El buen tiempo y la proximidad del verano siempre me hacen ver todo de mejor humor. Este año creo que además tenemos motivos que justifican el optimismo. Sin poder hablar todavía en pasado de la pandemia, los avances en la vacunación y los retrocesos en los contagios, van permitiendo que avancemos en el camino de vuelta a la vida anterior, esa que tanto añoramos y aprendimos a valorar cuando la perdimos ante nuestra incredulidad y sorpresa.

Pero tampoco parece bueno que todo vuelva a ser exactamente como antes. Ya sé que es inevitable que, ante la deseada movilidad sin restricciones, vuelvan los atascos a calles y carreteras, que los restaurantes de moda hayan retomado las listas de espera para conseguir mesa y que vayan desapareciendo las ofertas chollo en hoteles que no se llenaban. Poco a poco se van ocupando las habitaciones y aunque las limitaciones y cuarentenas disuaden todavía a muchos turistas los de casa tenemos este año más que nunca ganas y necesidad de unas merecidas vacaciones.

Aunque parece que no acabamos de aprender de los errores del pasado. Estremece ver de nuevo la imponente imagen de los mega cruceros cruzando las aguas de los estrechos canales de Venecia, repletos de visitantes ávidos de poner pie a tierra por unas horas para hacer unas apresuradas compras de souvenir , tomar unas fotos y poder contar que conocen Venecia. Y hasta se lo creen.