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Así es la labor del conector comunitario para lograr la inclusión de las personas con discapacidad intelectual en sus barrios

Un participante de proyecto baila con una vecina en una actividad organizada por una asociación cultural. Foto cedida por Plena inclusión Canarias.
Un participante del proyecto baila con una vecina en una actividad organizada por una asociación cultural. Cedida por Plena inclusión Canarias.
Cedida por Plena Inclusión Canarias
Un participante de proyecto baila con una vecina en una actividad organizada por una asociación cultural. Foto cedida por Plena inclusión Canarias.

¡Destruyamos barreras, construyamos barrio!, dicen en Plena Inclusión. Hay personas que se quedan al margen, que no participan en tareas como ir a la compra, al gimnasio o tomar algo con colegas. Partiendo de esta realidad, Plena Inclusión puso en marcha el proyecto Mi casa: una vida en comunidad. Muchas personas con discapacidad intelectual y del desarrollo con grandes necesidades de apoyo viven en residencias y no tienen la oportunidad de hacerlo en pisos e integrarse en la comunidad.

El proyecto nació en 2022 y pronto se vio la necesidad de desarrollar una figura inexistente hasta la fecha: el conector comunitario. La misión de estos profesionales es la de ayudar a personas con discapacidad intelectual a conectar con los barrios donde viven y viceversa. Para conseguirlo un conector comunitario apoya a las personas con discapacidad intelectual para encajar sus preferencias a la hora de relacionarse y participar en la comunidad, pero también apoya al entorno cercano o barrio: vecinos, comercios, administraciones, asociaciones… para que cambien el foco y contribuyan a crear una comunidad más acogedora e inclusiva. El conector comunitario trabaja dentro de la comunidad donde detecta oportunidades o las crea para que las personas con discapacidad puedan vivir una vida comunitaria.

Ya hay un total de treintaiséis conectores comunitarios en treintaicinco territorios de siete comunidades autónomas que apoyan a quinientas personas con discapacidad intelectual con grandes necesidades de apoyo.

Conecta Canarias

En Canarias hay tres conectores comunitarios: Ricardo Martín, Patricia Joya y Tate Marzán. Ricardo y Patricia están en Tenerife, en La Orotava y Arona respectivamente. Tate está en El Paso, La Palma. Todos trabajan en barrios donde viven las personas con discapacidad o donde están a punto de mudarse.

La esencia del conector comunitario está en que el trabajo no solo se realiza en la vivienda como clave para la autonomía de la persona con discapacidad intelectual, sino también en el barrio o pueblo donde se sitúa esa vivienda. Se trata de que la persona desarrolle su vida tanto dentro de casa como en comunidad. “Muchas veces las relaciones de las personas con discapacidad intelectual se limitan a profesionales y familia, y aquí de lo que se trata es de dar nuevas oportunidades en el desarrollo comunitario”, cuenta Ricardo.

Para saber qué camino tomar, los conectores hablan con las personas con discapacidad a las que acompañan. Ricardo acompaña a diecisiete personas y Patricia y Tate a doce cada una. “Tenemos en cuenta las barreras que se encuentran, sus intereses, las iniciativas que se pueden desarrollar, etc.”, sigue Ricardo. También hay que hacer mucha calle: “Acompañamos a asociaciones, administraciones y a todo el que forma parte del barrio para sensibilizarlos y que tengan una mirada diversa. Es un proceso de escucha; conozco, veo lo que está pasando, hablo con la ciudadanía, veo quiénes son quienes se involucran con la comunidad”.

“Al final somos dinamizadores, vamos encendiendo fueguecillos en la comunidad”, añade Patricia. “Nosotros los conectores ya tenemos la mirada de los intereses comunitarios y la discapacidad, ahora de lo que se trata es de que la comunidad tenga también esa mirada. Tenemos que acompañar a la comunidad a hacer un cambio. A veces no saben cómo comportarse porque no están acostumbrados y por eso estamos, para apoyar y acompañar. Que vean que las personas con discapacidad no son niños, no son angelitos, cada uno tiene su personalidad, su carácter, como cualquiera”. Y como apunta Tate, “para hacerlo estamos siguiendo los pasos de desarrollo comunitario, no es que estemos inventando desde cero”.

Ahora se están poniendo las bases de lo que debe ser un conector comunitario con el deseo de que se profesionalice esta figura. El proyecto finalizará este año, pues se está realizando con la financiación de fondos europeos Next Generation. Lo de ahora es una fase piloto de experimentación y desarrollo de la propia figura del conector comunitario.

Que los conectores estén en contacto con la comunidad a la que pertenecen las personas con discapacidad intelectual es clave para conseguir esa conexión entre unos y otros. “Con el desarrollo comunitario queremos llegar a todos los colectivos”, explica Tate. A lo que Patricia añade, “por eso hablamos de cambiar la mirada para que sea de verdad más inclusiva. No queremos que las personas con discapacidad acaben haciendo cosas en el barrio ellas solas. Además muchos retos son transversales. Por ejemplo, la mejora de la accesibilidad no solo ayuda a alguien que va en silla de ruedas, sino también al bebé que va en un carrito o al señor mayor. Hay problemas genéricos que a veces se separan por colectivos y nuestra idea es unirnos”. Como dice Tate, tratan de demostrar que vivir en comunidad es bueno para todo el mundo y no solo para las personas con discapacidad.

Por lo pronto las personas con discapacidad intelectual que forman parte de la iniciativa en Canarias están encantadas porque ellos son quienes lo han decidido. “Se les ha preguntado, así que están deseándolo”, cuenta Tate. Ricardo está de acuerdo, además las personas a las que acompañan están entusiasmadas con proponer actividades donde no solo participen ellos, sino cualquier persona del barrio. “Es sentimiento de pertenencia al barrio”, dice Ricardo. “Se trata de lo que ellos pueden aportar. Proponen, por ejemplo, un café en compañía para paliar la sociedad no deseada. Se plantean cómo pueden influir en la comunidad”.

El tema de la toma de decisiones es importante porque es algo que muchos ni se habían planteado. Estaban acostumbrados a la vida institucionalizada donde les decían dónde, cómo, cuándo, qué. “Ahora toman decisiones”, cuenta Patricia. “Les veo mucho más inquietud, qué quieren y cómo lo quieren. Están empoderados. Cambia su forma de ver cómo vivir. Y de eso se trata, de que todo el mundo amplíe la mirada, no solo las personas con discapacidad”.

Los hay que han cambiado mucho. Tate piensa en un hombre al que se lo hacía todo su madre antes de mudarse al piso. “Ahora se viste y se afeita solo, por ejemplo. También pienso en otro chico que ayuda a un entrenador de fútbol y enseña a jóvenes. Queda mucho por hacer pero se ha abierto un mundo para ellos y para todos los demás”.

Dado el éxito de la figura del conector comunitario, Plena Inclusión ha puesto en marcha una escuela de conectores –lo que es motivo de orgullo para Ricardo, Patricia y Tate– para trasladar los aprendizajes adquiridos a las distintas entidades que componen Pena Inclusión.

De lo que se trata es de crear comunidades acogedoras y de cuidados, defiende Tate. Lo habitual es que las personas con discapacidad son las que se tienen que adaptar y “la comunidad tiene que dar un pasito también”, defiende Patricia. Y es que “el cambio viene de todas las personas. Así construiremos de forma conjunta comunidades que sean de verdad inclusivas”, completa Ricardo. 

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