La conmoción invade el vecindario de Castro Urdiales donde se produjo el parricidio: "Es terrible que esos niños llegaran a hacer eso"

Garaje de la urbanización de Monte Cerredo, donde se produjo el crimen de Castro.
Garaje de la urbanización de Monte Cerredo, donde se produjo el crimen de Castro.
M.C.
Garaje de la urbanización de Monte Cerredo, donde se produjo el crimen de Castro.

En el barrio de Monte Cerredo, en Castro Urdiales, solo se escucha una cosa: silencio. Los vecinos de la familia donde el pasado día 7 se produjo un parricidio aún están conmocionados. La zona, en un alto de la localidad cántabra y con unas imponentes vistas a las montañas, parece deshabitado a las 12 de la mañana de un sábado. Casi 15 días después del crimen en el que dos menores, Endika y Jon de 13 y 15 años, acabaron con la vida de su madre, el vecindario, de imponentes chalets, se ha convertido en una zona fantasma. 

"Desde que ha pasado esto los niños del barrio no salen por la noche", dice una joven que camina por una calle completamente vacía entre las casas con jardín. Con algún año más que el hijo mayor que confesó que había acabado con la vida de su madre, la chica reconoce que no les veía nunca, aunque tienen amigos en común y alguno de ellos iba a clase con los menores. "Cuando sacaba malas notas siempre llegaba con moretones a clase", relata sobre el de 15 años.  

Los datos de un crimen que conmociona un barrio

Los datos de un crimen que conmociona Castro Urdiales

Los vecinos especulan y callan. Muchos no quieren hablar con 20minutos, con mucha educación aseguran "no tener nada que decir al respecto". Otros, por su parte, no dudan en asegurar que jamás habían visto nada raro en la familia. "Mi hijo vive aquí hace unos 12 años y nunca oí ni a él ni a mi nuera decir nada", explica otra mujer que además reconoce haberse quedado "de piedra" ante la noticia. "Este barrio es tranquilísimo, mañana, tarde y noche", añade. "No hemos oído decir nada", recalca. Aunque sabe quiénes son. Todos lo saben. Lo cierto es que la urbanización ocupa dos calles, nada más. 

El chalet 3-2 de Monte Cerredo, donde se produjo el parricidio de Castro Urdiales.
El chalet 3-2 de Monte Cerredo, donde se produjo el parricidio de Castro Urdiales.
M.C.

"Esos niños tenían que estar muy desesperados", apunta Carmen acompañada de su marido Pedro. Pasean por una calle principal, con comercios, un poco más abajo de la urbanización. Este matrimonio de Bilbao acude muchos fines de semana a Monte Cerredo, la hermana de ella vive allí. "En el barrio se conocía a la familia porque es bastante llamativa", dice él. "La actitud de esta señora era prepotente y dictadora", sentencia sin reparos. "Era muy fanática religiosa. Los niños no tenían contacto con amigos ni nadie, era todo como una secta", añade su esposa. 

Como la otra vecina, reconocen que tanto el barrio como el pueblo en general son tranquilos y que la noticia ha dejado a todo el mundo horrorizado. "Es terrible, que esos niños lleguen a hacer eso... no nos lo creemos, parece una cosa fuera de lo normal", comentan. "De los menores no se ha hablado... se habla de que había mucha tirantez en casa y muchas broncas", dicen y lanzan una pregunta: "Oye, ¿y dónde está el padre?".

Del progenitor poco se sabe. Tras el crimen, durante el cual se encontraba en su trabajo en una empresa metalúrgica de Bilbao, no se han conocido más detalles. En el barrio no han visto a nadie acercarse a la vivienda, donde ya no queda ni rastro de la investigación de la Guardia Civil

Otro secuestro falso

Las informaciones sobre la familia tras el homicidio han sido muchas. Según los menores, de origen ruso y que fueron adoptados muy pequeños, ambos progenitores les maltrataban física y psicológicamente, ella en mayor medida. Tampoco les dejaban tener vida social, solo para ir a misa o acudir a actos religiosos familiares. 

En la misma calle donde pasea el matrimonio bilbaíno, en La Rockola de Adris, Mabel, la camarera, también se muestra sobrecogida por lo que ha pasado. El padre acudía a su bar cada día. "Compraba el pan aquí al lado y siempre se tomaba un café. Es un señor muy normal...", afirma. En los últimos días los comentarios sobre lo sucedido son habituales en el local. "Es todo muy fuerte, yo tengo hijos y pensarlo...", dice con mueca de dolor. 

El parricidio se produjo el pasado día 7. Silvia recogió a sus hijos del colegio y, según las primeras hipótesis de los investigadores, fue asesinada en la cocina de su chalet cuando supuestamente el hijo mayor le clavó un objeto punzante en el cuello. Tras el crimen, los dos trasladaron el cuerpo al garaje de la urbanización, lo colocaron en la parte trasera de su coche, semidesnuda y con una bolsa en la cabeza. 

Además, el vehículo se encontró empotrado contra la pared, por lo que se cree que los menores intentaron huir para deshacerse del cadáver, pero no fueron capaces de conducir. Tras esto, llamaron a la abuela simulando un supuesto secuestro, desconectaron el móvil y huyeron al parque Cotolino. Allí fueron detenidos unas horas después. 

Pese a que la alcaldesa de Castro aseguró en su momento que "no eran niños para nada conflictivos" y que tenían buenas notas en el colegio, los problemas con los estudios han rodeado al caso en todo momento. El hijo mayor, además, señaló que la bronca que acabó en asesinato comenzó por esto. Es más, compañeros de clase han declarado a varios medios que en el último año el mayor de ellos había empeorado en clase. Los mismos que han hablado de haber sido testigos de los moretones. 

Curiosamente, el mayor detenido, según avanzaba Telecinco, simuló un secuestro en 2022. El chico desapareció de su casa durante varias horas, por lo que sus padres denunciaron a la Guardia Civil. Tras la movilización de varios agentes, el menor fue localizado andando desorientado por una autovía. Al ser interrogado, afirmó haber sido secuestrado y explicó que consiguió escapar de sus captores. 

"Encantadora y muy cariñosa"

La víctima, Silvia L. G., de 48 años, era técnica de riesgos laborales y trabajaba en el hospital de Cruces de Barakaldo, de donde era originaria. Allí, en el complejo hospitalarios, sus compañeros la han definido como "encantadora y muy cariñosa". Además, era una mujer muy católica que también ejercía como catequista en la iglesia Mosaico de Castro Urdiales y era muy conocida en el pueblo. "Problemas los hay de toda índole y de puertas para adentro... ", dicen los vecinos. 

La investigación continúa mientras los dos menores se encuentran internados. Endika, el menor de 13 años, es inimputable y ha ingresado ya en un centro de protección de menores a instancias de la Fiscalía, según ha informado la delegada del Gobierno en Cantabria, Eugenia Gómez de Diego.

Para el hijo mayor, Jon, la titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Santander, en funciones de juzgado de guardia, ha acordado el internamiento en régimen cerrado durante seis meses. Además, será evaluado por el equipo psicosocial de la Fiscalía de Cantabria, que emitirá un informe sobre las circunstancias familiares, psicológicas y educativas que rodean al menor. 

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