Borja Terán Periodista
OPINIÓN

¿Series LGTBI+? La contraindicación de las etiquetas en la ficción

Ilustración de Efe Suárez
Ilustración de Efe Suárez
20minutos
Ilustración de Efe Suárez

Hemos crecido en un mundo plagado de diferencias que, en cambio, eran realidades ocultas. Historias que pocos contaban. De hecho, muchas aún no se cuentan. Realidades que son carne de prejuicios, tabúes o estigmas. En la mayoría de los casos por simple desconocimiento o ignorancia. Porque son historias que no ocurren a "la mayoría". Son historias supuestamente que "pasan a otros".

Tenemos que conocernos más. Entre nosotros. Entre las diferencias. Por eso mismo es tan importante que los medios pongan la lupa sobre esas historias que se suelen quedar en los márgenes para que nos percatemos que son mucho más cercanas de lo que creemos. Que incluso también hablan de nosotros mismos. Porque la cultura educa, visibiliza, representa. Y esa es su más necesaria misión. La lucha por los derechos LGTBI+ ha logrado vitales avances a través de la representatividad en el día a día cotidiano de los medios, las películas, las series... Vital fue aquel gag de Las chicas de oro en el que las protagonistas hablaban de una amiga lesbiana con total naturalidad. Ha llovido mucho desde entonces, y ahora es rara la ficción internacional que no cuenta con un personaje LGTBI+ con el que una buena parte de la audiencia pueda identificarse. ¿Y los demás? Los demás pueden aprender, tolerar, entender. Y así ha avanzado enormemente nuestra sociedad.

En las últimas semanas, Heartstopper ha conseguido el aplauso de una parte de la diversidad porque sienten que, por fin, existen en la ficción personajes principales con los que identificarse. Ya una persona LGTBI+ puede protagonizar una historia de amor sin eufemismos. Un paso adelante para el colectivo, pero ¿una evolución para la sociedad? En las actuales dinámicas de consumo audiovisual quizá se puede provocar progresos en falso. Porque las plataformas buscan diferentes segmentos de público y terminan fomentando denominaciones que aún siguen empujando a guetos. Las nuevas generaciones de personas LGTBI+ tienen más referentes que nunca y, como consecuencias, en países como España crecen con más libertad mental y menos estigmas para aceptarse como son. Sin embargo, a la vez, el reto está en que ya no se catalogue como "LGTBI+" o directamente "GAY" una historia cuando nunca se cataloga nada como "HETERO". Todas son series sobre personas. Personas con todas las letras. Personas que sufren, aman, odian. Personas con sus aspiraciones, emociones y claroscuros.

Todavía en 2022 cuando los medios hablan de "serie LGTBI+" existe una parte del público que la rechaza. Se marcha y nunca la verá. Cree que no va con él. No otorga al proyecto una mínima oportunidad. Cuando es una serie como tantas otras y podría empatizar con ella. De ahí que aún quede tanto por caminar. Y, como sociedad, deberíamos caminar juntos. Al final, las etiquetas sirven para que existamos pero, también, para que nos evitemos. Cuidado con ellas.

Necesitamos referentes para todos. Referentes no desde la ejemplaridad del un discurso que parece una imposición, sino desde la vida cotidiana que compartimos. En este sentido, la ficción es clave como imprescindible herramienta de concienciación y visibilización. Lo ha sido siempre, aunque solemos recordar sólo lo último. Quizá antes se hacía de un modo un tanto tosco o moralista, pero lo importante era que se hacía. Incluso retratando aquello que los clichés fruto del desconocimiento no querían que se mostrara en prime time. Ejemplos como los del personaje de la niña con VIH de Farmacia de guardia, el chico en silla de ruedas en Médico de familia, la alumna refugiada de Compañeros... Sin duda, eran intentos por visibilizar cuestiones sociales hacia las que el público tenía prejuicios. Al introducir estos personajes en series con millones de fieles, sin duda se rompían tabúes, se evitaban estigmas, se generaban constructivas conversaciones y se invitaba a la reflexión, la evolución y el cambio. El espectador aprendía. Pretendían visibilizar, ayudar al espectador a entender el mundo y a mirar a su alrededor con más tolerancia. Hoy parte de la crisis de la televisión generalista y en abierto es que parece que esto importa menos cuando sigue siendo igual de importante.

Para no quedarse atrás y seguir conectando con las amplias audiencias deberíamos mostrar una sociedad más representativa, mirando más allá de nuestro entorno, nuestros privilegios y nuestros prejuicios. No se trata de lanzar moralejas. Tan sólo hay que mostrar, enseñar que la sociedad es tremendamente diversa, plagada de realidades y problemas distintos, y que todas las perspectivas tienen (respetuosa) cabida. Y no tratar lo que se desconoce con condescendencia. Así se continúan fomentando estigmas que nos rehuyen. Como defendía siempre, en su cine y en su vida, el director y guionista Roberto Pérez Toledo: "basta con tratar la diferencia como parte esencial de la vida".

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