Diego Carcedo Periodista
OPINIÓN

La primera, sin tocar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Esta vez no hubo ni sorpresa ni milagro pactado a última hora: el Congreso ha rechazado el proyecto de ley de amnistía presentado por el Gobierno. Es la primera derrota seria de Pedro Sánchez en su estrategia para conseguir la investidura como presidente. Junts, el conservador partido independentista catalán que resultaría más favorecido por su polémico contenido, estiró las exigencias amenazando con oponerse hasta que el Gobierno se vio acorralado por tantos obstáculos jurídicos, políticos y hasta diplomáticos, con la UE observando y las revelaciones sobre la implicación de Rusia alarmando, que optó por plantarse. Negociando con los independentistas seguramente nunca se le había oído decir hasta "aquí hemos llegado". Alguna vez tendría que empezar.

También hay que apresurarse a añadir que el trámite de la ley de amnistía no acaba aquí. El texto del proyecto volverá a la Comisión de Justicia, que ya lo había aprobado, para ser sometido de nuevo al plano de la Cámara después de que sea revisado. Para ello, las dos partes discrepantes disponen de un mes para seguir negociando se supone que sobre las propuestas de Junts que el PSOE rechazó. El interés de esta noticia no es tanto el de un proceso parlamentario frustrado como lo que representa un descalabro de esta naturaleza para un Gobierno, así como la demostración de que las dudas, críticas y rechazos que la iniciativa propició estaban bien fundados. Como se suele decir en términos deportivos, "la primera sin tocar".

Echando la vista atrás, o quizás mejor al funcionamiento de otros parlamentos democráticos, resulta extraño que el Gobierno de Sánchez, viendo que la propuesta caería con el golpe y desprestigio político que eso le supone, no la haya retirado antes de la votación. Así podría haber capitalizado la iniciativa y reivindicar algo que despierta muchas dudas: la ausencia de seriedad del presidente, puesto a prometer e incumplir por sistema. Pero sea por lo que fuere, se ve que optó por llegar hasta el final y tener que abandonar el Hemiciclo consciente seguramente que recordando la lista de compromisos pendientes esta derrota no será la primera.

En los debates previos a la votación quedó muy clara la intención de los partidos independentistas de desvirtuar a los jueces y a su trabajo en la administración de la Justicia. El proyecto de amnistía, que surgió en torno al golpista fugado Carles Puigdemont, y siempre ante la flexibilidad de Sánchez se fue extendiendo a variadas exigencias que ya incluían tanto a los promotores y ejecutores de la secesión frustrada como a los acusados de terroristas. La mayor parte de la opinión pública coincide con el rechazo parlamentario y, aunque discrepa de quienes lo ejecutaron, lamenta que en una crisis como la que se ha abierto el Ejecutivo lejos de salir en defensa del poder judicial, poco menos que lo culpa de su elocuente fracaso político.

Todas las vicisitudes que han precedido esta derrota del Gobierno -por menos han caído algunos en otros países- acumulan detalles esperpénticos y hechos que lamentablemente desprestigian a la política, tan necesaria para la sociedad y tan poco seria en estos tiempos práctica. La memoria reciente se vuelve interminable cuando se trata de recordar las decenas de veces que tanto Pedro Sánchez como los líderes de la pléyade de partidos que de momento le respaldan, han negado y actuado en su actuación con seriedad y transparencia. El propio proyecto derrotado por los diputados de Junts es el que ellos habían contribuido a redactar.

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