Lucía Bosé, la diva del cine italiano que lo dejó todo para ser la mujer de un torero

El suyo fue uno de los romances fundacionales de la prensa rosa española pero, antes de ser la esposa de Luis Miguel Dominguín, Lucía Bosé actuó para Antonioni y fue definida por Visconti como “un animal cinematográfico”.
Crónica de un amor: las películas clave de Lucía Bosé
Lucía Bosé
Cinemanía
Crónica de un amor: las películas clave de Lucía Bosé

Él no sabía italiano y ella no hablaba español. Antes de darse el primer beso, él le había pedido que se casasen, y ella había aceptado. Un avión los sacó de España con la premura de las mulillas que arrastran el cadáver del toro por el albero y los llevó a Las Vegas. Su matrimonio comenzó como el de un cantante de segunda fila y acabó como el de las grandes estrellas del rock: con ella encañonándolo con una escopeta y dispuesta a disparar. Él era Luis Miguel Dominguín. Ella, Lucía Bosé.

Lucía Bosé nació en Milán dos años antes de que Hitler llegase al poder en Alemania, con lo que su infancia estuvo teñida por la guerra. Sus años de juventud transcurrieron entre bombardeos y el temor a los soldados de ambos frentes, que atravesaban Italia en busca de algo que llevarse a la boca.

Lucía Bosé como Miss Italia 1947
Lucía Bosé como Miss Italia 1947
ARCHIVO

Para entonces, Bosé, de extracción humilde, era una recóndita belleza destinada a un futuro de mediocridad. Sus amigas tenían otros planes: sin que ella lo supiese, enviaron una fotografía de Lucía a un concurso de Miss Italia, y no sólo la aceptaron, sino que acabó ganándolo. En él, competía una tal Gina Lollobrigida. La banda de Miss Italia le abrió las puertas de Cinecittà. La miseria quedaba atrás. Por delante, sólo el espectáculo. 

Un animal cinematográfico

Su primer título fue un cortometraje del bienhumorado Dino Risi. Sin embargo, el título que con que comenzaría a labrarse un nombre en Italia sería Crónica de un amor. En él, Bosé y Massimo Girotto (La ventana de enfrente) se enamoraban bajo la atenta y bisoña mirada de Michelangelo Antonioni. Era la primera película del director de El eclipse, que más tarde colaboraría de nuevo con Bosé en La señora sin camelias.

A poco que hiciera memoria, nada de esto debía coger a Lucía Bosé por sorpresa. Cuando aún era una joven sin expectativas que servía cannolis tras un mostrador, un cliente le había augurado futuro en el cine. “Eres un animal cinematográfico”, había señalado el hombre, que acababa de firmar un prometedor debut con Obsesión. Décadas después, sería padrino de boda Lucía Bosé, con la que, no obstante, nunca trabajaría en las más de veinte películas que dirigió. Su nombre era Luchino Visconti.

Muerte de una actriz

El currículo de Lucía Bosé sigue perlándose de triunfos. Para la década de los 50, ya ha actuado con Brigitte Bardot, Gino Cervi o Raff Vallone. Con Walter Chiari, coincidió en dos películas, y se comprometieron. El rey de la comedia italiana era un seductor consumado. Su amor, igual que el de Don Juan, había recorrido toda la escala social, incluyendo una princesa real como María Gabriela de Saboya. 

Lucía Bosé no contuvo este ímpetu y, en 1953, cuando Chiari se cruzó en el camino de Ava Gardner, el abierto romance que ella mantenía con Luis Miguel Dominguín se abrió un poco más. Fue el primer punto de contacto entre quienes más tarde serían marido y mujer.

Walter Chiari y Lucía Bosé
Walter Chiari y Lucía Bosé
Archivo

El historial de la cama de Luis Miguel Dominguín, para sí lo habría querido cualquier gran producción de Hollywood: por su vida, había pasado Oliva de Havilland, Yvonne de Carlo, Lana Turner, Romy Schneider, Lauren Bacall o Rita Hayworth. Y eso, contando sólo a las actrices. Lucía Bosé sería la siguiente: la diva del neorrealismo conoció al torero en Madrid, mientras rodaba su película más famosa, Muerte de un ciclista, con Juan Antonio Bardem. 

Aunque en 1958 estrenaría Así es la aurora, uno de los largometrajes menos conocidos de Buñuel e intervendría en la trilogía órfica de Cocteau, la fiesta en la embajada de Cuba en la que le presentaron a Luis Miguel Dominguín fue el principio de otra película distinta. Una titulada Muerte de una actriz

Lucía Bosé y Alberto Closas en 'Muerte de un ciclista'
Lucía Bosé y Alberto Closas en 'Muerte de un ciclista'
Cinemanía

Dos bodas, un novio y una amante

La fotografía es la siguiente: Luis Miguel Dominguín, en el centro de la plaza, acodado entre los afilados cuernos de un toro negro. En las gradas, todos permanecen en pie. Se los imagina uno, además, perplejos. El torero se ha desprendido de la muleta y el estoque y posa, como una estatua, en lo que llaman el truco del teléfono.

