El "teléfono escacharrado" de la educación sexual: "Los jóvenes ven porno cada vez más pronto y hay que enseñar a detectar la ficción"

Foto de archivo de dos estudiantes en un aula.
Foto de archivo de dos estudiantes en un aula.
Europa Press
Foto de archivo de dos estudiantes en un aula.

Hay un tema que ha pasado a primer plano del debate público, pero sobre el cual, sin embargo, no se profundiza mucho: la educación sexual. El hecho de que el Gobierno se haya marcado como objetivo apuntalar la educación afectivo-sexual en todas las etapas educativas ha generado un revuelo entre los que lo defienden y quienes tachan la medida de adoctrinamiento ideológico. Pero lo cierto es que, entre ese tira y afloja, no se ha llegado a detallar qué es lo que se les enseña a los niños y adolescentes en esos talleres. ¿Se les pervierte, como dicen algunos? ¿Se les enseñan prácticas o posturas sexuales, como dicen otros?

"Es un teléfono escacharrado. La educación sexual es un proceso de enseñanza y aprendizaje sobre cualquier cuestión que tiene que ver con la sexualidad, y eso implica saber que es una realidad muy amplia", señala a 20minutos Raquel Hurtado, psicóloga y sexóloga de la Federación de Planificación Familiar. Según asevera, el malentendido en torno a estos talleres que ella imparte reside en que, "normalmente", se vincula la sexualidad únicamente a las relaciones sexuales. Sin embargo, explica, se trata de una dimensión que tiene que ver con muchos otros ámbitos, como la diversidad, la atracción, el amor, la autoestima, la relación con el propio cuerpo, los afectos o las habilidades comunicativas. 

Que entiendan que existen muchas formas de ser, de relacionarse, que hay distintos cuerpos y todos igualmente válidos, que hay que relacionarse desde el respeto y el consentimiento... Las charlas que da la federación dos veces al año en algunos colegios e institutos se adaptan a la madurez de los alumnos y sirven en la mayoría de ocasiones como canal para resolver dudas. 

Según la psicóloga y sexóloga, la educación sexual está siempre presente, se imparta oficialmente o no. "Cuando regañamos a un niño o niña porque se toca los genitales, les explicamos las partes de su cuerpo o les ayudamos a entender que cualquiera no puede tener acceso a tu cuerpo, estamos haciendo educación sexual. De la mala, pero la estamos haciendo. Entonces, lo suyo es hacerla correcta, desde el principio y en el espacio educativo formal", subraya. 

Normalizar la diversidad

Además, el papel de los profesionales que dan los talleres no solo tiene que ver con plantear contenidos, sino con normalizar ciertas formas de comportarse que quizás siguen encasilladas como algo negativo. "Es una cosa que vemos mucho. Hay chicos y chicas que reciben muchísimo machaque invisibilizado porque su manera de ser o de expresarse, su orientación o incluso su identidad no están en el marco normativo", afirma Hurtado. "Cuando yo estaba en el instituto había 'chicas-chicas', que eran como 'los de verdad'; 'chicas-chicos', que eran los 'marimachos'; 'chicos-chicos' que eran también 'los de verdad'; y chicos-chicas' que eran los 'afeminados' y, por tanto, homosexuales", explica la experta, asegurando que "40 años más tarde, eso sigue manteniéndose".

Así, lo que se suele hacer es ir ampliando y diversificando los conocimientos a medida que avanzan en las etapas educativas. Por ejemplo, en el momento en el que empiezan a sentirse atraídos por otras personas, hablan de lo que es el deseo, el amor o el enamoramiento. "Si están empezando a tener encuentros eróticos, tendremos que hablar no solo desde el uso de los métodos anticonceptivos, sino desde el propio deseo. ¿Esto a mí me apetece? ¿Esto encaja con mi sistema de valores? ¿Quiero hacerlo? De forma que puedan tomar sus propias decisiones según ese mapa de valores propio", cuenta.

