La "misión" del padre Gabriel tras la explosión de la calle Toledo: "Queremos que se esclarezca la verdad"

El padre Gabriel Bendicto posa en el interior del edificio que quedó devastado por la explosión de gas del 20 de enero.
El padre Gabriel Bendicto posa en el interior del edificio que quedó devastado por la explosión de gas del 20 de enero.
Jorge París | Jorge Paris
El padre Gabriel Bendicto posa en el interior del edificio que quedó devastado por la explosión de gas del 20 de enero.

"No quiero dinero, no me metí a cura para ganar dinero. Yo soy misionero y esta es la misión que me ha encomendado Dios", declara el padre Gabriel Benedicto, sentado en una sala austera y sin decoración dentro de la Iglesia de la Virgen de la Paloma del barrio de La Latina de Madrid. Junto a la iglesia, el edificio parroquial de seis plantas está forrado por una chapa metálica que cubre los restos de la estructura que saltó por los aires.

Cinco meses antes, el pasado 20 de enero, la nieve congelada se acumulaba aún en el patio que separa la iglesia del edificio tras el temporal de la semana anterior. El padre Gabriel dedicó esa mañana a retirarla con una pala. A las 14:30h, subió a su vivienda, ubicada en la última planta del edificio parroquial. Entonces, percibió el olor a gas.

“Olí a gas en mi casa 25 minutos antes de la explosión, apagué mi caldera y me los encontré a los dos”, declara el sacerdote, en referencia a Rubén Pérez Ayala, también sacerdote y vicario de la parroquia, y a David Santos, un catequista de la iglesia y amigo personal de Rubén. Ambos iban a fallecer poco después.

El edificio donde los sacerdotes tenían sus viviendas, situado en el número 98 de la calle Toledo, fue golpeado por una potentísima explosión, que derribó la fachada y cubrió la calle de escombros. Las primeras informaciones ya apuntaban a una explosión de gas, pero entonces se atribuyó erróneamente la responsabilidad a una caldera. Se situó también a Ayala y Santos en el interior y se lanzó la hipótesis de que podrían haber manipulado la caldera ellos mismos. La información llegaba a cuenta gotas y desde fuentes desconocidas.

Fuga en la válvula de acometida

Dos semanas después de la explosión, un informe de la policía científica certificó que la deflagración no se debió a una caldera, sino por una fuga en el exterior del edificio, concretamente en la válvula de acometida por la que el gas de la red general se conecta al edificio, cuyo mantenimiento es responsabilidad de la empresa suministradora, en este caso, Naturgy.

La Justicia ha archivado el caso en dos ocasiones, primero mediante un auto de sobreseimiento el 22 de febrero y, después, desestimando el recurso de las familias de tres de las víctimas el 27 de mayo. La jueza consideró la explosión fruto de un "accidente fortuito" y no estimó que fueran necesarias más investigaciones. El pasado martes, el Arzobispado de Madrid presentó un recurso de apelación ante la Audiencia Provincial de cuya decisión dependerá si se inicia un proceso judicial o no. El recurso fue admitido a trámite el pasado viernes y, en los próximos días, el Arzobispado presentará un escrito para adherirse a los recursos de apelación interpuestos por las demás partes: afectados y familias de las víctimas.

El padre Gabriel, el párroco y, por tanto, responsable de la gestión de la iglesia, está dispuesto a liderar una incierta batalla legal que, si llegase a producirse se extendería durante años.

- ¿Por qué habéis presentado el recurso?

- Queremos que se esclarezcan las circunstancias y la causa de la fuga que produjo el fallecimiento de cuatro personas.

- ¿Merece la pena empezar esta batalla?

- Es una cuestión de conciencia. Yo estoy haciendo esto por los demás.

"Entonces, supe que era aquí"

A sus 40 años, esta no es la primera misión del padre Gabriel. Durante su etapa como seminarista, que comenzó en el 2000 tras abandonar sus estudios de Filosofía, viajó como misionero a Israel, donde aprendió hebreo y estudió la religión judía. Su fervor religioso viene de familia. Sus padres estaban vinculados a la parroquia de San Roque, en el popular barrio madrileño de Carabanchel. "Para ellos, lo primero era el amor a Dios", explica el sacerdote, que también es uno de los seis vicarios territoriales de Madrid y responsable de la gestión de 43 parroquias en la capital.

La explosión de enero le sorprendió en el interior de la Iglesia: "Estábamos decidiendo dónde poníamos unos armarios y '¡bum!'. No tenía ni idea de lo que había pasado. En un principio pensé que habría sido nieve que se había caído". En medio del desconcierto, sonó su teléfono.

Le llamaba el padre Matías Almonte, un estudiante paraguayo acogido en la parroquia y uno de los cinco sacerdotes de la iglesia: "Gabriel, aquí no hay nada, ayúdame", acertó a decir el cura, que posteriormente fue fotografiado sentado rodeado de escombros en la quinta planta del esqueleto del edificio del que se había desprendido la fachada. Había sobrevivido milagrosamente.

El padre Gabriel, confundido aún por la llamada, abrió la puerta del patio y vio por primera vez el edificio destrozado. "Entonces, supe que era aquí". Ese día, además del padre Ayala y David Santos, fallecieron dos viandantes: Stefko Ivanov y Javier Gandía.

Reminiscencias de la explosión de Palencia

Cuando comenzó a indagar sobre el incidente, Gabriel descubrió que la explosión de la calle Toledo tenía reminiscencias con otra que se había producido 14 años antes en Palencia. El 1 de mayo de 2007, una explosión hizo derrumbarse a un edificio de viviendas de cinco plantas ubicado en la calle Gaspar Arroyo del centro de la ciudad castellano-leonesa. Murieron nueve personas y un centenar de vecinos se quedaron sin casa.

Aunque, inicialmente, se atribuyó el accidente a la explosión de una bombona de butano, tras un largo proceso judicial se determinó que había existido una fuga en la válvula de acometida de la finca, tal y cómo ocurrió en la calle Toledo, según el informe de la policía científica. La suministradora de gas, Gas Natural (ahora Nedgia Castilla y León), ha tenido que indemnizar a los vecinos y, a raíz de la sentencia, las Cortes de Castilla y León aprobaron por unanimidad en 2017 una nueva normativa sobre medidas preventivas y de seguridad de las instalaciones de gas.

"Vamos a intentar que esto suceda en la Comunidad de Madrid. Yo no puedo mirar para otro lado y mañana ver en los periódicos que le ha pasado lo mismo a otras familias", explica el padre Gabriel. "Creo que no se están haciendo bien las cosas y creo que si yo tengo que perder 10 años de mi vida para que esto cambie, para que la prevención de este tipo de explosiones se ponga en marcha y que otras personas no mueran, lo haré. Una vez que uno sabe la verdad, está ligado a ella y tiene que actuar". 

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