Borja Terán Periodista
OPINIÓN

El mantra de que el humor perdió la libertad

"Ya no se pueden hacer chistes sobre homosexuales y enanos". Estamos todavía desaprendiendo los prejuicios que nos impedían ver todo lo que escondía la tragedia de la mofa.
Alfonso Guerra con Pablo Motos
Alfonso Guerra con Pablo Motos
Atresmedia
Alfonso Guerra con Pablo Motos

"Ya no pueden hacer chistes sobre homosexuales y enanos", dice Alfonso Guerra en El Hormiguero. Pablo Motos, asiente. Y cierto es que hay determinadas personas que se van creyendo este mantra de que ya uno no se puede reír de todo. Incluso piensan que están perdiendo libertad. Aunque puedan expresarlo en el prime time con más audiencia de la televisión. Somos así de contradictorios. 

Pero es mentira que ya no se puedan realizar chistes "sobre homosexuales y enanos", que se siguen haciendo. A la vista está. La diferencia es que esos chistes "sobre homosexuales y enanos" han ido dejando de hacer gracia a una sociedad que ha evolucionado en sensibilidades. De hecho, ahora, ya no siempre confunde burla con comedia. Antes, todo el rato.

Al final, esas gracias que dibujaban al distinto de 'tarao' y excéntrico sólo eran un señalamiento público para que las grandes audiencias se sintieran superiores pensando "pues yo no estoy tan mal". Y lo que todavía es peor, con tales risas de la ignorancia de las que todos venimos se terminaba legitimando la discriminación.

Sin embargo, a muchos aún les parece difícil de entender dónde está el problema, sobre todo si son hombres blancos, heterosexuales y sin discapacidad. El motivo: les cuesta empatizar, pues nunca han sido realmente discriminados por la nociva risa que señala al diferente en la calle, casi siempre representado como alguien que da grima y del que hay que salir corriendo. A veces, hasta se le denigra al grito de "maricón". De ahí que el colectivo LGTBI+ intente hacer suya la palabra "maricón" para dar la vuelta al término con esa inteligencia emocional que busca desactivar los insultos desde dentro. Sin embargo, "maricón" sigue siendo una dañina arma arrojadiza en escuelas, institutos, campos de fútbol y manifestaciones.

Seguimos conviviendo con noticias de niños que sufren acoso en el patio del colegio por otros compañeros que les agreden por verlos como diferentes. Sigue vigente reírse de otros desde la condescendencia, como ese espectador que durante décadas también se ha reído del chiste del gangoso, el negro, la mujer maltratada... Hoy, en cambio, estamos desaprendiendo los prejuicios que nos impedían ver todo lo que escondía la tragedia de la mofa. Y saltan las alarmas cuando aparece un tipo de humor que se ríe "de" y no se ríe "con". Se ríe del que siente distinto porque no lo entiende ni lo quiere entender. 

Aquellos privilegiados porque no han sufrido discriminación real de ningún tipo podrán ofenderse diciendo aquello de 'qué piel fina' tienen algunos. Están en su derecho, claro que sí, pero los que antes no podían contestar pueden, por fin, reivindicar también su propia piel fina, esa piel fina que antes se tenía que hacer la dura para que no le pegaran en clase y que ahora intenta vivir su vida, sin esconderse, sin que le rehúyan, sin que nadie se mofe desde ningún desdén moral. Eso es la verdadera libertad: la convivencia, siempre más llevadera con la carcajada canalla que relativiza por sabia. No por faltona.

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