Borja Terán Periodista
OPINIÓN

10 años sin Miliki, el payaso de todos

La televisión analógica ya era interactiva cuando respondíamos a voz en grito a '¿Cómo están ustedes?'
Fotografía de archivo, tomada el 10/04/1973 junto a su hermano 'Fofó' (i), de Emilio Aragón 'Miliki' (d), uno de los famosos "payasos de la tele".
Fotografía de archivo, tomada el 10/04/1973 junto a su hermano 'Fofó' (i), de Emilio Aragón 'Miliki' (d), uno de los famosos "payasos de la tele".
EFE/ARCHIVO
Fotografía de archivo, tomada el 10/04/1973 junto a su hermano 'Fofó' (i), de Emilio Aragón 'Miliki' (d), uno de los famosos "payasos de la tele".

Ya ha pasado una larga década desde que falleció Miliki. Fue en el despertar de un frío domingo cuando sobresaltó la noticia. Todo lo que vivimos y cambiamos en diez años y, sin embargo, ahí sigue la sonrisa de Aragón resonando en el recuerdo colectivo, de varias generaciones, como si continuara vigente. Porque continúa vigente. 

La comedia de Miliki sigue moderna hasta en lo que es antigua. El vínculo social con el cómico es poderoso, pues siempre fue sencillo identificarse con su travesura que liaba las letras de las palabras, pringaba al personal con botes gigantes de ketchup -el bote de tamaño desorbitado siempre funciona en gag- o conquistaba la emoción cantando 'dame un abrazo'.

Había filosofía de vida en sus guiones pero, sobre todo, capacidad de empatía en su arte. Así la obra de Los Payasos de la Tele no decía cómo debíamos ser, más bien reflejaba cómo éramos con la imparable alegría de la curiosidad infantil aunque enriquecida con un punto trágico de la realidad. 

Porque el éxito de Los Payasos de la Tele no estuvo en emitir circo por televisión. Su triunfo fue unido a que supieron crear televisión para toda la familia con la excusa del circo. En tiempos en blanco y negro, los programas infantiles eran una buena coartada para colar la creatividad más libre en TVE.

Gabi, Fofó y Miliki desmontaron el estigma del payaso gris para indagar en la comedia clásica, que es hábil tomando el pulso a su entorno. Por eso, Los Payasos de la Tele gustaban tanto a los hijos como a sus papás. Sus gags, como la buena comedia, crecían en la habilidad de plasmar esa picaresca nacional con la que nos identificábamos, a pesar de que intentáramos no sentirnos reconocidos.

Al instalarse Gabi, Fofó y Miliki en Televisión Española, se notaba que venían curtidos de América. Escribían, interpretaban y dirigían sketches que tenían mucho de la estructura del clásico formato norteamericano de comedia 'Saturday Night Live'. Aunque todavía ni siquiera se había estrenado 'Saturday Night Live' (1975). Jugaban con la barrabasada de siempre, pero con una pionera visión de la necesidad de cuidar la dirección artística, entendiendo, de esta forma, hacia dónde iba a ir el mundo audiovisual.

De hecho, es curioso como los primeros programas en 1972 de 'El Circo de TVE' ya incorporaban elementos escénicos que, décadas más tarde, están calculados como truco para mantener la atención del despistado ojo del espectador. Así el decorado del primer programa de Los Payasos de la Tele contaba con atrezo que se movía para dotar de más versatilidad a la profundidad de la imagen. No existían pantallas de leds, pero sí la imaginación artesanal para inventarse unos molinetes gigantes que no paraban de girar.

También, en los setenta, los diferentes espacios de Gabi, Fofó y Miliki empezaron a experimentar con la pantalla partida, en los programas realizados por realizadores como Juan Villascusa. Sus icónicas actuaciones musicales ya se realizaban dividiendo la pantalla en varias imágenes simultáneas, para que nunca perdiéramos de vista la descriptiva expresividad de la ilusión de los niños que abarrotaban el plató. 

Con la llegada de las privadas, los aprendizajes de la familia Aragón fueron claves para modernizar el género del show de entretenimiento. Miliki, ya en solitario, siguió centrado en la curiosidad infantil en toda la amplitud de la palabra. Y siguió movilizando esa curiosidad, trasteando con sus niños de treinta, cuarenta, cincuenta... Porque, al final, Miliki, que hablaba en lenguaje inclusivo cuando no sabíamos ni lo que era eso, sigue alcanzando el más difícil todavía: devolvernos a la sonrisa de tiempos pasados y más despreocupados, cuando para ser felices casi sólo bastaba con que cantáramos todos juntos, unidos por la tele, "Hola, Don Pepito. Hola, Don José. ¿Pasó usted ya por casa? Por su casa yo pasé. ¿Vio usted a mi abuela? A su abuela yo la vi. Adiós, Don Pepito. Adiós, Don José".

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