El hígado graso es la enfermedad hepática más común en el mundo: casi una de cada tres personas en el mundo la padecen. En España, la proporción de la población a la que afecta alcanza uno de cada cuatro adultos.
Así lo puso de manifiesto el investigador Jeffrey V. Lazarus, del Instituto de Salud Global de Barcelona y la Universidad de Barcelona en el debate de CaixaResearch sobre hígado graso. En esta actividad, organizada por la Fundación La Caixa, participaron los también investigadores Antonio Zorzano, del Instituto de Invesitigación Biomédica de Barcelona, y David Martínez Selva del Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR).
"Es un proceso lento y difícil de diagnosticar"
Según indicó Martínez Selva, ciertas alteraciones en el hígado son las que provocan que este produzca grasa a partir de los glúcidos (azúcares e hidratos de carbono) "y que esta se acumule en los hepatocitos, que son las células del hígado". "Las personas con obesidad y diabetes tienen mayor facilidad de padecer hígado graso, porque estas enfermedades favorecen la acumulación de grasa en el órgano".
Por su parte, Antonio Zorzano aclaró que, pese a que la acumulación de grasa en otros tejidos (por ejemplo, en el adiposo) no es en sí misma una patología, "el problema en el hígado es que no es el lugar en el que típicamente acumulamos los triglicéridos, y esto produce una respuesta inflamatoria hepática. Es un proceso lento, que varía en cada persona, y eso puede hacerlo difícil de diagnosticar".
Hay que distinguir varias fases de la enfermedad: "una en la que sólo hay acúmulo de grasa, otra en la que también aparece inflamación, otra en la que cuando el caso es ya más extremo hay un daño adicional en la estructura del hígado (fibrosis) y finalmente, puede darse cirrosis o cáncer hepático".
"Se puede prevenir, pero no depende sólo del individuo"
Zorzano añadió que "en las primeras dos fases puede no haber síntomas y por tanto que uno no lo note y sin embargo esto esté pasando", y recuerda que, "es una enfermedad muy ligada a la obesidad y a la diabetes de tipo II; en países como España, con un buen sistema sanitario, sólo en torno a la mitad de los pacientes con diabetes de tipo II saben que la padecen".
Con todo, Lazarus remarcó que "la prevención es absolutamente posible; implica cambios en el estilo de vida, una dieta equilibrada como la mediterránea... lo que tenemos en contra son los determinantes comerciales que facilitan el acceso a la comida procesada y ultraprocesada. No sólo depende del individuo, sino también de la sociedad".
Y añade: "no todo el mundo tiene los recursos para comer bien, hacer ejercicio, tener acceso a fitness centers...". En la misma línea, Martínez Selva apunta: "comer sano es caro, y comer mal es barato. Hay toda una serie de intereses contra los que es difícil luchar".
Finalmente, Zorzano recordó la importancia de combinar una dieta saludable con ejercicio físico, y no sólo centrarse en uno de los dos ámbitos: "en modelos animales hemos visto que es posible inducir un grado muy alto de fibrosis y esto puede ser reversible sólo mediante la dieta y el ejercicio. Los ratones no son humanos; pero tenemos mucha evidencia de que puede sacar mucho provecho sólo mediante cambios dietéticos y cambios en la actividad física rutinaria".
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