Los héroes también se quiebran: "Los pacientes se morían y solo nos tenían a nosotros. Ahora debemos cuidarnos"

Jesús, enfermero de la UCI del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Javier Santos, enfermero de la UCI del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Jorge París
Jesús, enfermero de la UCI del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Cada día, a las ocho de la tarde, los españoles tuvimos durante un par de meses la misma cita. Una cita en los balcones de esos hogares de los que no podíamos salir. Cada día, a las ocho de la tarde, los españoles rompíamos con aplausos el silencio que reinaba en un mundo en pandemia. Fue la forma de homenajear a quienes estaban en primera línea de la batalla contra un virus desconocido, altamente transmisible y con elevadas tasas de mortalidad. Profesionales sanitarios que vivieron situaciones dramáticas que a muchos les están pasando factura en su salud mental.

"En principio no te das cuenta de cómo te está afectando. Pese a la dureza de lo que estás viviendo estás metido en la vorágine y no te paras a pensar en nada. Trabajábamos a destajo y no nos daba tiempo ni a hablar entre nosotros. ¿Cuándo aparecen los problemas? Meses después", cuenta Javier Santos, sentado en un despacho del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Es el centro en el que trabaja y en el que asiste a terapia.  

Este enfermero de la UCI es uno de los más de 4.000 facultativos que han recurrido al Plan de Respuesta en Salud Mental a la crisis generada por la Covid-19 que puso en marcha la Comunidad de Madrid. El recurso va destinado a sanitarios, enfermos que han superado el virus y familiares que perdieron a un ser querido y no pudieron despedirse de él. Los tres grupos son considerados especialmente vulnerables dado su contacto con situaciones potencialmente traumáticas derivadas de la pandemia.

Javier empezó a sentirse mal el pasado enero, casi un año después de que estallara la peor crisis sanitaria que ha vivido la humanidad en los últimos cien años. No sabe qué lo desencadenó ni se ha parado a analizarlo pero es consciente de que había cargado en exceso la mochila que llevaba a la espalda  desde el 16 de marzo de 2020. Aquel día, recién decretado el estado de alarma y el confinamiento domiciliario, volvió al hospital tras tener el fin de semana libre y sintió que entraba en una "película de ciencia ficción": "Me lo habían cambiado todo. No había gente. Imperaba el silencio. Sentí un poco de congoja".

"Una mañana me cogieron tres compañeros y me dijeron que me fuera a casa. Pero aun así lo seguía retrasando"

A partir de ahí los momentos de estrés y los golpes emocionales fueron constantes. A él y a sus compañeros llegaban los contagiados más críticos y ellos eran las últimas personas a las que veían los que fallecían. "La soledad de aquellos pacientes fue tremenda. Se morían y solo nos tenían a nosotros. La familia no podía venir. Fue una de las cosas que más me impactaron. Entraban con un miedo atroz y a nosotros, con el EPI, debían de vernos como astronautas. Intentábamos darles el mayor aliento posible pero existía esa barrera física", relata. 

Trabajar con aquellos equipos de protección complicaba mucho las cosas. Javier tiene grabada en su memoria una imagen de la que ahora puede hablar con "naturalidad" pero que no olvidará. "Entró un paciente de 51 años y se empezó a poner fatal. La doctora se preparó para intubarlo pero sudabas tanto y se te empañaban tanto las gafas que no veías nada. Llegó un punto en el que no pudo más. Grito: '¡Fuera!'. Se lo quitó todo, intubó y en seguida se lo volvió a poner". Es la escena de unos momentos en los que urgía salvar vidas aun a costa de poner en peligro la propia.  

Aprender a marchas forzadas sobre un patógeno que se comportaba como ninguno lo había hecho antes, dar palos de ciego, tener que cambiar constantemente de estrategia... tampoco ayudó. Y al salir del trabajo el peso de la pandemia continuaba oprimiendo. Recorrer el camino a casa por calles desiertas que habitualmente estarían en continuo movimiento provocaba un gran desconsuelo, y la posibilidad de introducir el virus en casa y contagiar a la familia generaba mucho miedo. 

Plan de Respuesta en Salud Mental a la crisis de la Covid de la Comunidad de Madrid.
Plan de Respuesta en Salud Mental a la crisis de la Covid de la Comunidad de Madrid.
Henar de Pedro

A aquella primera ola le siguió la segunda pero no fue hasta la tercera cuando Javier se vino abajo y después de las Navidades le dieron la baja laboral: "Una mañana me cogieron tres compañeros y me dijeron que me fuera a casa. Pero aun así lo seguía retrasando. Pensaba que con librar unos días iba a ser suficiente. No obstante sabía que algo me estaba pasando. Me llegó a dar una crisis de ansiedad y me tuvieron que traer a urgencias".

Este hombre define lo que le ocurría como una angustia persistente que no le "cabía en el cuerpo", un sentimiento de apatía y de que no valía para nada, un desasosiego interno tremendo, en definitiva un estado que estuvo a punto de hacerle caer en una depresión. No descansaba, era incapaz de concentrarse e incluso el hecho de no poder trabajar le hacía sentir culpable. 

"Un estrés sostenido en el tiempo supone un riesgo muy elevado de desarrollar una enfermedad mental. En algunos casos ha provocado una etapa mala con una adaptación, pero en otras personas ha precipitado un tema como el que describe Javier", explica sentada a su lado la doctora Blanca Reneses, jefa del Servicio de Psiquiatría del Clínico, quien elogia el testimonio de su compañero: "El estigma que todos tenemos sobre la salud mental hace que mucha gente retrase la petición de ayuda. Incluso los propios profesionales de la salud, cuando lo viven, lo evitan. El mensaje positivo es que pidiendo ayuda esos problemas se arreglan". "Una parte importante de los programas de intervención consiste en la prevención y muchas de sus estrategias tienen que ver con parar la actividad diaria y mirar tus necesidades, con pensar en ti", sigue la especialista.

La psiquiatra Blanca Reneses y el enfermero Javier Santos, en el Hospital Clínico.
La psiquiatra Blanca Reneses y el enfermero Javier Santos, en el Hospital Clínico.
Jorge París

"Tengo compañeros que no han sido capaces todavía de darse cuenta de lo que les pasa y me veo reflejado en ellos. Les digo que paren, que se olviden del hospital, miren por ellos y que cuando estén bien vuelvan. Tenemos que cuidarnos. Esa es la lección que yo he sacado y es fundamental", corrobora Javier, quien tras ocho meses, el 14 de septiembre fue dado de alta. "Nunca pensé que me iba a durar tanto. Quería haberme incorporado en junio pero la doctora no me dejó. Ahora sí he vuelto con vitalidad y energía", afirma, aunque permanecerá en seguimiento al menos hasta enero.

Los aplausos desde los balcones se fueron apagando hasta desaparecer pero la la pandemia no lo ha hecho. La Covid perdura y estos profesionales han seguido al pie del cañón, acumulando vivencias a las que no se habían enfrentado antes. Hemos volcado además sobre ellos la presión de llamarles héroes, y ya en los momentos más difíciles los psicólogos alertaban de que eso podría incrementar su estrés. "Tiene un grado negativo porque les eleva la autoexigencia, el no poder fracasar", afirmaba en marzo de 2020 el psiquiatra José Antonio Barbado. La salud mental de estos héroes no es de hierro, ellos también se quiebran y hay ocasiones en las que necesitan frenar para poder seguir cuidándonos. 

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