Fórmulas para hacer las paces con la naturaleza

  • El medio ambiente es vital en los ODS de la ONU, que dedica su día a la restauración de los ecosistemas
El mundo ha perdido 178 millones de hectáreas de bosques desde 1990.
El mundo ha perdido 178 millones de hectáreas de bosques desde 1990.
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El mundo ha perdido 178 millones de hectáreas de bosques desde 1990.

Lo apuntan todos los expertos en materia medioambiental: estamos ante la última oportunidad de prevenir un cambio climático catastrófico. El Decenio por la Restauración de los Ecosistemas, que comenzó este 2021 y es objeto central de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente (mañana, 5 de junio), es la última llamada de atención para frenarlo y detener la pérdida de la biodiversidad.

Una ardua tarea que, tal y como señalan desde la Naciones Unidas (ONU), pasa por la financiación de proyectos sobre el terreno, el aumento de la inversión en investigación, el establecimiento de incentivos a las buenas prácticas en esta materia y dar una buena formación y educación a las generaciones futuras.

De aquí a 2030 –fecha límite de este periodo y también de los ODS–, la ONU estima que la restauración de 350 millones de hectáreas de ecosistemas terrestres y acuáticos degradados (compromiso firmado por 61 países en el Desafío de Bonn) podría generar hasta nueve billones de dólares en materia de servicios ecosistémicos, "beneficios que superan por diez el coste de la inversión". El precio de la inacción, advierten, "es al menos tres veces mayor que el de la restauración de los ecosistemas".

En el bosque

Cada año se pierden alrededor de 4,7 millones de hectáreas de bosque tropical, por el aumento de extensiones de cultivo junto a la explotación forestal para la obtención de madera. A ello se suman los incendios forestales, agravados por el cambio climático.

Los incendios no solo suponen la desaparición de árboles, sino que son responsables de la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera –principal causante del efecto invernadero y del calentamiento global–. De hecho, al ritmo actual, se estima que en 2050 el Amazonas dejará de absorber esta sustancia y se convertirá en uno de sus mayores emisores.

Restaurar estos entornos, apuntan desde la ONU, implica devolver los árboles a las antiguas tierras forestales y mejorar el estado de los bosques degradados, esenciales para abastecer al planeta de aire y agua limpios, albergar biodiversidad y seguir siendo medio de subsistencia de millones de personas en el mundo.

En el agua

El 80% de las aguas residuales del planeta se vierten sin tratamiento previo en mares y océanos, fenómeno que afecta a la supervivencia de los corales y de miles de especies que viven en este entorno. La sobrepesca y el calentamiento de las aguas a causa de la emisión de gases de efecto invernadero son otros de los factores que amenazan a este ecosistema, encargado de la producción de la mitad del oxígeno que se respira en el planeta.

26 gigatoneladas de gases de efecto invernadero podrían desaparecer de la atmósfera del planeta Tierra con la restauración de ecosistemas

La misma tarea de recuperación y cuidado requieren los entornos de agua dulce, especialmente los humedales o turberas. Estos suponen un 3% de la superficie terrestre del planeta, pero almacenan casi el 30% del carbono del suelo. Desde 1900, han desaparecido la mitad de estos entornos, drenados con objetivos agrícolas, por la explotación minera o la prospección de gas y petróleo.

En la ciudad

Aunque las zonas urbanas representan menos del 1% de la superficie terrestre, en ellas reside la mitad de la población mundial y su crecimiento descontrolado perjudica a los hábitats naturales, además de ser un foco de contaminación del suelo, hídrica y atmosférica.

Por ello, la reconstrucción de los ecosistemas urbanos hacia modelos de ciudades sostenibles resulta tan importante como la de otras zonas, ya que, bien gestionadas, las ciudades "contribuyen a limpiar el aire que respiramos y el agua que consumimos, contrarrestan el efecto de isla térmica y contribuyen a nuestro bienestar al protegernos de las amenazas y darnos oportunidades de descanso y ocio", apunta la ONU. 

La reclamación de las nuevas generaciones

Según la encuesta Generación Millenial 2020, elaborada por la consultora Deloitte, el cambio climático se situaba como la primera preocupación de la Generación Z en España en la encuesta realizada en diciembre de 2019. Con la llegada de la pandemia, el desempleo se ha convertido en el principal problema, pero la cuestión ambiental permanece en segunda posición para la Generación Z y los millennials españoles, con un 38% y un 34% respectivamente.

Asimismo, cerca del 70% de los jóvenes considera que las iniciativas para frenar el cambio climático dejarán de ser una prioridad para las instituciones tras la COVID-19: solo un 22% de los millennials son optimistas frente a la efectividad de los esfuerzos por proteger el planeta.

Optimistas o no, la reivindicación de los jóvenes –que se ha canalizado en movimientos como Fridays For Future– radica, según los expertos, en el concepto de justicia social: "Los jóvenes son conscientes de que la civilización actual y la generación precedente han sido las responsables de la mayor emisión de gases de efecto invernadero. Si no conocen los glaciares o los corales no es por las decisiones que ellos han tomado", señala Víctor Viñuales, sociólogo, cofundador y director de Ecodes. "Tienen toda la fuerza moral para reclamar que hagamos el favor de no seguir robándoles su futuro", añade.

De la educación a la acción

Este experto incide en la importancia que tienen la formación y la ejemplaridad pública. "La educación tiene que estar vinculada a la acción. Los libros de texto hablan de cambio climático, de reciclaje, de reutilización... pero esto no se corresponde con lo que los jóvenes ven luego en el día a día", explica Viñuales. "Hay que predicar con el ejemplo. No puedes imponer a los ciudadanos unas normas y después no cumplirlas como institución", añade.

"Los problemas que ocasiona el cambio climático, como los huracanes o la desaparición de los casquetes polares, nos hacen ver la magnitud de la situación, pero también generan la visión de que como individuos podemos hacer muy poco para solucionarla", indica este experto.

"Y ocurre todo lo contrario: si cada uno barriera su trozo de acera, la calle siempre estaría limpia. Con este desafío ambiental, ocurre lo mismo: es una cuestión de corresponsabilidad, todos tenemos que aportar algo para cambiar esta situación", concluye el sociólogo.

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