Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

Primavera con niños

Hoy amanece un día distinto. Todavía no sé si hará sol o estará lloviendo. Da lo mismo. Seguirán los bares cerrados, los escaparates tapados, las calles desiertas y las persianas de las ventanas bajadas. Pero habrá una diferencia que nos llenará de alegría: habrá niños correteando por las aceras, gritando de contentos ante la libertad recuperada. Escucharemos sus vocecitas, el rebote de sus balones, el traqueteo de los patinetes y las advertencias de padres o abuelos de que deben guardar distancias.

Seguirá el confinamiento para los mayores, la incertidumbre sobre los contagiados, las dudas sobre el futuro, el inminente y el probable. Todo el mundo hablará, lanzará sus bulos y sus opiniones infundadas, todos seguiremos mirando cada mañana el número de muertos de la víspera. Pero no será un día como los precedentes: ¡Veremos niños! Sin niños no hay primavera imaginable, aunque florezcan los jardines. Sin niños no hay opción ni para la felicidad ni para el optimismo.

"Durante varias semanas nos han dado lecciones de sacrificio y resignación confinados en sus hogares"

Cuando nos crucemos con niños saltando a la comba, con carritos con bebés empujados por sus mamás, cuando algún pequeño se nos cruce entre nuestros pasos dando saltos de felicidad, todo será diferente. Recordaremos que hemos vivido un pesado sueño, nos sentiremos extraños en medio de la desolación general, pero la presencia de niños nos empezará a devolver a la realidad olvidada.

Bienvenidos sean los niños a las calles. Durante varias semanas nos han dado lecciones de sacrificio y resignación confinados en sus hogares. Los echábamos de menos, sí. Hoy, este lunes, reencontrarnos con los niños, viendo sus ganas de olvidar y de jugar, comprenderemos mejor que la vida sigue y que la esperanza nunca hay que perderla.

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