Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Venezuela perpetra la gran farsa

Maduro, tras ganar las elecciones
Maduro, tras ganar las elecciones
EFE
Maduro, tras ganar las elecciones

Nicolás Maduro y el chavismo perpetraron el domingo la farsa electoral que venían anunciando: las elecciones que se aseguraba normalizarían la política venezolana se han celebrado bajo el control del poder corrupto del régimen, con más muestras de rechazo que de entusiasmo, y apenas han conseguido prolongar la confusión política y la penuria económica que garantizan a diario la continuidad del sistema y su aislamiento.

Las elecciones quedaron desvirtuadas de partida ante la negativa internacional no alineada con el autoritarismo del Gobierno, su corrupción e impopularidad a duras penas vencida interiormente por la demagogia social y el reparto demagógico de las migajas que dejan los dirigentes, militares y civiles, que se forran con el mercadeo del petróleo y el narcotráfico. Prueba de la escasa credibilidad del régimen y de la convocatoria la dejaron los observadores internacionales.

Todos rigurosamente seleccionados entre familiares políticos como los expresidentes Rafael Correa de Ecuador, Evo Morales de Bolivia, y el español Rodríguez Zapatero, quien hace tiempo ha puesto su escaso peso político y su desprestigio ganado a pulso con actuaciones de esta naturaleza, al servicio del ejemplo más deplorable de cuantos brindan los países democráticos. Menos mal que España, siguiendo las decisiones europeas, anunció que no aceptará el resultado.

La oposición política, que en ningún momento dio muestras de realismo y coherencia, apenas participó representada por diez partidos desconocidos, previamente seleccionados para hacer el juego a Maduro y a su chavismo, que en total apenas lograron el millón de votos o, lo que es lo mismo, el 17 por ciento del total. El desinterés despertado por una farsa tan descarada, lo demuestra la abstención, el referente que mejor refleja el interés y voluntad de los ciudadanos.

Para Maduro y sus seguidores los resultados anunciados son un éxito sin precedente. Recuperan la mayoría del Parlamento, al que hace mucho que mantenían desposeído de sus funciones, y con el respaldo del escaso prestigio de los observadores extranjeros, que no observaron ninguna de las muchas irregularidades cometidas y sólo denunciadas por la prensa, esa sí, en la campaña, la jornada electoral y el recuento de los votos.

Nadie al margen de los interesados y simpatizantes de tan penoso intento revolucionario, considera que esta farsa electoral, similar a las precedentes, pueda aportar alguna salida que frene la deriva dictatorial del comunismo cubano que Maduro mantiene como su único objetivo. Una pena para quienes defienden las libertades y sufren el dolor que les causan este Gobierno y esta oposición, que les anticipan represión y pobreza para rato.

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