OPINIÓN

¿Vivimos en una democracia?

El vicepresidente del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias.
El vicepresidente y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias.
E. Parra / EP
El vicepresidente del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias.

El líder de Podemos se ha pasado toda la campaña electoral gritando a los cuatro vientos que no vivimos en una democracia plena y que criticarla es sinónimo de querer mejorarla. A mí me suena más a necesidad de tener titulares, sobre todo porque por su (no) gestión de la pandemia no los consigue. El caso es que no todo vale para ganar votos y menos cuando la postal internacional es la de que ya no se sabe a qué parte del Gobierno creer. Se supone que lo de Iglesias y sus ministros es una coalición, no un chantaje constante en el que la parte más débil pone contra las cuerdas a los verdaderos ganadores de las elecciones generales.

Nuestra democracia es tan plena que hasta podemos tener a un vicepresidente que incluso la puede poner en duda. También tenemos partidos como Vox, con propuestas que rozan los límites de lo democrático y de la Constitución, esa que tiene un monumento en Madrid con forma de cubo. Dentro de esa geometría perfecta, hay otro cubo abierto que se expande y que su arquitecto, Miguel Ángel Ruíz-Larrea, hizo a la altura del hombre para invitar a los visitantes a subir por la escalinata y entrar a esa especie de cuarta dimensión. Esa ascensión y expansión representan los valores democráticos que impulsaron la mejora de los españoles con la llegada de la era de la libertad.

Da la sensación de que vivimos en una eterna campaña electoral donde cualquier causa es buena si me va a dar retuits

Es muy de mi generación, nacidos ya sin Franco, criticar que la Constitución está antigua y que aquí la Transición se hizo deprisa y corriendo, pero me siento cero identificado con eso. Nuestro texto es bastante moderno, sobre todo si lo comparamos con el de los norteamericanos, y cumple su objetivo con creces. Los que se comieron el marrón de sacarnos de una dictadura para llevarnos a una democracia se lo curraron, mucho. Sobre todo, fueron capaces de dejar a un lado la crispación de nuestra era, encontrar lo que les unía a todos y dejar a un lado lo que les separaba.

Los políticos contemporáneos no son capaces de ponerse de acuerdo ni cuando gobiernan juntos en coalición. Lo peor es que ya no se sabe si lo que les guían son sus valores o los trending topics. Da la sensación de que vivimos en una eterna campaña electoral en la que cualquier causa es buena si me va a dar retuits. Un día los presos políticos, al otro las letras del rapero Hasel y, al siguiente, lo que huela a izquierda o derecha, que de esto no se libra ningún lado.

Los que se apuntan a todo lo que dé likes, en el fondo, no tienen un verdadero discurso. Hacen política a golpe de tendencia como si la sociedad fueran sus seguidores y ellos influencers. La democracia no está en las redes sociales, sino en el Parlamento y, sobre todo, en la vida real. Ya lo dijo otro antiguo, Rousseau: "Es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas".

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