OPINIÓN

Regalo a medias

Estudiantes en el primer día de la convocatoria extraordinaria de julio realizando examen de acceso a la Universidad en Sevilla.
Estudiantes en el primer día de la convocatoria extraordinaria de julio realizando examen de acceso a la Universidad en Sevilla.
Europa Press
Estudiantes en el primer día de la convocatoria extraordinaria de julio realizando examen de acceso a la Universidad en Sevilla.

El Gobierno de España ha traído a los estudiantes universitarios y de formación profesional un regalo que llevaban esperando mucho tiempo: poder cotizar como becarios en prácticas curriculares o extracurriculares. Ya que la mayoría no cobran, al menos podrán contabilizar en su historial laboral el tiempo empleado.

La medida ha pillado a las universidades un poco a contrapié, pues habían pedido extender la moratoria para adaptarse a la nueva norma por el aumento del gasto y la gestión que conlleva. Aunque el Gobierno bonifica el alta a la seguridad social, los centros universitarios tendrán que encargarse de todos los trámites y de las cotizaciones; las empresas, incluidas las públicas, quedan excluidas del proceso. Así que este nuevo año viene cargado de más gasto y más burocracia sin financiación extra para las universidades; los centros de formación profesional sí contarán con apoyo del Ministerio.

No seré yo el que critique una norma concebida, según la ministra Yolanda Díaz, para proteger a nuestros jóvenes, unos de los colectivos con los niveles de desempleo más altos de la Unión Europea. A pesar de ello, hay dos aspectos que merecen ser reconsiderados y una conclusión final.

En primer lugar, ¿qué le pedimos a las universidades? ¿Que sean centros adaptados al mercado laboral y cuyos contenidos se orienten a la empleabilidad de sus estudiantes? Es evidente que la universidad no puede vivir de espaldas a la sociedad y al futuro de su alumnado, pero concebir estos centros como lugares de formación laboral superior desvirtúa su sentido; la universidad forma para la vida, no solo para desempeñar un oficio.

En segundo lugar, ¿qué jóvenes necesitan protección? Precisamente los estudiantes universitarios son los que menos sufren desempleo. Los que no estudian son los que tienen problemas laborales y esta norma no les afecta en nada. Los graduados universitarios lo que necesitan son más bonificaciones a las empresas para que los contraten o mayor flexibilidad para facilitar su empleabilidad.

La conclusión es evidente: ¿Cuál es la finalidad? ¿Que los estudiantes obtengan un empleo o que solo coticen? Porque cotizar cotizarán, pero no sé de qué servirá a la hora de encontrar un puesto de trabajo. Y esa debería ser la prioridad.

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