“Esto era lo que Antonio y yo llamábamos un truco. Era un buen truco pero no pasaba de ser eso”. Antonio era Antonio Ordoñez y quien escribe estas frases, Hemingway en El verano peligroso, un ensayo fechado en 1959, dos años antes de que el novelista se colocase el cañón de una escopeta en la frente y apretase el gatillo. 

Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín
Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín
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Luis Miguel Dominguín vivió como toreó: con trucos. Trucos buenos, pero trucos al final al cabo. El primero que conoció Lucía Bosé fue el de su boda civil en Las Vegas. No les sirvió de mucho: si había un toro al que Dominguín no podía burlar, ese era el franquismo. Incondicional del régimen, el matador no podía ser, al mismo tiempo, primera espada cultural de la dictadura y marido por lo civil en los Estados Unidos. Así que volvió a casarse meses después, ya en España y con Lucía Bosé de mantilla, y embarazada. Otro truco. 

La suyas fueron bodas sangrientas. Al saber del compromiso de Dominguín con Bosé, la actriz checa Miroslava Stern, amante del torero, se suicidó. Una leyenda, seguramente falsa, es que Stern, que había protagonizado varias películas con Cantinflas, murió aferrada a una fotografía de Dominguín. El libertino torero se había civilizado. Ahora era un hombre casado. Y Lucía Bosé también debería cambiar de profesión: de actriz, a madre. Ambas mudanzas fueron temporales.

Miroslava Stern y Cantinflas
Miroslava Stern y Cantinflas
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Un ángel de la casa

Durante diez años, Lucía Bosé no pisó un set de rodaje. Entre tanto, tuvo cuatro hijos (el primero, Miguel Bosé) y el último de ellos murió al poco de nacer. En su autobiografía por poderes, Lucía Bosé se refiere a Luis Miguel Dominguín como “el torero”. En otra autobiografía por poderes, la de Belmonte, el matador pone en duda los llamados terrenos del toro. El toro no tiene terrenos. Todo es del torero. El toro está ahí para obedecer porque el que manda es el hombre. En casa de Lucía Bosé, todos los terrenos eran de Dominguín. 

El matador le prohibió hablar italiano y cocinar pasta. La diva del neorrealismo se había transformado en el modelo franquista de ángel de la casa. Ver, oír, cocinar, y callar. Luis Miguel Dominguín siguió corriendo toros y corriéndose juergas. Las infidelidades lo siguieron hasta su hogar: Bosé descubrió que su marido tenía una aventura con su prima, Mariví Dominguín, 20 años más joven. 

Una noche, según Mariví, Bosé estalló y trató de acuchillarla. Armada con una escopeta, supuestamente Bosé apuntó al corazón del torero y le exigió que le entregase la custodia de sus hijos. El torero pidió el indulto y acabaron divorciándose.

La familia Dominguín Bosé, con Picasso
La familia Dominguín Bosé, con Picasso
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Un museo para ángeles

En 1967, Lucía Bosé tenía 36 años. Demasiados para ser sólo una belleza. La época que debía haber empleado para hacer la transición entre la chica guapa y la actriz con talento la había pasado fregando. Ahora, era tarde. Con todo, Bosé trabajó con los Taviani, Martín Patino, Gérard Depardieu, Marguerite Duras, Jeanne Moreau o Chávarri

Pero sus compañeras de promoción como Sophia Loren o Silvana Mangano le habían tomado ventaja. Además, estaba a punto de comenzar a ser la madre de Miguel Bosé. Lucía Bosé había dejado ser Lucía Bosé cuando pronunció “sí, quiero” en un altar de las Vegas. Desde entonces, había sido la esposa y, luego, la madre de un hombre famoso.

Miguel y Lucía Bosé
Miguel y Lucía Bosé
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Lucía Bosé murió, tal día como hoy de 2020, en Segovia. Hasta allí la había llevado su intención de construir un museo de ángeles de breve vida. En 2007, tuvo que cerrar sus puertas por falta de financiación. Bosé murió de neumonía agravada, según varios médicos, por una COVID en el que su hijo no creía, haciendo de este escepticismo su propia herejía a gran escala. Cuando a Lucía Bosé le preguntaron las razones de su fascinación por los ángeles, la actriz, que había crecido con la guerra, que había tocado el cielo y renunciado a él, había perdido a su cuarto hijo y encañonado a su marido, respondió: “Porque los ángeles siempre están ahí”. 

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