conducta, interactuar socialmente, imitar…", comenta Minto.

Potenciar el juego simbólico en aquellos casos en los que existan dificultades es muy importante ya que el niño "trabaja el desarrollo cognitivo, porque está flexibilizando la función de las cosas, desarrolla la imaginación, trabaja mucho la resolución de conflictos y también la comunicación". Además, es muy beneficioso para el niño a nivel emocional: "Es un medio para expresar su universo emocional si no lo hace de una forma verbal, lógica y coherente en su discurso y para interactuar con sus iguales, por lo que se puede ver un poco apartado si no logra adquirirlo".

Tener el juego simbólico afectado suele ir unido a dificultades para comunicarse, para regular su conducta, interactuar, imitar…

¿Cómo potenciar el juego simbólico?

Debido a los múltiples beneficios que tiene el juego simbólico, es importante trabajarlo con el niño, tanto en terapia, con un equipo multidisciplinar de profesionales formado por logopedas, psicólogos, terapeutas ocupacionales o pedagogos, como en el entorno del niño: "Hay que trabajar para que los adultos de todos los entornos del niño (colegio, familia, ocio) sepan cómo estimularlo. La terapia clínica que trabaje solo con el niño puede quedarse un poco corta en cuanto a su impacto".

Para ello, Minto recomienda "seguir siempre el interés del niño, sobre todo cuando tienen una discapacidad cognitiva o dificultad para regular su conducta y ajustarla a la del adulto". Partiendo de un juguete que le guste, el adulto deberá después imitar el uso no simbólico que el niño está haciendo de él y así "adquirir una rutina de juegos y fomentar una relación positiva entre ambos".

Una vez que el adulto tiene la atención del niño y una manera establecida de juego, se puede "ir introduciendo poco a poco alteraciones y alguna acción más simbólica". "Hay niños que solo tienen un interés sensorial en los juguetes, todo es tirar, por ejemplo. En estos casos, el adulto tiene que empezar tirando juguetes con él, como una diadema, luego comenzar a ponérsela en la cabeza, darle un uso más funcional, aunque a veces dejes quizás que se caiga al suelo y haga ruido. Después, ir introduciendo un poco de simbolismo, como mímica, o usar material concreto de apoyo como miniaturas o material indefinido como trozos de tela o madera".

En definitiva, subraya la psicóloga, "dependerá mucho del nivel del niño, pero siempre hay que buscar un nivel óptimo de motivación, es decir, algo que no sea tan difícil para él, pero que le estimule un poquito. El nivel de desafío y de reto justo para él". 

No obstante, las posibilidades del niño para desarrollar juego simbólico dependerán de su grado de discapacidad, su cociente intelectual y sus características propias: "Puede que no llegue a entender ni el uso funcional de los objetos o que solo use algunos". Sin embargo, matiza, "muchas veces estos retrasos en edades tan tempranas pueden ser una falta de estimulación del adulto, o incluso un retraso en el lenguaje porque, por ejemplo, han pasado muchas horas frente a una pantalla" por lo que es importante, ante cualquier duda, buscar la orientación de un neuropediatra. 

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