Escrivá: el ministro independiente y técnico que acumula 22 meses de polémicas sobre pensiones y salarios

El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá.
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá.
EFE
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá.

José Luis Escrivá (Albacete, 1960) desembarcó en el primer Gobierno de coalición español de la democracia reciente con el cartel de independiente. Tras ser nombrado como presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) en 2014 por el Partido Popular, el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, lo fichó en 2020 para 'cuidar' de las pensiones como titular del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Su anterior paso por el Banco de España y diferentes instituciones europeas le dieron relumbrón a una incorporación al gabinete que se ha visto lastrada por múltiples polémicas a lo largo de los 22 meses que lleva al frente de la cartera ministerial.

Su nombramiento recordó a aquellos fichajes que Sánchez hizo nada más llegar a La Moncloa en junio de 2018 tras triunfar su moción de censura contra Mariano Rajoy. El presidente se rodeó entonces de personalidades ajenas o bien a la política o al propio PSOE, como Máxim Huerta o Pedro Duque, a quienes puso al frente de Cultura y Ciencia respectivamente. Escrivá era algo parecido, pero en versión 'técnica'. Cuando Sánchez repitió mandato, en enero de 2020, el jefe del Ejecutivo quiso simular la jugada realizada un año y medio atrás y se trajo consigo, para que le acompañaran en las reuniones semanales de ministros, a perfiles como el de Arancha González Laya, a quien otorgó la cartera de Exteriores, y al propio Escrivá, que sustituyó a la socialista Magdalena Valerio.

El ministro de Inclusión y Seguridad Social es el único superviviente de esa especie de guardia pretoriana de la que Sánchez se rodeó para explotar su independencia y su vertiente más técnica. Todos los demás están fuera: Huerta dimitió por un escándalo con Hacienda y el resto fueron cayendo poco a poco, conforme el paso del tiempo demostraba que sus capacidades políticas no aguantaban todas las tormentas. El ejemplo más claro fue el de González Laya que, pese a tener un currículo que muchos alababan, tuvo varias y sonadas polémicas que terminaron provocando su cese este verano.

El currículo de Escrivá fue igual de elogiado que el de la exministra de Exteriores y, como ella, ha sido puesto en el centro de la diana por diferentes episodios, de los que siempre ha intentado salir airoso afirmando que sus palabras son malinterpretadas, aunque en ocasiones ha llegado a ser matizado incluso por compañeros del Ejecutivo. Sin ir más lejos, esta misma semana ha protagonizado dos polémicas. El jueves, día en el que el Congreso tumbó las enmiendas a la totalidad presentadas por PP y Vox y salvó su proyecto de ley de revalorización de las pensiones, dijo en una entrevista en Onda Cero que "el problema de la esperanza de vida se soluciona trabajando más".

Escrivá lo señaló días después de plantear la necesidad de acometer en España "un cambio cultural para trabajar más, hasta los 70 o 75 años" en otra entrevista en el diario Ara publicada el pasado fin de semana, en la que también afirmó que pretendía desincentivar la "jubilación anticipada" y estimular la "prolongación de la vida laboral más allá de la edad legal". Estas palabras supusieron un seísmo de gran magnitud y levantaron ampollas en la coalición, pero también fuera de ella. "Es Escrivá en estado puro, no creo que el PSOE está muy contento con estas declaraciones", dijo Aitor Esteban, portavoz del PNV. Razón no le faltaba: ese mismo lunes, pese a que el ministro dijo que se habían "sacado de contexto" sus palabras, Héctor Gómez, portavoz socialista en el Congreso, salió a desmarcarse de las declaraciones del ministro, y también lo hizo la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra.

También la vicepresidenta segunda, ministra de Trabajo y cabeza visible de Unidas Podemos en el Ejecutivo, Yolanda Díaz, le corrigió públicamente recordándole que esa propuesta no estaba dentro del acuerdo de Gobierno. No era la primera vez que lo hacía, pues ambos han tenido varios encontronazos desde que comparten mesa en el Consejo de Ministros. No en vano, cabe destacar que cuentan con perfiles políticos muy diferentes y que sus dos carteras eran una antes de enero de 2020. 

Otro ejemplo de sus discrepancias es la progresiva subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Sánchez sacó a Escrivá de la primera foto que el presidente, el ex vicepresidente Pablo Iglesias, y Díaz, entonces solo como ministra de Trabajo, se hicieron con los agentes sociales cuando, en enero de 2020, lo subieron por primera vez. Y es que, el ministro había advertido un año antes, cuando dirigía la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) que subirlo podría destruir 40.000 empleos. No quedó allí la batalla soterrada, sino que, en julio, mientras Díaz pedía "valentía" para aumentarlo más, Escrivá decía que dependería de la coyuntura laboral.

El comodín de "se me ha entendido mal" también lo utilizó el ministro en otra de sus sonadas polémicas. A comienzos del mes de julio, señaló en una entrevista en TVE que la generación nacida entre finales de los años 50 y mediados de los 70 (baby boomers) tendrían que elegir entre "un pequeño ajuste" en la pensión o "trabajar un poco más". Según explicó esta generación es "más ancha" y es por ello que, tal y como aseguró, debía asumir "algo del esfuerzo que hay que hacer de moderación del gasto en pensiones durante un periodo concreto de tiempo". No obstante, poco duró la validez de esas palabras, pues al día siguiente intentó zanjar la enésima polémica con un "ayer no tuve mi mejor día".

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