Juan Luis Saldaña Periodista y escritor
OPINIÓN

El tontico de la food truck

La foodtruck tiene alma de mercado medieval
La foodt ruck tiene alma de mercado medieval
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La foodtruck tiene alma de mercado medieval
El regalo es siempre una forma de decir algo.El regalo es siempre una forma de decir algo.Pexels
Costumbrismo Digital por Juan Luis Saldaña

Somos tontísimos. Admitámoslo y pasemos a otra cosa. Nos irá mejor a todos. Hace ya un tiempo que se ha puesto de moda la idea de servir comida desde una furgoneta vieja, una forma como cualquier otra de malcomer, de mancharte la pechera y de pagar a precio de oro unas patatas fritas o una hamburguesa. Como cualquier tontada, como cualquier moda insulsa, la idea suele venir con una palabra en inglés que lo justifica todo.

La magia está en repetir muchas veces la expresión food truck. Cada vez que lo dices te sientes más integrado, más moderno, más vivo, al fin y al cabo. ¡Vamos a las food trucks! La realidad es otra. La única verdad es que vas a que te den comida cutre desde una camioneta antigua tuneada mientras pisas polvo y barro. ¿En qué momento te hace ilusión que alguien que siempre tiene que estar agachado te sirva una hamburguesa desde un furgón?

Las food trucks tienen alma de mercado medieval y son un sacaperras y un agobio porque, además, casi nunca dan abasto y generan una colas espectaculares.

Las desgracias no vienen solas y las food trucks tampoco. Suelen ir en grupos como las caravanas de las películas de indios y vaqueros y generan una suerte de poblado culinario en el que todo el mundo es feliz comprando duros a cuatro pesetas. Las food trucks tienen alma de mercado medieval y son un sacaperras y un agobio porque, además, casi nunca dan abasto y generan una colas espectaculares.

El tontico de la food truck no sufre. Se pone en la fila, espera su turno, pide, come y calla. Es lo que toca. El tonitico de la food truck hace lo que toca, cumple con su papel, es la masa y es la cuota. Hay furgonetas que tienen su sentido y siempre lo han tenido, como la de los helados, los gofres o el churrero. Este tipo de profesionales llevan años con sus vehículos de aquí para allá y nunca se les ha ocurrido ponerse un nombre en inglés para hacer el cretino.

Hay mucho dolor de cuello, mucha cerviz sufriente en una jornada de food trucks porque el escalón que separa el arriba del abajo, el comprador y el vendedor, supone dos estiramientos de cuello, dos posturas forzadas como si un buitre posado en una rama muy alta quisiera dialogar con una jirafa. Hay food trucks de cocineros famosos también, esos moralistas flautistas de Hamelin que son, además, filósofos de garrafón para un mundo en el que comer es la nueva moral y en el que vemos como normal repetir la infame expresión “pieza de fruta”. ¡Pídeme unos nachos en la food truck mexicana, anda!

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