Del bipartidismo extremo de 2008 al terremoto de la 'nueva política' en 2015

20 de diciembre de 2015. Tras 37 años de elecciones constitucionales, el bipartidismo imperfecto que había imperado en España desde la recuperación de la democracia terminaba de saltar por los aires. El PP, primer partido en esas elecciones, no llegaba ni al 30% del voto, y cuatro formaciones superaban el 10% a escala estatal, incluida una conducida por un profesor de ciencias políticas con coleta que lideraba una organización con tan solo un año de vida.

15 años atrás, en el 2000, que el sistema político español pudiera dar un vuelco semejante parecía ciencia-ficción. Ese año, José María Aznar se hacía con la primera mayoría absoluta del PP en su historia y comenzaba un acercamiento de España a Estados Unidos en política exterior que desembocó en el apoyo explícito a la invasión de Irak en 2003 pese al rechazo de buena parte de la población española. Junto a ello, los atentados del 11M –tres días antes de las elecciones– y el empeño de Aznar de culpar de los mismos a ETA pese a ser obra de Al-Qaeda redundaron en un vuelco político. El 14 de marzo de 2004, el PSOE volvía a ganar unas elecciones y José Luis Rodríguez Zapatero era elegido presidente.

Tras una primera legislatura socialista en la que Zapatero se benefició de la buena marcha de la economía y puso en marcha leyes como la de dependencia o la de matrimonio igualitario, en 2008 el PSOE volvía a ganar las elecciones y el bipartidismo salía más reforzado que nunca: los dos grandes partidos sumaban el 84% de los votos. Ese fue el punto culminante de un sistema que, a partir de ese momento, iría en un claro declive que terminó certificándose en 2015. La gran crisis económica de 2008 y la forma en la que la afrontaron primero Zapatero y luego su sucesor, Mariano Rajoy, se lo llevaron por delante.

A partir de 2010 el PSOE puso en marcha un paquete drástico de recortes que generó una enorme contestación social y que le llevó en 2011 a recibir el correctivo electoral más severo de su historia moderna. Mariano Rajoy llegó al poder con la segunda mayoría absoluta más amplia desde la vuelta de la democracia, pero su amplio apoyo se fue debilitando rápidamente por la corrupción, los recortes y el rescate bancario de 2012. 

Y entonces, en 2014, se celebraron unas elecciones europeas que parecían destinadas a ser de segundo orden y que terminaron dando paso a un terremoto político. Podemos irrumpió por sorpresa y unos meses después competía de tú a tú con los grandes partidos. Y a raíz de la entrada fulgurante de un nuevo actor por la izquierda surgió otro por el lado derecho: Ciudadanos. El sistema bipartidista ya se había roto, y la confirmación de esa fractura llegó en las generales de 2015 y 2016.

En estos años, la política española ha normalizado una inestabilidad inédita desde la Transición. Por primera vez en democracia, en 2018 se produjo un cambio de Gobierno a raíz de una moción de censura apoyada por unos nacionalistas que se han convertido en claves para la gobernabilidad. Y el terremoto en el sistema político aún iba a dar otra réplica en 2019 con la entrada de Vox al Congreso. Si es la última o si el vertiginoso ritmo de cambios de los últimos años guarda más sorpresas, solo el tiempo lo dirá.

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