"Ellos mismos tienen mucha información, que es anecdótica y que en cierto modo boicotea nuestros objetivos"

"Pero lo que a mí me parece muy curioso es que ellos mismos tienen mucha información, que es anecdótica y que en cierto modo boicotea nuestros objetivos. Es muy habitual que nosotros tratemos de quitar el peso que tienen las relaciones con penetración, pero es algo que preguntan mucho, porque socialmente estamos en un contexto en el que el foco está puesto en eso. Por ello hay mucho esfuerzo no en satanizar la penetración, sino en relativizarla. Es una práctica muy importante cuando uno o una se quiere reproducir, pero si lo que quiere es sentir placer, el abanico es enorme", señala.

Distintos tiempos, mismas preguntas

Lo peculiar es que, pese a vivir unos tiempos en los que está toda la información disponible y al alcance de cualquiera, las preguntas, los mitos y las falsas creencias son las mismas que había hace 20 años. Lo que ocurre, detalla Hurtado, es que no sirve de nada que haya un mar de información si los jóvenes no son capaces de identificar las fuentes fiables.

Ahí es donde entra también la pornografía. Explica la sexóloga que los que no tienen la "suerte" de acudir a estos talleres para informarse, a final acuden a los amigos y la pornografía. Según un estudio de Save the Children, siete de cada 10 adolescentes consumen pornografía a la que, además, acceden por primera vez a los 12 años. 

"En grupos de discusión en Bachillerato vimos que hay muchos que están haciendo cosas que no les apetece, pero creen que es lo que tienen que hacer"

Lo que sucede, cuenta Hurtado, es que en determinados aspectos sí que son capaces de identificar lo que es ficción, pero en otros no. "En relación al deseo, hay chicos y chicas que piensan: 'Pues si toda la gente que sale en los vídeos disfruta, será que a las chicas les gusta eso'. Hace poco hicimos grupos de discusión con alumnos de Bachillerato y vimos que hay muchos que están haciendo cosas que no les apetece, pero creen que es lo que tienen que hacer", relata. 

Aun así, Hurtado reconoce que es una realidad que existe y a la que no se puede ignorar. "Nos parece alarmante que se crean este tipo de contenidos cada vez más pronto, pero tenemos que darles las herramientas para que sean capaces de filtrar todo eso", incide, lamentando que se esté virando hacia un modelo que "tecnifica totalmente la sexualidad" y que incluso la convierte "en algo acrobático o violento". 

Entrenar habilidades sociales

En ese mismo marco entra también la prevención. Este último mes ha habido una alarma en la sociedad por la percepción de que se está produciendo un repunte de violaciones en grupo. "Hay una cuestión que tiene que ver con el entendimiento de los límites y del consentimiento", afirma Hurtado. Según explica, en las aulas no hay "ninguna" duda de que violar a una mujer es algo reprobable. El problema, asegura, está en los casos en los que las líneas son más finas. "Hay un montón de terminología para justificar ciertos comportamientos, del tipo 'para qué calientas la comida si no te la vas a comer'. El conflicto es que esa secuencia se convierte en un acuerdo y en ese momento hay una persona que se siente legitimada a forzar a la otra persona", subraya. 

Asimismo, la educación sexual es un modo de educar desde la tolerancia y el respeto en todas las relaciones y hacia todas las personas. Es, por ejemplo, una vía para evitar situaciones de LGTBIfobia. "El otro día les enseñé una fotografía de dos niños jugando con muñecas y les pregunté si les parecía algo habitual. Todos coincidieron en que no. Pero cuando pregunté si les parecía algo deseable, hubo un par de chicos que dijeron que no porque es muy probable que esos niños acaben siendo homosexuales", cuenta. Es ahí cuando Hurtado les asemeja esa percepción con la de considerar que un adulto con hijos es también homosexual por ocuparse de ellos. "Se quedan un poco en shock, pero se abre el debate y lo ven distinto", señala. 

Lo mismo sucede con la violencia de género. "Tenemos que trabajar los mitos del amor romántico. Porque si interpreto que los celos son síntoma de amor, tenemos un problema", asevera Hurtado, asegurando que todavía hay que trabajar mucho en lo que respecta a la intimidad, a lo que implica tener una pareja y una relación sana. "Pero eso se tiene que trabajar a lo largo del tiempo y no en sesiones de 50 minutos en dos sesiones al año. Al final lo que hacemos es tratar de sembrar una semilla, porque está claro que no podemos dedicarle todo el tiempo que necesitaríamos", concluye. 

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