Borja Terán Periodista
OPINIÓN

La cumbre de la OTAN y el otro aprendizaje que deja sobre nuestra cultura

Foto de familia de los jefes de Estado y jefes de Gobierno que participan en la cumbre de la OTAN, antes de la cena ofrecida por el presidente del Gobierno.
Foto de familia de los jefes de Estado y jefes de Gobierno que participan en la cumbre de la OTAN, antes de la cena ofrecida por el presidente del Gobierno.
BALLESTEROS / EFE
Foto de familia de los jefes de Estado y jefes de Gobierno que participan en la cumbre de la OTAN, antes de la cena ofrecida por el presidente del Gobierno.

La cultura es el gran motor. No sólo social, también económico. Un país con más inquietudes también será un país más emprendedor. España se crece cuando sabe mirar a su cultura y se la enseña, orgullosa, al mundo. Ha vuelto a suceder en la cumbre de la OTAN, una cumbre que a priori no va de cultura. La foto oficial podía haberse realizado en un photocall de cartón piedra en los pabellones de IFEMA. Pero, con inteligencia, ha sido en el Museo del Prado. De hecho, ni siquiera los mandatarios presidían la foto. Las Meninas protagonizaron el foco central de la imagen.

Cuando los políticos de 2022 no estén, los cuadros del Prado ahí seguirán. Lienzos con el superpoder de despojar a los líderes mundiales de los relatos de la política. Cómo nos enfrentamos a una obra de arte también dice mucho sobre cómo somos. Aunque creamos que estamos controlando la situación, la manera de relacionarnos con la cultura nos delata. Puedes sumergirte en los matices de la historia de un cuadro o perderte por los pasillos sin saber muy bien dónde apuntar con el ojo. Puedes ser Boris Johnson magnetizado por Carlos V en la batalla de Mühlberg, de Tiziano, o puedes ser Emmanuelle Macron más pendiente de favorecer su perfil bueno a cámara que de Goya. 

Photocalls hay muchos, monumentos con las cicatrices de sobrevivir a la historia no tantos. Distinto y, a la vez, similar aconteció en 1997 cuando, en otra cumbre de la OTAN, el por entonces presidente de Estados Unidos Bill Clinton subió al Albaicín y predicó aquello de que había visto la "puesta de sol más maravillosa del mundo". La frase se inscribió en camisetas. La belleza de Granada se puso en el mapa. ¿En el mapa mundial? Sí, algo. Pero sobre todo en nuestro propio mapa. Porque solemos atender más a lo propio si nos dicen lo maravillosos que somos desde fuera. El ser humano es así, necesita la validación cuando recibe visitas.

Se escucha mucho en los últimos días hablar de la excelente organización de la cumbre de la OTAN y esa sensación también se debe a las liturgias escénicas que se han llevado a cabo. Lo que recuerda que nunca hay que conformarse con la previsible foto con banderas de fondo. Mejor si se apuesta por la creatividad que sabe divulgar esa cultura que retrata de manera tangible la fuerza de la historia de una nación. Cultura con su belleza y, al mismo tiempo, con su espíritu crítico. De eso va sobrado el Museo del Prado.

La capacidad para mostrar y despertar la curiosidad por nuestra iconografía artística se puede aprovechar más allá de cumbres internacionales, Juegos Olímpicos y otros menesteres en los que hemos demostrado ser unos ingeniosos organizadores. El otro gran aprendizaje que nos deja la OTAN es que, en nuestro día a día, en todo tipo de acontecimientos, también deberíamos visibilizar más nuestra cultura para valorarla, proyectarla y entenderla. Ponernos guapos también para nosotros mismos, no sólo ordenar la casa cuando sabes que va a venir una visita.

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