"Siniestro, desagradable y mezquino": las sombras de la vida privada de Cantinflas, un maestro del humor

El público adoraba al personaje que creó, pero la relación de Mario Moreno con sus colegas no era afable.
Mario Moreno, Cantinflas.
Mario Moreno, Cantinflas.
Mario Moreno, Cantinflas.

Limpiabotas, cartero, taxista, boxeador, torero, soldado… Podemos decir que Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes (Ciudad de México, 1911-1993) hizo un poco de todo antes de dedicarse a la interpretación. Su carrera artística arrancó en el circo, donde se puso el seudónimo de ‘Cantinflas’. Tras curtirse en antros y teatros, en 1930 ya era el cómico más famoso de México.

El salto al cine fue natural: debutó en la película No te engañes corazón (1936) y se consagró con Ahí está el detalle (1940). A base de retruécanos y chascarrillos, el llamado “Charlot mexicano” se autoerigió en paladín de los marginados y conquistó América del Sur. 

Propios y extraños usaban ya el verbo “cantinflear”, que hoy la RAE define como “hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia”. 

Desde que se hizo famoso, en las elecciones mexicanas cientos de personas ‘votaban’ a Cantinflas. Y, aunque nunca se presentó como candidato, tenía línea directa con presidentes, diplomáticos y dignatarios de varios países. Unos contactos que sólo utilizó para multiplicar su patrimonio personal.

Cantinflas en Hollywood

Gracias a su relación con las altas esferas, entró en Hollywood por la puerta grande en una época en que lo latino aún no estaba de moda. Su primer filme gringo fue La vuelta al mundo en 80 días (1956), que se llevó un Globo de Oro y recaudó 42 millones de dólares. 

Convertido en el actor mejor pagado del mundo, Cantinflas trató de repetir el éxito, pero Pepe (1960) fue un desastre en taquilla, muy a pesar de los cameos de estrellas como Frank Sinatra, Zsa Zsa Gabor o Gary Cooper. 

El público anglosajón no lograba digerir su intraducible humor, y Cantinflas tuvo que conformarse con sus éxitos en el mercado latino: El portero, El bolero de Raquel, El padrecito, y así hasta su retirada del cine con El barrendero, en 1982.

Las mujeres de Cantinflas

En el plano sentimental, su única esposa fue la bailarina rusa Valentina Ivanova, pero tuvo numerosas amantes. Al parecer, su hijo Mario Arturo es fruto de relaciones con una turista estadounidense; Moreno compró el bebé a cambio de 10.000 dólares y tuvo que afrontar un gran escándalo, pues la madre se suicidó poco después de entregarlo.

Cantinflas siempre dio limosnas, y su personaje pronunciaba frases lapidarias como “algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado”. Pero este perfil solidario se contradecía con su apoyo a políticos como Gustavo Díaz Ordaz, el presidente que ordenó la matanza de estudiantes de 1968.

Por otro lado, quienes lo conocieron aseguran que Moreno era un hombre intratable. Según afirma la escritora Guadalupe Loaeza, “era siniestro, desagradable y mezquino. Sus colegas no lo querían”. No se puede decir lo mismo del público: cuando el actor murió en 1993, más de 250.000 personas desfilaron ante su ataúd en Ciudad de México para despedirlo. 

Aún hoy, el mundo prefiere olvidar a aquel millonario altivo que atendía por Mario Moreno y quedarse con el Cantinflas de las películas, pobre como una rata pero dotado de un contagioso gracejo.

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