Hubo un tiempo en que Yurena era denominada "Tamara, la mala". Es la misma persona que, ahora, tendrá una serie propia sobre su vida en Netflix, Superestar, producida por Javier Calvo y Javier Ambrossi y creada por Nacho Vigalondo.
Existe cierta justicia poética en la ficción de hoy. Estamos intentando resarcirnos y pedir perdón a aquellos personajes que mirábamos con desdén. Eran los esperpentos de la sociedad.
La tele jugaba con las ansias de fama (y dinero) de sus frikis y, a la vez, la audiencia se desternillaba a carcajada limpia sintiéndose superior a las cobayas. Porque los creíamos nuestros conejillos de indias. Nos reíamos de Tamara, no con Tamara. Nos reíamos de los raros de la clase. Y ejercíamos una diferenciación hilarante entre quién era la buena y quién era la mala. Quién era la aparentemente perfecta y quién despojo humano.
Pero, a menudo, ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos. De eso, poco a poco, nos vamos percatando. También la televisión, que va desaprendiendo sus prácticas y está practicando su propia catarsis a través de un tipo de ficciones pensadas para aprovechar el tirón del imaginario colectivo más controvertido que llevamos dentro. El reclamo de la nostalgia trash de aquellas noches marcianas es un buen anzuelo para el éxito.
Lo bueno es que la perspectiva que otorga el paso del tiempo puede permitirse incluso intentar entender lo que no entendíamos. Y existe un gran mercado de juguetes rotos que sólo atendíamos desde los prejuicios y ni siquiera dábamos la oportunidad de entrever la persona detrás del personaje perdido en las avaricias de la tele. Se trataba de los bufones del cambio de milenio. Tamara, después Ambar, hoy Yurena, siempre María del Mar Cuena Seisdedos, era una de las destacadas del club del espectáculo de las ovejas negras. ¿Pasará de bufa a referente? Todo depende de la literatura de la serie en un mundo simplificado en el que nos cuesta conformarnos con los equilibrios de los puntos medios.
Comentarios