Borja Terán Periodista
OPINIÓN

Juan del Val y toda su ignorancia en 'El Hormiguero' sobre los cortometrajes

Juan del Val en El Hormiguero
Juan del Val en El Hormiguero
Atresmedia
Juan del Val en El Hormiguero
Juan del Val utilizó su espacio en 'El Hormiguero' para asegurar que "los cortometrajes son innecesarios". Su opinión no ha sentado nada bien en redes sociales.
Wochit

La mítica frase de presentación de Pablo Motos de "hoy ha venido a divertirse a El Hormiguero..." podría ser ya mismo sustituida por "hoy va a sentar cátedra sin tener ni idea en El Hormiguero..." Porque las tertulias del programa de Trancas y Barrancas, disfrazadas de humor, tienen mucho de un radiografía de esa sociedad que juzga desde el desconocimiento que otorga el privilegio. Lo juzgan todo, con esa superioridad que no conoce a las minorías, ni incluso a las corrientes artísticas que van más allá. Y encima parece que no quieran conocer esas realidades, a pesar de que enriquecerían tanto sus vidas y hasta su propio programa. 

La última de El Hormiguero ha sido del provocador Juan del Val que, haciendo honor a su adjetivo, ha arremetido contra el mundo del cortometraje. No sabe que el corto es uno de los músculos del cine independiente nacional. El alborotador del Val, con su corrosión, despreció en directo a los cortometrajistas. Y, de pasó, fardó de incultura cinematográfica y se quedó en que un corto es algo que te paga tu papá. El cliché, a tope. Cuando el cortometraje es una obra artística vital para nuestra cultura.

Hace tiempo que en televisión no se pide hablar sabiendo. Ni siquiera se pide intentar entender las circunstancias de un tema antes de hablar de algo que ni de oídas conoces. Da igual, todo es show. Pero, a menudo, cuando se desprecia desde un prime time se crea un estigmatizador daño a los que sí invierten dinero, esfuerzo y horas en el compromiso con la sociedad para que no se queden historias que merecen ser contadas en un cajón. Creadores que se lanzan a crear porque saben que no pueden ni deben esperar a que confíe en ellos una gran cadena de televisión. Son los que al final están sosteniendo el cine independiente de este país, el cine más libre, el cine que no se queda en dinámicas cuadriculadas de éxito y, así, va mostrando realidades que cambian al mundo.  

Y ahí el género del cortometraje es decisivo para la industria audiovisual española. Nuestros cortos triunfan por el mundo, nos conectan con otros países y visibilizan nuestra cultura y realidad. Es más, llegan a historias que muchos otros no se atreven a tocar. Derribando tabúes sociales. Se nota que Juan del Val no los ha visto. Porque tiene esos tabúes y parece que piensa que verbalizarlos es gracioso. Es lo que tiene venirse arriba en la adrenalina de estar en un plató entre amigotes. Pero es el momento de que Juan del Val se pare a pensar y descubra que el cortometraje es el cine que mejor se mueve en las nuevas narrativas. Aunque él no lo sepa y diga que los cortos "no los ve nadie", una buena historia en 10 minutos llega a más gente de todo el mundo que una película de tres horas. Es objetivo, ahí están los datos. Porque las ventanas de distribución del cine han ido evolucionando, han ido cayendo fronteras. Ahora también consumimos grandes obras audiovisuales en nuestros dispositivos móviles. Y ahí el corto se ha adaptado con inteligencia y, gracias a su concreción, fomenta la reflexión, la emoción y la creatividad entre tanto meme vacío y bulo tóxico. 

Qué antiguo diferenciar entre cine corto y largo. Qué retrógradas esas sonrisas de ir en contra de lo que se presupone más vulnerable. Snobismo puro y duro. Hace tiempo que las nuevas generaciones ya derribaron esos estatus y postureos entre historias por su duración. Todo es cine. El cine largo y corto se complementan a la perfección en su radiografía de cómo somos. Tan difícil como hacer un largometraje es plasmar una buena historia en pocos minutos. Todo son películas. Todo son historias.

En sus orígenes, El Hormiguero iba de potenciar la creatividad de los espectadores y hasta de invitarlos a hacer. Al menos, intentarlo. No quedarse con las ganas. Los monólogos de Pablo Motos van en esa línea. Pero algo falla como sociedad si desde la mesa de El Hormiguero suenan risas cuando alguien invita a que desaparezcan los cortometrajes desde su prejuicio personal. Puede sonar hilarante en su cabeza, pero es un tema muy serio: el corto es la gran factoría cinematográfica de creadores desprejuiciados y generosos que lo intentan, lo vuelven a intentar y lo consiguen. Así nos hacen progresar como sociedad con una oferta audiovisual con menos corsés y más plural. Al final las declaraciones de Del Val simplemente delatan esa mofa que simplifica y, como consecuencia, estigmatiza aquello que desconoce. La mofa del repetidor de clase que quería hacerse el listo y, a la vez, empujaba al daño de la frustración. Que ni Juan del Val ni nadie os diga qué podéis crear y qué no.

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