Borja Terán Periodista
OPINIÓN

¿Por qué no hay homosexuales en el fútbol masculino? La explicación que Santi Cañizares desconoce

Santi Cañizares, en el programa 'Encuentros Inesperados'
Santi Cañizares, en el programa 'Encuentros Inesperados'
La Sexta
Santi Cañizares, en el programa 'Encuentros Inesperados'

"El fútbol es un sector donde los gays han decidido no entrar". Es la conclusión a la que llega Santi Cañizares en el programa 'Encuentros inesperados'.  Mamen Mendizábal destaca que le "cuesta mucho entender que en la liga española no haya ningún jugador gay" y Cañizares cae en el prejuicio, culpabilizando al vulnerable. Como si el gay fuera el que haya decidido no jugar al fútbol porque, por ejemplo, le gusta más el folclore de la tele o Eurovisión. De nuevo, el cliché simplista.

Que no se vean homosexuales hombres en el fútbol no es lo mismo que no existan. Que existen. Son invisibles, ya que si se muestran serán estigmatizados y expulsados por la trágica homofobia todavía imperante en los campos de fútbol profesionales y, también, en las canchas de los patios de los colegios. Allí aún, en 2022, se sigue escuchando 'maricón' como insulto. 

A cualquier gay es fácil que le hayan llamado despectivamente 'maricón' de niño. Incluso antes de saber él mismo que era 'maricón'. Como consecuencia, ya desde pequeños se asocia la homosexualidad como perjudicial, como algo que no debes de ser. Así se provoca un rechazo a lo que eres, que complica la aceptación de uno mismo.

"Todavía la diversidad sexual se utiliza como insulto, como 'confesión', hasta como acto de valentía. Y no, ser como eres no debería ir unido a la gallardía de ser valiente."

En este sentido, el fútbol masculino no avanza en este destructivo estigma. Si no tienes la sexualidad mayoritaria y quieres prosperar como futbolista, da la sensación de que deberás esconderte o no podrás crecer en el mercado de fichajes. Porque la homofobia se utilizará contra tu porvenir y hasta los compañeros desconfiarán de ti. Por el desconocimiento, como el que demuestra Cañizares. Porque aún en determinados vestuarios se siguen recitando chistes rancios en los que se hace mofa de compartir una ducha con un homosexual. No vaya a ser que se caiga la pastilla de jabón. Aún se sigue utilizando el chiste malo que desvirtúa a las personas para reducirlas a una mofa tóxica de depredación sexual.  Hay pensamientos arcaicos que siguen latentes 

No es que no haya gays en el fútbol masculino, es que el fútbol masculino todavía reprime por su homofobia naturalizada. En los estadios, aún se asocia ser homosexual a débil, raro, excéntrico y hasta monstruoso. Las personas LGTBI no es que trabajen más en televisión o en cultura por afinidad de gusto -eso es otro prejuicio homófobo-, simplemente comparten más su sexualidad en estos ámbitos porque son entornos seguros desde hace años. Pero aún hay lugares en la sociedad que se sienten hostiles y fomentan que haya personas que tengan miedo a decir con libertad quiénes son. Porque sienten que van a ser juzgadas y dejarán de ser tratadas en igualdad de condiciones. Se les mirará con determinadas suspicacias, paternalismos y retintines. Sucede más de lo que creemos o nos han hecho creer. Y el fútbol es uno de los ejemplos más radicales.  Queda mucho por normalizar con referentes futbolísticos que, además, entiendan que la sexualidad no es parte de la intimidad. No te ocultas si eres heterosexual, ¿por qué soterrarlo si eres homosexual o bisexual? El motivo: el componente negativo sigue planeando en el imaginario colectivo. Todavía la diversidad sexual se utiliza como insulto, como 'confesión', hasta como un acto de valentía. Y no, ser como eres no debería ir unido a la gallardía de ser valiente. No tenemos que ser valientes, debemos poder convivir en una sociedad que no te haga sentir fuera de juego. 

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